El dedo de Francisco en la llaga de México - Alfa y Omega

El dedo de Francisco en la llaga de México

Redacción
Foto: EFE/EPA/L’Osservatore Romano

A las autoridades

«Un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos». «La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo».

[Encuentro con las autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático]

A los obispos

«En las miradas de ustedes, el pueblo mexicano tiene el derecho de encontrar las huellas de quienes han visto al Señor». «No pierdan tiempo y energías en habladurías e intrigas, en vanos proyectos de carrera». «Nuestros pueblos latinoamericanos entienden bien el lenguaje diminutivo y de muy buen grado lo usan». «La Iglesia, cuando se congrega en una majestuosa catedral, no podrá hacer menos que comprenderse como una casita en la cual sus hijos pueden sentirse a gusto. Delante de Dios solo se permanece si se es pequeño, si se es huérfano, si se es mendicante». «Tal vez hemos perdido este sentido de la humilde medida divina».

[Encuentro con los obispos en la catedral de México D. F.]

A los católicos mexicanos

«Quiero invitarlos a estar en primera línea, a primerear en todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad. Donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos. Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan en las manos de los traficantes de la muerte».

[Misa en Ecatepec]

A las familias

«Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil; muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión».

[Encuentro con las familias en el estadio Víctor Manuel Reyna de Tuxtla Gutiérrez]