El DOMUND del Año de la fe - Alfa y Omega

El DOMUND del Año de la fe

Siempre se ha dicho que el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND) no puede reducirse a un solo día. Un día tal vez sea suficiente para hacer una colecta o elevar una oración especial, pero sigue siendo poco para la animación misionera. Las diócesis lo saben y celebran desde hace años el octubre misionero, un mes que nos da un poco más de tiempo para que la sensibilidad y el amor por la misión pueda ir calando en nosotros más profundamente. Este año, la Dirección Nacional de Obras Misionales Pontificias (OMP) ha dado otro paso al poner en marcha una Semana misionera, que a través de diversos actos busca también intensificar la conciencia misionera del pueblo de Dios

Dora Rivas

En el recién inaugurado Año de la fe y en el contexto del Sínodo de los obispos para la Nueva Evangelización, OMP refuerza su empeño por resaltar la naturaleza misionera de la Iglesia. En este Año magnífico para una nueva conversión personal, en el que todos los cristianos somos invitados por el Santo Padre a redescubrir y hacer madurar nuestra fe personal y eclesial, los misioneros se hacen presentes ante nosotros como ese resto de Israel que acredita, con su elocuente ejemplo, cómo la fe vivida es capaz de transformar a los hombres y a las sociedades. Como recordó el Santo Padre al abrir el Año de la Fe: «La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino».

En este contexto, Francisco Vázquez, el que fuera embajador de España ante la Santa Sede, pronunció el 15 de octubre el pregón del DOMUND en la Catedral de la Almudena de Madrid, resaltando los frutos de la misión evangelizadora de la Iglesia. Vázquez logró contagiar a los asistentes el orgullo de pertenecer a una Iglesia que, en el nombre de Cristo, ha llevado la promoción del hombre completo a todos los rincones de la tierra. En un fundamentado y elegante discurso, el ex embajador asumió la imposible tarea de resumir los frutos de 2.000 años de cristianismo en unos pocos minutos, pero consiguió ofrecer un pantallazo suficientemente elocuente de la fecundidad de la fe, desde el Imperio Romano hasta la evangelización de América, o desde el origen de Europa (el viejo continente que sólo puede rejuvenecer si redescubre sus raíces cristianas). hasta la aventura pionera de san Francisco Javier en Asia.

«Monseñor, déjese querer»

Por otra parte, los testimonios de la mesa redonda celebrada el martes 16 en la Universidad Pontificia Comillas, nos pusieron una vez más en actitud de confrontar nuestra fe con la de aquellos que han hecho un seguimiento radical de Cristo. El obispo de la diócesis hondureña de San Pedro Sula, Ángel Garachana, que desempeña su ministerio en una de las zonas más violentas del mundo, hizo un excelente diagnóstico de las causas y los efectos de esa violencia, pero contagió sobre todo su esperanza. Monseñor Garachana cree que hay que anunciar el Evangelio a partir de lo mucho positivo que queda en el pueblo hondureño, un pueblo que es, a pesar de la violencia, profundamente cariñoso: «Monseñor, déjese querer…», le decían, al principio, los fieles a su obispo, antes de que aprendiera a hacerlo. Este misionero burgalés ha hecho suya la frase de Isaías y se ha dedicado a consolar a su pueblo, convencido de que, ante el dolor, es imprescindible la presencia cercana y maternal de la Iglesia, que sabe acompañar a sus hijos en todas las circunstancias de sus vidas. Monseñor sabe que mientras no se acostumbre a la violencia, mientras le duela lo que sucede, estará en condiciones de seguir cumpliendo su lema episcopal (Para que tengan vida), porque sólo el Evangelio de la Vida puede sanar a esa nación herida.

Otro de los misioneros invitados a la mesa redonda, el padre Álvaro Palacio, misionero en Etiopía, dijo que los aspectos externos de la misión pueden cambiar, pero no el motivo por el que los misioneros siguen entregando su vida para atender las necesidades de tantos hombres y mujeres en todo el mundo. ¡Qué sintonía eclesial la de los misioneros! Como el Papa recordaba recientemente, sólo hay una Verdad que permanece: «El Evangelio es verdadero, y por lo tanto nunca se consume. En todos los períodos de la historia aparecen sus nuevas dimensiones, aparece en toda su novedad, para responder a las necesidades del corazón y de la razón humana que puede caminar en esta verdad y encontrarse en ella».