«Yo era anti-Iglesia, pero esto es maravilloso» - Alfa y Omega

«Yo era anti-Iglesia, pero esto es maravilloso»

A Luis, un mendigo que deambulaba por las calles de Madrid después de sumergirse en un pozo profundo, le cambió la vida entrar en la iglesia de San Antón, la parroquia 24 horas que atiende a los más pobres y les ofrece atención, escucha, silencio y a Dios. Su testimonio forma parte de los videos que la Fundación Crónica Blanca ha elaborado para los Encuentros en Emaús organizados por la Vicaría de Evangelización de Madrid

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Yo he tenido todo lo que he querido y todavía más», así habla Luis, un mendigo sin hogar que vive en las calles de Madrid. No siempre fue así: hace años se casó y tuvo hijos, y fue un empresario de éxito en el sector del transporte. Todo iba maravillosamente hasta que una concatenación de desgracias le cambiaron la vida a peor: le golpeó la enfermedad del Parkinson, murieron sus padres y entró en una depresión. Se vio incapacitado para seguir dirigiendo su empresa y llegó a cometer dos intentos de suicidio. Su mujer le abandonó y tuvo dos ataques al corazón. De ahí, parecía que solo le quedaba un destino: la calle.

«Empecé a vivir en una oscuridad total», recuerda Luis. Pasaba las noches en la Plaza Mayor de Madrid, «hasta que una noche me mordió una rata en el pecho. Me di cuenta de que tenía que salir de ahí. Estuve diez días andando sin rumbo como un zombie, hasta que llegué a la parroquia de San Antón». Y allí empezó a cambiar su vida: «Me lavaron los pies y curaron las heridas que tenía, y después me explayé con un sacerdote». Durmió esa noche en la iglesia, «y cuando me desperté a medianoche y vi el techo, parecía que estaba en el cielo», recuerda con una sonrisa.

La iglesia de San Antón, en Madrid Foto: Luisa Sánchez Alonso/Fundación Crónica Blanca

«Aquí he descubierto felicidad y cariño –dice Luis–, porque llevaba ocho años sin recibir una palabra de afecto, sin un abrazo, sin nadie que me dijera: «¿Qué tal estás?» Esto ha sido lo más bonito que me ha pasado, después de mis hijas».

Ahora intenta ponerse a disposición de los demás: «Poder ayudar a la gente me llena por dentro. Aquí descubrí la misericordia, nunca la podré pagar. Sólo puedo dar lo que he recibido. Hace poco vino un chico y me pidió las zapatillas, y yo me las quité y se las di. Acogí la misericordia y doy misericordia, porque Dios me ha salvado la vida. He encontrado un hogar. Yo era anti-Iglesia, pero esto es maravilloso».