«Pinte todos los retratos que quiera pero no me haga posar» - Alfa y Omega

«Pinte todos los retratos que quiera pero no me haga posar»

De sus ratos de conversaciones con el Pontífice, la monja ha podido extraer todos estos rasgos pero también ha traído un mensaje para sus hermanas del convento: que no estén enamoradas del Papa sino de Jesús

Europa Press

La religiosa Isabel Guerra, conocida como «la monja pintora» del monasterio cisterciense de Santa Lucía de Zaragoza, acaba de regresar de Roma, donde se ha reunido con el Papa Francisco para captar su fisonomía, sus gestos y su alma con el objetivo de pintar el retrato que le ha encargado la Conferencia Episcopal Española (CEE) y que deberá entregar el próximo mes de marzo.

«Acabo de volver de Roma, de estar con él, lo he vivido con mucha ilusión y ahora toca acometer la realización de la obra», señala entusiasmada a Europa Press la religiosa, que confiesa que ha tomado decenas de fotografías a Francisco durante las dos audiencias privadas que le ha concedido. «¡Se asustaría!», exclama Guerra al recordar todas las imágenes que ha captado.

En todo caso, cuenta que al Pontífice no le gusta posar. «Me decía: “Usted hágame todos los retratos que quiera pero no me haga posar”», cuenta la religiosa, que asegura haber traído el material suficiente para hacer «un retrato personal» del Papa.

Guerra explica que por muchas veces que un pintor vea a un personaje en la televisión o en los periódicos -como es el caso del Papa Francisco- nunca es lo mismo que estar con él, que «ver sus ojos de cerca» o estrechar sus manos. Además, los artistas se apoyan mucho en reportajes fotográficos.

«Te quedas con la impronta de su personalidad», enfatiza esta monja que, si bien no se considera retratista sino pintora de asunto libre, admite que le piden mucho este tipo de pintura.

En cualquier caso, Guerra tiene claro lo que reflejará de Francisco: su sonrisa. «He podido observar que hay muchos momentos en que su expresión es muy amable, muy dulce, muy natural», explica. Y aunque reconoce que el Papa estaba «riéndose todo el tiempo», también precisa que cuando hablaban de un tema serio, cambiaba inmediatamente su expresión. Por este motivo, no le dibujará ni riéndose ni serio sino con «una sonrisa afable».

También intentará plasmar en el cuadro el hombre «humano» que es, «cercano, interesado por las personas, verdaderamente amable», que «tampoco se deja llevar por el buenismo» sino que «hace y dice lo que tiene que hacer y decir con toda naturalidad».

Unas enamoradas del Papa

De sus ratos de conversaciones con el Pontífice, la monja ha podido extraer todos estos rasgos pero también ha traído un mensaje para sus hermanas del convento: que no estén enamoradas del Papa sino de Jesús.

«Diciéndole que mis hermanas eran unas enamoradas del Papa Francisco, se puso serio. Me dijo: No, no. Dígale a sus hermanas que se enamoren de Jesucristo», recuerda Guerra, que se quedó impactada por la forma en que Francisco le trasladó este mensaje. «Me pareció una cosa muy importante. El Papa lo que quiere es que nos enamoremos de Jesucristo, no tanto de algo que es casi hasta divertido: ir a ver al Papa», añade.

El cuadro, para el que empleará la técnica de óleo sobre lienzo, medirá 1,90 metros de altura, y se colocará previsiblemente en abril en la sala de la Conferencia Episcopal Española donde se encuentran los retratos de todos los presidentes de la CEE, que también ha pintado la religiosa. La llegada de la nueva obra coincide con la celebración este año del 50 aniversario de la Conferencia Episcopal Española y con el tercer año de Jorge Mario Bergoglio como Papa.

El dinero no es lo que importa

Isabel Guerra es una de las 14 religiosas que viven en el Monasterio Cisterciense de Santa Lucía de Zaragoza. Allí disponen de un taller de restauración de libros y documentos antiguos en el que realizan un trabajo científico y artesano «cien por cien». Para ellas como cistercienses, «la vida es un arte».

Guerra, que ya era pintora desde antes de entrar al convento -a los 15 años hizo su primera exposición en Madrid- ha podido mantener su vocación artística junto a la religiosa y una parte de los ingresos del convento proceden de la venta de sus obras, muy cotizadas. De hecho, puntualiza que no se puede hablar de recaudación sino de remuneración pues se trata de «un trabajo profesional». Si bien, matiza que el dinero no es lo que le importa «ni a un pintor de verdad ni a una persona consagrada a Dios dentro de la vida monástica».