¿Se puede rezar en Internet? - Alfa y Omega

Esa pregunta nos hacían muchas personas al principio de nuestra andadura digital. Hace cinco años lanzamos Rezandovoy (www.rezandovoy.org). La idea original era de los jesuitas ingleses (ofrecer una reflexión guiada al hilo del Evangelio u otra lectura de la liturgia, acompañarla con músicas y silencio, y favorecer con ello la escucha personal de la Palabra de Dios). Nosotros decidimos hacer una versión en castellano.

La idea, en el primer momento, provocó, sobre todo, curiosidad. Pero también venía con algunos prejuicios –en el sentido literal del término: juicios anteriores a la experiencia–. Prejuicios del tipo «esto no es para mí», «yo es que soy más clásico», u objeciones más globales, cuestionando la idoneidad del medio para la oración.

Lo cierto es que cuando hablamos de oración muchas personas entienden formas diferentes de orar, en función de su formación, de su experiencia y de su espiritualidad. Desde recitar plegarias, a la reflexión sobre algunos textos. Desde la contemplación a la lectio divina. Hay muchas formas de rezar.

La pregunta es: ¿Pueden las nuevas tecnologías favorecer la oración? Es más, ¿puedes rezar mientras estás conectado a Internet, con tus auriculares puestos o utilizando tu smartphone? ¿Puedes rezar mientras vas conduciendo, al caminar en dirección al trabajo, cuando haces la compra, mientras estás en el gimnasio o a la vez que cocinas y te preocupas de vigilar el horno? ¿No debería ser la oración una actividad que nos requiriese plena concentración, dedicación exclusiva y, a ser posible, la tranquilidad y recogimiento de los espacios sagrados o al menos la quietud de una habitación silenciosa?

La respuesta nos la da la experiencia. Y es que sí es posible orar en muchos de esos contextos acelerados. Porque oración, de una forma u otra, es la capacidad de establecer, por un momento y de manera explícita, una relación. Con tres vértices. El primero es uno mismo, la persona orante. Tú aportas a la oración tu ruido, tu situación concreta, tus problemas, tu fe o tus dudas, el estado de ánimo que traes, las preocupaciones… en definitiva, todo lo que eres. Pero no se trata de dar vueltas sobre ti mismo. Por eso es necesario un segundo vértice. Ese vértice es Dios. Orar es volverse hacia fuera, a ese Dios buscado, conocido a veces, que puede poner luz en la vida. Porque rezar no es reflexionar sobre la propia vida, sino tratar de asomarse al misterio de Dios. A ese vértice –que es Dios– nos asomamos en su palabra, en la historia, en la tradición, en nuestra propia experiencia que va siendo escuela, en la celebración. Y el tercer vértice es el mundo. El mundo, otras vidas, las historias cotidianas, ese espacio donde se va desplegando la relación con Dios, que no es algo tan íntimo y personal que no pase por todo lo que vivimos cada día.

Pues bien, Internet, y en concreto Rezandovoy, sí está permitiendo establecer ese puente. Porque lo central en nuestra propuesta es la Palabra: el Evangelio o la primera lectura de cada día. Lo demás –las pistas para profundizar o comprender dicha palabra, la música que refuerza, en canción, el mismo mensaje, los silencios– todo eso está al servicio de esa Palabra. Y el mundo concreto, en alusiones y en el contexto de la oración, es el escenario imprescindible y real. Si a esto añadimos la variedad de gente que colabora, la pluralidad de voces que aportan intuiciones, sensibilidad y su propia oración compartida, lo cierto es que tiene todos los elementos que pueden hacer de la oración una experiencia compartida y personal a un tiempo.

A lo largo de estos cinco años hemos ido creciendo. Son cientos de miles las personas que cada día utilizan la aplicación o la página web, y hemos recibido mensajes de personas a quienes ha ayudado a orar en el trabajo, durante una convalecencia en el hospital, preparando unas oposiciones, lidiando con la muerte de un ser querido o al llevar a sus hijos al colegio…

Además de la oración de cada día se han ido incorporando nuevas propuestas: oraciones para peregrinar, por fuera y por dentro. Una versión infantil, con la misma idea, solo que tratando de que los textos sean más comprensibles para los niños; oraciones especiales para momentos de la vida cotidiana (para lidiar con la pérdida, ante la violencia, al cumplir años, para momentos de enfado…). Muchas de las propuestas nacen ante sugerencias que nos llegan. Y es que la vida es el escenario de la oración. Por eso Internet, que es parte de la vida, lo es también. Y por eso, tras cinco años de andadura, podemos sentir que, con otros muchos, seguimos en camino. Hacia uno mismo. Hacia el mundo. Y hacia Dios.