Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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San José

San José, inmigrante en tantas ocasiones, este hombre justo, fue zarandeado por Dios y tenía a su cargo el cuidado de la Madre de Dios, y de Jesús. Hombre justo que hace de su hacer la voluntad de Dios, que sin preguntar obedece siempre al vaivén de los tiempos de la historia.

Nuestra vida es libre en decisiones, y de ellas somos responsables. Somos inmigrantes hacia el destino eterno, viatores hacia la Patria definitiva. San José nos precede y en esa seguridad caminamos.

Que en estos tiempos de inmigraciones, de tanto dolor, tantas necesidades, niños pequeños muertos de frío, barcazas que se hunden…, esas pobres gentes, tan maltratadas por las circunstancias, encuentren en san José ese buen patrono que les proporcione una feliz llegada a puerto.

Alfredo Hernández
Jerez (Cádiz)

Querido Padre

Se acerca tu día y no puedo pensar en ello sin sentir un cierto escalofrío, una sensación de emoción. Pensar en ti como Padre implica sentirse hijo tuyo y eso no es cualquier cosa. Saberse hijo tuyo implica una gran responsabilidad. Nos sentimos orgullosas las madres cuando alguien se nos acerca y nos dice aquello de «hay que ver como se parece tu hijo a ti». Esa debería ser nuestra meta, Padre, parecernos a ti, que quien nos viera pudiese verte a ti. Si eso no es así, es porque algo hacemos mal, yo la primera, así que a ello voy a dedicar esta Semana Santa, a pensar en las cosas que sientan me alejan de ti para quitarlas de en medio pues estar contigo es lo único que quiero. Me cuesta mirarte a los ojos, hablar contigo si no estoy en paz y no quiero que eso ocurra Padre. Te necesito, necesito tu consejo, tu cercanía y tu cariño.

Te quiero Padre.

Maite B. Pérez
Majadahonda (Madrid)

Indiferencia

Un hombre y una mujer, muertos en extrañas circunstancias, en una pequeña población de Galicia, y que al parecer llevaban varios días sin vida. El fallecimiento de una joven, con discapacidad funcional, una vez que su cuidador, el padre, fuese ingresado en un hospital. Son situaciones que nos deberían avergonzar por nuestra indiferencia hacia nuestros semejantes.

La indiferencia está cada vez más presente en nuestra sociedad. Cada vez es mayor el número de personas, mayores y no tanto, que viven solas de manera involuntaria. ¿Qué nos está pasando? ¿Cómo puede ser que no sepamos que el vecino de enfrente está enfermo o que se encuentra sin vida? ¿Tan distanciados estamos que damos más cariño a un perro o a un gato que a un ser humano? Estamos entrando en la fase terminal de una sociedad enferma. Depende de nosotros poner remedio.

José Manuel Pena
Riveira (La Coruña)