Un Dios sorprendente - Alfa y Omega

La cultura de Martín es oriental. Llegó al colegio este año, a 1º de la ESO. Nada más empezar me dejó claro que no creía en Dios, que no conocía el cristianismo y que no le interesaba la religión. Le invité a no perder el interés en clase, porque para entender una sociedad, un pueblo concreto, un grupo; para entender la historia que a él tanto le gusta, hay que conocer la religión. Así han ido pasando las clases, los días y Martín atiende y participa. Como os digo, por cultura.

La semana pasada hablamos del rey David, ese hijo pequeño de Jesé que fue elegido por Samuel entre todos sus hermanos, posiblemente más altos y fuertes que él. Hablábamos de un Dios que elige a los pequeños, los que no destacan, los que piensan en los demás, los que hacen su trabajo sin darse importancia, sin destacar… La gente buena y sencilla. Martín abrió los ojos como platos y me preguntó sorprendido: «¿Dices que Dios elige a los débiles y pequeños? Pues no lo entiendo». «Me encanta que no lo entiendas, Martín» le contesté. Me di cuenta de que él tenía más posibilidad en ese momento que en ningún otro de dejarse sorprender por Dios. Más posibilidades que yo misma. «Yo en la vida quiero lo mejor», me dijo intentando seguir entendiendo la lógica de Dios, que en ese momento le parecía que era contraria a la suya. «Pues claro, Martín. Pero, ¿lo mejor solo para ti? ¿O también lo mejor para los demás?» No le costó contestar: «Las dos cosas».

Tengo ganas de poder seguir con el temario porque Martín ya ha conectado y, aunque no sé si llegará a creer algún día en Dios, estoy segura de que cuando conozca a Jesús de Nazaret, su modo de vivir y relacionarse con los demás, se va a plantear muchas cosas… Y va a ser apasionante.