Adiós a la Reina blanca - Alfa y Omega

Adiós a la Reina blanca

Una gran soberana y una gran cristiana murió el 5 de diciembre en el castillo de Stuyvenberg, en Bruselas, a la edad de 86 años. Al volver al Padre, la quinta reina de los belgas se reúne también con aquel por quien llevó duelo durante 21 años, el amor de su vida, el rey Balduino. Ella solía decir que sólo esperaba una cosa: reunirse con Balduino. Que ese sería un día de alegría para ella

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Esta reina católica causó sensación en el mundo entero asistiendo a las exequias de su esposo vestida totalmente de blanco, como signo de su esperanza en la resurrección, el 7 de agosto de 1993. Balduino murió de repente a los 62 años, después de reinar 42 años, durante sus vacaciones en España. La última aparición pública de la reina, cuya salud era cada vez más frágil, fue con ocasión del 20º aniversario de la muerte de Balduino.

Un matrimonio de amor entre dos fervientes católicos

Nacida en Madrid el 11 de junio de 1928, Doña Fabiola de Mora y Aragón, hija de la nobleza española, había sido enfermera antes de casarse con el más joven soberano de Europa, el 6 de diciembre de 1960. Un matrimonio de amor entre dos fervientes católicos.

Fue en Lourdes donde Balduino pidió la mano de Fabiola (…) procedente del catolicismo español más puro. Fabiola «fue elegida por la santísima Virgen para ser mi esposa», escribió el soberano. Ella estuvo siempre a su lado como un apoyo tan discreto como inquebrantable, sobre todo cuando el rey Balduino rechazó heroicamente, en 1990, firmar la ley que autorizaba el aborto en Bélgica.

Su dolor más grande fue no poder tener hijos. Fabiola perdió cinco bebés antes de nacer. «Comprendimos que nuestro corazón quedó más libre para amar a los niños, absolutamente a todos», confió ella un día. La reina multiplicó desde entonces sus acciones caritativas, creando la Fundación Fabiola para la salud mental. Se consagró también a la lucha contra la prostitución y la emancipación de las mujeres en los países en vías de desarrollo.

«Ella hizo de Balduino el rey que Bélgica necesitaba»

«Bélgica pierde a una gran reina. Una Reina de amor. Una Reina Blanca. Una Reina de corazón», escribe el diario La Libre Belgique en un editorial vibrante: «…rápidamente, en esta Bélgica gris, ella aportó el sol de su país, la sonrisa de su familia, la fuerza de su educación. En pocos meses, ella ayudó a su esposo a amar su deber de rey. En poco tiempo, ella se convirtió en más belga que los belgas».

«Rápidamente, aprendió el holandés y se hizo querer de todo un pueblo, los valones, los bruselenses, los flamencos, los germanófonos. Ella, que nunca pudo tener hijos, hizo de todos los niños de Bélgica su gran familia. Así, gracias a ella, a su amor, a su presencia pero también a su distancia, hizo de Balduino el Rey que Bélgica necesitaba. Un Rey que acompañó la transformación del país. De unitaria, Bélgica se hizo federal, a través de sucesivas reformas. Sin heridas, sin violencia».

«Hoy es duelo para todos los belgas», declaró Didier Reynders, vice-primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores. Ella «marcó a varias generaciones. Es una página de nuestra historia que pasa», añadió. «Todos sabían de sus convicciones, de su compromiso, de su atención a los más débiles, tanto durante sus 33 años de reinado como después de la muerte del Rey Balduino», declaró Benoit Lutgen, jefe del partido centrista CdH, de inspiración cristiana. «Ella mostraba claramente que era católica y practicante. La misa diaria era lo más importante», recuerda Benoît Lobet, «cura de la Reina». (RTBF)

Llena de vida y humor hasta el final

Acosada por los anticlericales, ella se encontró en el centro de una polémica a propósito de su fundación privada destinada a ayudar a sus sobrinos y sobrinas, y a obras culturales o sociales que promovían sus convicciones católicas.

Se la acusó de utilizar un pretexto caritativo como medio de escapar a los derechos de herencia. Proclamando su inocencia, ella renunció a esta fundación y se retiró aún más de la vida pública, el año mismo de la transferencia de poder entre su cuñado, el rey Alberto II, y su sobrino Felipe.

Lejos de ser una aguafiestas, Fabiola estaba llena de vida y de humor. «Esta mujer de alegre personalidad, apasionada de la música y del baile, devolvió la sonrisa a Balduino, conocido como el rey triste, después de su ascensión al trono en 1951 en condiciones muy difíciles después de la abdicación de su padre Leopoldo III». (Le Point)

Ella conservó su buen humor hasta el final. En respuesta a una carta anónima que la amenazaba con asesinarla con una ballesta durante la fiesta nacional del 21 de julio de 2009, ¡ella lució una manzana verde, en alusión a Guillermo Tell! «Ella hablaba con todos dejando de lado el protocolo», cuenta Stéphane Bern. La reina Fabiola consideraba a todo el mundo como igual, y decía siempre que estimaba tanto a la doncella que la ayudaba a vestirse como a un Jefe de Estado o a un ministro». (RTL)

Philippe Oswald / Aleteia