Los santos de la Santa - Alfa y Omega

Los santos de la Santa

Quien se deja amar por Cristo para amarle más a Él y a los hombres «jamás va solo al cielo; siempre lleva mucha gente tras de sí», decía santa Teresa. Y ella misma lo hizo vida. Su ejemplo e intercesión han llevado a incontables almas a Dios, y de ellas, algunas a los altares. Su querido compañero Juan de la Cruz; sus hijas espirituales Teresita de Lisieux, Maravillas de Jesús y Edith Stein, o el fundado de la Institución Teresiana, Pedro Poveda, son sólo algunos de los que grabaron en su corazón los consejos de la Santa. «Caminemos para el cielo/ hijos del Carmelo»

José Antonio Méndez
Santa Teresa y los santos del Carmelo. Grabado de la serie Vita B. Virginis Teresia, de Adrien Collaert y Cornelis Galle (año 1613). Museo de la Casa Natal, de Ávila

Eran ya tantas veces en que tornaba yo a caer, que esto me fatigaba. Mas considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme, que de su misericordia jamás desconfié. (…) Entendamos que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardemos estos dos mandamientos, seremos más perfectos. (…) Mirad que, aunque no somos santos, es gran bien pensar que, si nos esforzamos, Dios nos da la mano para serlo.

Santa Teresa de Jesús

La alegría del servicio

Andad alegres, sirviendo en lo que les mandan. (…) Si estáis alegres, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué hermosura! ¡Con qué majestad, qué victorioso, qué alegre! Como quien tan bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos, y a vos con Él.

Santa Teresa de Jesús

No queremos más que servir al Señor con alegría, donde quiera que Él nos lleve. (…) Confía en el Señor, que con tan inmenso amor te llama, y en Él encontrarás todo lo que tu corazón puede desear, la felicidad verdadera, no esa ficción que el mundo ofrece. (…) El Señor tiene cuidado de mí, ¿cómo me podrá dar descontento cualquier cosa que me venga?

Santa Maravillas de Jesús

La Cruz, a la luz del Crucificado

En la cruz está la vida
y el consuelo,
y ella sola es el camino
para el cielo.
(…)
Después que se puso en cruz
el Salvador,
en la cruz está la gloria,
y el honor;
y el padecer dolor,
vida y consuelo,
y el camino más seguro
para el cielo.

Santa Teresa de Jesús

Cuando se le ofreciere algún sinsabor y disgusto, acuérdese de Cristo crucificado, y calle. Viva en fe y esperanza, aunque sea a oscuras, que en esas tinieblas ampara Dios al alma. Arroje el cuidado suyo en Dios, que Él le tiene; ni la olvidará. No piense que la deja sola, que sería hacerle agravio. Lea, ore, alégrese en Dios, su bien y salud, El cual se lo dé y conserve todo hasta el día de la eternidad.

San Juan de la Cruz

El diálogo con Dios te cambia la vida

Espero yo en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se lo pagase; que no es otra cosa oración mental, a mí parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. ¡Oh bondad infinita de Dios (…), que toda me querría, cuando esto os veo, deshacer en amaros! ¡Oh, qué buen amigo hacéis, Señor mío! ¡Cómo le vais regalando y sufriendo [al alma], y esperáis a que se haga a vuestra condición, y mientras le sufrís Vos la suya! ¡Tomáis en cuenta, mi Señor, los ratos que os quiere, y con un punto de arrepentimiento olvidáis los que os ha ofendido!

Santa Teresa de Jesús

La obra de la salvación se realiza en la soledad y el silencio. En el diálogo silencioso del corazón con Dios se preparan las piedras vivas de las cuales está construido el reino de Dios y se modelan los instrumentos selectos que ayudan en la construcción. (…) Todos necesitamos de esas horas en las que escuchamos en silencio y dejamos que la Palabra divina obre en nosotros hasta el momento en que ella nos conduce a ser fructíferos en la ofrenda de la alabanza y en la ofrenda de las obras concretas.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)

El Amor es el origen de la fe

¡Oh Amor, que me amáis más de lo que yo puedo amar ni entiendo! ¿Para qué quiero, Señor, desear más de lo que Vos quisiereis darme? ¿Para qué me quiero cansar en pediros cosa pedida por mi deseo, pues todo lo que mi entendimiento puede organizar y mi deseo desear, ya sabéis Vos en qué termina, cuándo yo no entiendo lo que más me aprovecha?

Santa Teresa de Jesús

Yo soy esa hija, objeto del amor previsor de un Padre que no ha enviado a su Verbo a rescatar a los justos, sino a los pecadores. Él quiere que yo le ame porque me ha perdonado, no mucho, sino todo. No ha esperado a que yo le ame mucho, sino que ha querido que YO SEPA (sic) hasta qué punto Él me ha amado a mí, para que ahora yo le ame a Él ¡con locura! (…) De lo que estoy segura es de que la misericordia de Dios me acompañará siempre.

Santa Teresita de Lisieux

La fortaleza de la Iglesia es el ejemplo de los santos

¡Oh grandísimo mal de religiosos adonde no se guarda religión! (…) Más ha de temer el fraile y la monja que ha de comenzar de veras a seguir del todo su llamamiento, a los mismos de su casa, que a todos los demonios. (…) Y no sé de qué nos espantamos haya tantos males en la Iglesia, pues los que habían de ser los dechados para que todos sacasen virtudes, tienen tan borrada la labor que el espíritu de los santos pasados dejaron en las religiones. Plega a la Divina Majestad ponga remedio en ello, como ve que es menester. (…) Porque andan ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse espaldas unos a otros los que le sirven para ir adelante.

Santa Teresa de Jesús

Se debe hablar para confesar a Cristo, hacer profesión de fe, cuando lo exija el bien de la Iglesia y el provecho del prójimo. Seriamente, sin provocaciones, pero sin cobardías; sin petulancias, pero sin pusilanimidad; con caridad, pero sin adulaciones; con respeto, pero sin timidez; sin ira, pero con dignidad; sin terquedad, pero con firmeza; con valor, pero sin ser temerarios. (…) Ahora es tiempo de redoblar la oración, de hacer más penitencia, de sufrir mejor, de derrochar caridad, de hablar menos, de vivir muy unidos a Nuestro Señor, de ser muy prudentes, de consolar al prójimo, de alentar a los pusilánimes, de prodigar misericordia, de vivir pendientes de la Providencia, de tener y dar paz, de edificar al prójimo en todo momento. Nunca como ahora debemos estudiar la vida de los primeros cristianos para aprender de ellos a conducirnos en tiempos de persecución. ¡Cómo obedecían a la Iglesia, cómo confesaban a Jesucristo, cómo se preparaban para el martirio, cómo oraban por sus perseguidores, cómo perdonaban, cómo amaban, cómo bendecían al Señor, cómo alentaban a sus hermanos!

San Pedro Poveda