Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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El bien y el mal

El mal social que estamos viviendo en estos momentos políticos expresa desencuentros en cuanto a todo aquello que no nos lleve a practicar justicia y una moral, garantía y fortaleza para poder entendernos, conquistando bienestar y dicha para todos, como bien común y provecho para nuestras vidas.

La maldad es la separación de todo lo que debe permanecer unido, como una familia. El bien es buscar la verdad sin disfraces y falsas caretas, descalificaciones, mentiras y odios enconados por situaciones pasadas. Es aprovechar las virtudes y el bien hacer de ciudadanos libres que anhelan la felicidad en hermandad y disfrute compartidos.

Debemos entendernos, porque la razón, la caridad y el respeto nos lo exigen. Lo demás queda fuera de juego.

Juan Redondo Muñoz
Córdoba

La gran mentira de los refugiados

El diccionario define la palabra refugiado como un adjetivo que puede darse a aquel que encuentra refugio. Pero si pensamos en la situación real que padecen los que denominamos así, veremos que debería calificarse por todo lo contrario. Si algo puede calificar a estos hermanos es: abandonados, rechazados, despreciados, humillados, vejados, violados, expulsados, desamparados, maltratados, marginados, detenidos, aislados, pisoteados, discriminados, masacrados, acosados, utilizados, bombardeados, traumatizados, torturados, sitiados, aterrorizados, desconcertados, heridos, asesinados, decepcionados…

Es por esto que este pedazo de la historia que estamos viviendo será juzgado como uno de los momentos más sin vergüenza, hipócritas y cínicos que el ser humano haya podido vivir.

José María Santos Rodríguez
Valladolid

Iniciativa para el 14 de septiembre

En contestación a la carta de José Antonio Lérida publicada en Alfa y Omega nº 968, en la que proponía que saliéramos a la calle el próximo día 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, portando visiblemente una cruz, quería decirles que me parece muy bien esa iniciativa, que por un día, al menos, dejemos los complejos o miedo al qué dirán, mostrando ostensiblemente nuestra fe en el Crucificado. Me parece que también podríamos aprovechar esta Semana Santa para con nuestra asistencia a los oficios y procesiones, dar testimonio público de nuestra fe.

Todo esto, claro está, sin descuidar el mejor testimonio de adhesión a Cristo y a su Iglesia de llevar cada día nuestra cruz del cumplimiento esmerado y amoroso de nuestras obligaciones y actividades ordinarias.

María del Pilar Hernández
Madrid