La coronilla - Alfa y Omega

La coronilla

Manuel Cruz
Foto: EFE/EPA/Eric Thayer

Al salir de Misa, me preguntó un amigo con una cierta sonrisa enigmática:

–¿Conoces el rezo de la coronilla?

Extrañado, contesté:

–Pues no, la verdad. ¿De qué se trata?

–Yo tampoco lo conocía hasta que leí las revelaciones que tuvo santa Faustina Kowalska, ya sabes, la santa de la Misericordia.

–¿Y?

–Pues se trata del rosario de la misericordia, que viene muy al hilo de este Año Santo.

–Tampoco sabía que hay un rosario especialmente dedicado a la misericordia de Dios…

–Pues lo hay. Y yo me he enterado porque unos amigos nuestros han tenido la feliz idea de comprar un montón de ejemplares de una edición reducida de esas revelaciones y repartirlos en la puerta de la parroquia. Mira, aquí llevo uno… Se titula Mensaje de la Misericordia de Jesucristo al mundo actual. Y fíjate en la portada, qué bella imagen de Jesús, representado tal y como pudo verlo la santa polaca, con esos rayos que salen de su corazón para mostrar su amor eterno a todos los seres humanos, tú y yo, por ejemplo. Ya ves, una joya. ¡Y solo cuesta un euro! Lo ha editado la Congregación de Marianos de la Inmaculada Concepción, en Estados Unidos, y ya va por la quinta edición.

–¿Y eso de la coronilla?

–Verás, prefiero no decirte nada: hay que leer las revelaciones que tuvo la santa, canonizada por cierto por Juan Pablo II, en abril del año 2000. El querido Papa tenía muy clara la necesidad de transmitir al mundo el mensaje de la Divina Misericordia para que se conozca mejor el verdadero rostro de Jesús.

–Entonces, ¿me voy a quedar, mientras tanto, sin conocer la coronilla?

–Anda, lee: quedarás fascinado. Te doy mi ejemplar, porque tengo muchos más para regalar…

–Esto si que es un regalo de Pascua… ¡Gracias, amigo!

(NOTA: Esta conversación ocurrió a mediados de la Cuaresma. Y, por supuesto, ya lo he leído. Más bien, lo he devorado. Y he disfrutado como nunca. ¿Se lo resumo como anticipo de la celebración del Jueves Santo? Dios nos ama infinitamente por muy malvados que seamos. Y para obtener su misericordia basta con acudir al sacramento de la Reconciliación, de la Penitencia, del Perdón… El misterio más grande que jamás haya podido imaginar la mente humana).