En un mundo como este - Alfa y Omega

En un mundo como este, en el que nadie se preocupa por nadie, Cristo en la cruz habla de un hombre que sufre de amor por Dios, pero sobre todo de Dios hecho hombre que sufre de amor por el hombre.

En un mundo como este, en el que corremos de un lugar a otro sin rumbo ni destino seguros, en el que el tiempo se nos pasa sin poder apenas percibirlo, Cristo en la cruz nos detiene, nos mira, nos obliga a mirarle, y en Él mirarnos a nosotros mismos, y abrazar su vida y abrazar nuestra vida y, solo así, por fin, vivirla.

En un mundo como este, en el que el hombre se convierte en el peor enemigo de sí mismo, en el que el hermano lucha contra el hermano, Cristo en la cruz sella el pacto de la paz eterna, que no es la paz del poder y de la opresión, sino la paz de la unidad y la libertad.

En un mundo en el que unos pocos viven esclavos de la posesión, y en el que muchos viven esclavos del olvido y del empobrecimiento, Cristo en la cruz descubre a los primeros su mortal pobreza, mientras colma de riquezas imperecederas al pobre.

En un mundo en el que lo más hermoso, el amor de una madre por sus hijos, a veces se ve traicionado por una silenciosa deshumanización, Cristo en la cruz abraza con ternura al niño que no vio la luz, y hace suyo el sufrimiento que hasta a los verdugos de tal ignominia aflige, y les ofrece su perdón.

En un mundo que finge no necesitar a Dios, y que anda, entre engañado y asqueado, errante probando y desechando sucedáneos de sentido, Cristo en la cruz lo atrae con su silencio, mostrándole que tanto es el amor que Dios le tiene, que hace suya hasta su propia ausencia y oscuridad.

En un mundo en el que parece que el mal siempre triunfa y el bien pierde, en el que parece que la belleza languidece ante la fealdad, Cristo en la cruz nos ofrece la mirada más verdadera jamás advertida, la bondad más sublime jamás mostrada, la belleza más fascinante jamás contemplada.

En un mundo en el que hay tanto bien interminable pero escondido, prodigado pero silenciado, tan luminoso y a veces tan ocultado, Cristo en la cruz brilla como un espejo en el que todos pueden ver el horizonte victorioso del bien, en la esperanza cierta de la Resurrección.

En un mundo como este, que grita Dios en silencio, el silencio de esta Semana Santa le susurra una certeza, una provocación, una admiración: Cristo en la cruz es el único Dios verdadero, allá en el cielo, acá en la tierra, el único Dios capaz de saciar el anhelo del hombre en un mundo como este…