Madrid llena - Alfa y Omega

Madrid llena

Rodrigo Pinedo
Foto: Maya Balanya

Estos días, la escaleta de los informativos ha estado marcada por los abominables atentados que sacuden el mundo. Pero tras las malas noticias, las que tocan y trastocan, los editores incluyen otras amables. Como cada Semana Santa, se han sucedido las imágenes de playas y procesiones, de bañistas y cofrades deseando que no lloviera. Quizá porque el Congreso anda de vacaciones o porque la capital no tiene mar y muchos piensan que aquí no queda ni un alma, Madrid ha cedido su habitual protagonismo.

Las procesiones de la Villa y Corte son desconocidas para el común de los telespectadores e incluso para muchos madrileños, que efectivamente parten en busca de sol y playa. Quien se ha quedado aquí, como Laura, una amiga periodista, ha visto procesiones con «gran afluencia», familiares, y vividas con «mucho recogimiento», más al estilo castellano que al andaluz.

El Domingo de Ramos, la imagen de Nuestro Padre Jesús del Amor, conocida popularmente como La Borriquita, salió por vez primera desde la catedral. Y en un momento del recorrido tuvo que guarecerse de la lluvia en los soportales de la Plaza Mayor. Esa misma tarde, sin dejar de mirar el cielo, el Cristo de Los Estudiantes completó su habitual recorrido rodeado de devotos.

El Miércoles Santo, como cada año, salió la Hermandad de Los Gitanos; mientras que el Jueves Santo se cruzaron en las calles Jesús El Pobre, Jesús del Gran Poder y La Macarena –a la que la familia de Laura dedicó un sonoro «¡Guapa!»–. Nuestro arzobispo también se sumó al recorrido y alentó a los cofrades: «Tenéis que llevar esperanza como Ella», dijo monseñor Osoro a los macarenos, después de apartar el faldón de la imagen. «Seguid adelante», pidió a los anderos.

El Viernes Santo salieron el popularísimo Jesús de Medinaceli, el Cristo de los Alabarderos, El Divino Cautivo –que ya había recorrido el barrio de Salamanca el día anterior–, María Santísima de los Siete Dolores, el Santo Entierro… y el Sábado Santo, La Soledad.

Como me explicaba el asistente eclesiástico de Hermandades y Cofradías, Ángel Miralles, la gente está «volcada» tanto en estas procesiones como en las de los pueblos y barrios –con incorporaciones como la del Ensanche de Vallecas–, y hay un ambiente de gran respeto. Y al final, aunque Madrid esté más vacía que de costumbre, a muchos les llena más que nunca.