Trincheras de humanidad - Alfa y Omega

Se llaman Elahi, Carmen, Tania, Maite, Famara, Marta, Sidi, Carre, Javi, Bara, Rafa, Conchita… Están siempre ahí. Se puede contar con ellos a cualquier hora del día y la noche. Aunque siempre están atareados, basta un telefonazo para que aparezcan y saquen como sea tiempo de su vida sin tiempo. Son expertos en robar horas al sueño, en sacar colchones y camas plegables para acoger gentes procedentes de cualquier frontera.

Saben que la calle es dura y la soledad también. Y que el «cada uno a lo suyo y sálvese quien pueda» nunca es alternativa. Algunos son cristianos, otros musulmanes y para otros su credo es la dignidad humana, que es el nombre laico de Dios. No trepan. No buscan protagonismo, aunque mucha gente los conoce y son figuras referenciales. Su economía tampoco mejora con el tiempo y una nunca sabe cómo estiran el dinero para poder vivir y compartir con la gente como lo hacen.

Se han hecho expertos en acompañar malas rachas, visitar a gente en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) y denunciar violencias racistas, como la que sucedió de nuevo hace unos días. Durante una detención, dos policías municipales rompieron un brazo a un amigo mantero, y hubo que operarle de urgencia, además de sostener su tristeza y su humillación.

Son expertos en complicarse la vida con otros y por otros. Como Javi, a quien, por fotografiar una redada racista, un tribunal le pide dos años de cárcel y 7.500 euros de multa.

A veces se cansan, pierden por breve tiempo la calma y lloran de rabia, pero no les he visto nunca perder la ternura. Se niegan a la indiferencia globalizada y al mercadeo con el sufrimiento humano. Por eso se organizan resilientemente, con otros y otras, para encararlo.

Algunos son blancos, otros negros o cobrizos, son hombres y mujeres con cuerpos, pieles y acentos diferentes. No saldrán nunca en los libros de Historia pero en las vidas de muchos resultan imborrables. Honran la condición humana y la hacen más amable. Son trincheras de humanidad y esperanza en el espesor de cada día.