La transformación de la naturaleza trae la transformación de las personas - Alfa y Omega

En el momento en el que me toca entregar este escrito, aún no hemos empezado las clases y ando todavía haciendo mi propio camino para reconocer al Resucitado. Intento poner nombre a los signos de resurrección que a partir de mañana puedo ver, para no darlos por hecho y considerarlos algo normal en la vida. Pensando en ello me doy cuenta de que, además de los signos de vida que nos regalan las personas y de los que ya he hablado mucho, hay otro muy simbólico que también tenemos en el colegio: la naturaleza, la creación… En forma de huerto escolar.

La idea del huerto escolar no solo surgió porque ahora se considera una acción innovadora de aprendizaje, sino porque ya hace años que muchos educadores vocacionados, profesores muy comprometidos, entendieron que la transformación de la naturaleza por parte de los alumnos trae como consecuencia la transformación de las personas. Cuando los alumnos de formación profesional básica salen con los aperos de labranza, con esos andares cansados que tienen muchos adolescentes, jóvenes que no han pisado el campo en mucho tiempo o en su vida, se entiende el esfuerzo motivador de sus profesores para que al final se llegue a ver el milagro. Es la constancia en el ánimo, en la labor educadora, la transmisión de confianza de los profesores a los alumnos, la que hace a los alumnos llegar a creer que el trabajo de hoy va a dar frutos, aunque no se vean en un tiempo; a creer en que son ellos mismos los que lo pueden lograr y lo hacen posible.

Creer en ellos mismos y entender que todo y todos tienen su proceso; remover la tierra, sembrar, esperar y disfrutar de los frutos, sean los esperados o no. Todo esto es la vida misma para todos, una metáfora de lo cotidiano.