Niños que cuidan a ancianos - Alfa y Omega

Niños que cuidan a ancianos

En una casa de Torrelodones viven 30 ancianos en una difícil situación económica, muchos de ellos abandonados, y con un alto grado de dependencia. La parroquia de San Ignacio de Loyola montó, hace 33 años, esta pequeña residencia para acoger a los mayores de la zona sin recursos, y los niños del colegio parroquial se vuelcan en cuidarlos. El próximo lunes, 15 de diciembre, monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, irá a visitarlos

Cristina Sánchez Aguilar
Los ancianos de la residencia, en uno de sus seminarios de Vida Ascendente

La secretaría de colegio San Ignacio de Loyola, de Torrelodones, bien parece una delegación del almacén de los Reyes Magos. Durante este mes, los alumnos animan a sus padres a comprar bufandas, colonias, pañuelos, pulseras, collares…, cualquier detalle que estos días navideños hagan sonreír a sus abuelitos. Y es que la parroquia a la que pertenece el centro educativo tiene una obra de caridad, «la gran obra parroquial», como la define el párroco, don Gabriel García Serrano: la residencia Santa María de los Ángeles, una casa en la que viven 30 ancianos en situación de pobreza, soledad y un alto nivel de dependencia.

Como llega la Navidad, y con ella el tiempo de afanarse en cuidar un poco más a quienes menos tienen, los padres y alumnos del colegio se vuelcan con los ancianos. Lidera el cotarro Rafael González, un papá concienciado de la necesidad de compañía y cariño de los mayores. «Un día de las vacaciones de Navidad, nos vestimos de Reyes Magos -yo soy Baltasar- y entregamos a los ancianos los regalos que se recogen», explica. Sus dos hijos, su mujer y él ya están manos a la obra, preparando el gran día: «Recogemos los regalos que van llegando a la secretaría y nos los llevamos a casa, para envolverlos bonitos». Es la segunda vez que se hace esta iniciativa, y Rafael reconoce «que es una experiencia maravillosa. Sólo ver la sonrisa que te ponen cuando les acompañas y les das su regalo… lo vale todo». Por eso, inculca a sus hijos «que hay muchas personas que se sienten solas, que no tienen tanto como nosotros. Y que están muy cerca».

La concienciación da resultado. Sus hijos, y otros compañeros del colegio, además de organizar la campaña de Navidad, están vendiendo calendarios de Adviento para recaudar fondos para la residencia, que funciona con dinero de la parroquia y pasa mucha necesidad. También van a ir, la semana que viene, a decorar la casa con globos y dibujos, «para que esté bonita para la Navidad, y también para la visita de monseñor Osoro, que vendrá el lunes 15 por la mañana con ocasión del 50 aniversario del colegio», cuenta don Gabriel, párroco y titular de la residencia. El 24 y el 31 de diciembre, los adolescentes y jóvenes de la parroquia servirán la cena navideña, y cantarán villancicos. Y durante el año, cada vez que hay una necesidad, allí está el cole para intentar paliarla: «Hace un par de meses, organizamos una recogida de fondos para regalarles una vajilla nueva, porque vimos que la que tenían estaba ya muy viejita», cuenta una mamá. También padres, alumnos y otros voluntarios se organizan para ayudar en los turnos de comida.

La soledad…, aun con familia

«Los chavales tienen a los ancianos siempre en mente. Se complementan estupendamente», señala el párroco; «hacemos muchas actividades conjuntas entre el colegio y la residencia, y surgen relaciones muy estrechas entre ellos. Los mayores hablan a los niños de sus experiencias, y los pequeños contagian su alegría a los ancianos». Una alegría que necesitan, sin duda. Teniendo en cuenta que muchos de ellos no tienen familia -hay cinco de ellos en situación de abandono total-, «o si la tienen…, no van mucho por allí», afirma Juan José Velilla, coordinador de voluntariado de la residencia, que cuenta el caso de una señora que, hace unos meses, se pasó una semana entera con el bolso entre las piernas, para estar preparada porque esa tarde iba a ir su hijo a verla. Una tarde tras otra. Pero su hijo nunca llegaba. «Nosotros nos afanamos en hacerles pasar las horas lo más felices posibles, pero cuando ven a sus hijos y nietos -los que tienen-, el brillo de sus ojos se multiplica por mil».

Una de las visitas de los alumnos del colegio

Por eso, la labor espiritual es básica en la residencia. «Tienen Misa diaria, visitas de religiosas, seminarios de Vida Ascendente una vez a la semana… Aquí, como dice nuestro lema, somos un hogar con corazón, y hacemos especial hincapié en su formación espiritual. Tienen una necesidad de Dios inmensa», sostiene el párroco. «Necesitan que alguien les recuerde que no están aquí por casualidad, con 90 años y en una silla de ruedas. Muchos se preguntan por qué siguen vivos», añade Velilla.

El voluntariado es el otro pilar de la residencia, «que no tiene ánimo de lucro, y que no tiene un precio fijo para los residentes. De hecho, cada uno aporta lo que puede, si puede», explica su directora, Estrella Gallego. El centro, que no tiene plazas concertadas, y por tanto, ningún convenio, «sobrevive porque nos pasamos el día pidiendo a unos y otros, y sobre todo por los 56 voluntarios que tenemos, que hacen labor asistencial, y también de gestión y administración». Hasta ella es voluntaria. Dejó, hace tres años, su trabajo en comercio exterior, «porque tenía tres hijos a los que no veía, y elegí mi familia». Ahora, compagina la dirección de la residencia con atender a los suyos: «Decidí que, en esta etapa de mi vida, no quería cambiar tiempo por dinero. Sólo entregar mi tiempo». Estrella, que afirma que «eso de la Providencia funciona», señala que la residencia sale adelante porque «es una labor conjunta de muchas personas que miran al cielo todos los días. Y cuando miras al cielo, el cielo te mira a ti».