Manuel Nin Güell: «La visita a Lesbos es un gesto de la Iglesia que preside en la caridad» - Alfa y Omega

Manuel Nin Güell: «La visita a Lesbos es un gesto de la Iglesia que preside en la caridad»

Este viernes, la basílica de San Pablo Extramuros acogerá la ordenación episcopal del sacerdote benedictino Manuel Nin Güell, hasta ahora rector del Pontificio Colegio Griego de Roma. El 29 de mayo, será entronizado en Atenas como exarca apostólico de los católicos griegos de rito bizantino. A sus 60 años, este monje del monasterio de Montserrat se convertirá en pastor de unos 6.000 fieles, entre los que hay refugiados de Siria e Irak. Cree que la visita del Papa a Lesbos de este sábado «supone un cambio de punto de vista». Más que una visita pastoral preparada durante meses, es un «gesto espontáneo» que subraya que «la Iglesia de Roma es la que preside a las demás en la caridad». Atraído por el mundo oriental desde sus tiempos como novicio, disfruta tanto con los iconos y los cantos bizantinos como con el gregoriano y el arte románico

María Martínez López
Voluntarios de Cáritas Atenas atienden a un grupo de refugiados recién llegados. Foto: Cáritas Atenas

¿Qué hace un benedictino de Montserrat como exarca en Grecia?
Mi interés por el mundo oriental cristiano nació cuando en 1975 entré en el monasterio de Montserrat. El maestro de novicios me empezó a introducir en este mundo, en el conocimiento de las lenguas antiguas. A lo largo de todo el siglo XX, este monasterio ha tenido mucho interés hacia el mundo oriental. Diversos monjes han sido responsables del seminario siriaco católico en Jerusalén, y en los años 70 y 80 otros estuvieron como al frente del Instituto Ecuménico de Tantur, fundado por Pablo VI en Belén. Al acabar la formación teológica, el abad me mandó a Roma para hacer la especialización en teología patrística. Allí descubrí y empecé a frecuentar el Pontificio Colegio Griego, el centro para seminaristas católicos orientales en Roma, que León XIII confió a los benedictinos. En 1994 pasé a residir allí primero como padre espiritual, y desde 1999 como rector.

Y ahora, en un salto desde esta dedicación más bien académica, se va a convertir en el primer exarca no griego. ¿Cómo recibió este nombramiento?
El 4 de enero me llamó el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales. Yo sabía que hacía dos años mi predecesor, monseñor Dimitrios, había presentado la renuncia. Pero pensé que el prefecto me llamaba para algo del Colegio Griego. Cuando me habló del nombramiento, le dije que yo no era griego, y me contestó: «Es importante que haya un obispo en el exarcado, y que conozca esta realidad, aunque no sea griego». Le pedí un poco de tiempo para reflexionar y consultar con alguna persona de confianza. Al día siguiente fui a verlo y le dije que aceptaba el nombramiento con la confianza de que es algo que yo no he buscado, y con una visión de fe. Es un servicio eclesial que se me pide dentro del conocimiento que he ido adquiriendo en estos años.

¿Qué es exactamente un exarcado apostólico?
Una diócesis que depende directamente de la Santa Sede [a diferencia de otras estructuras de las iglesias orientales, que dependen de patriarcados o arzobispados mayores]. La Iglesia católica en Grecia tiene cuatro diócesis de rito latino, y dos exarcados, armenio y de rito bizantino. Las diócesis latinas se remontan a la época de la dominación veneciana, y están sobre todo en las islas, aunque hay otra en Atenas. El exarcado para los católicos de rito bizantino se fundó cuando, después de la I Guerra Mundial y de la Guerra Greco-turca (1919-1922), un grupo de griegos orientales católicos de Constantinopla tuvieron que huir a Grecia.

¿Cómo es el pequeño rebaño que se le ha encomendado?
Su territorio es toda Grecia. Nuestra realidad es de aproximadamente unos 6.000 fieles, que se concentran sobre todo en Atenas. Además de los griegos, hay una presencia importante de católicos ucranianos —que emigraron tras la caída del régimen comunista— y caldeos de Siria e Irak. El clero lo forman siete sacerdotes —seis griegos y uno ucraniano— y un diácono caldeo para estos cristianos sirios e iraquíes. Tenemos un seminarista, que estudia en el Colegio Griego. Hay una comunidad de hermanas, un hospital, una casa de ancianos, otra para enfermos autistas, Cáritas, y una presencia de laicos muy comprometidos en la vida de la Iglesia. Es una realidad muy pequeña, pero en la que he encontrado mucha vida y ganas de caminar.

Háblenos de esos refugiados cristianos que atienden en el exarcado.
Es un grupo importante que ha llegado a raíz de la guerra en Siria y en Irak. Algunos están en centros de refugiados, otros han encontrado un hogar más adecuado. Muchos de los caldeos que llegan están en Grecia solo de paso. Esperan que sus familiares que emigraron a Estados Unidos o Canadá hace 30 o 40 años los puedan llamar para irse a estos países. En el exarcado encuentran un punto de referencia al menos pastoral. No tenemos muchos medios económicos, pero en lo que podemos intentamos ayudarlos y acogerlos a través de Cáritas y de muchas personas que ayudan.

Foto: Archivo personal de Manuel Nin

¿Colaboran también en la atención al resto de refugiados?
La Cáritas del exarcado trabaja junto con las de las diócesis latinas y con parroquias ortodoxas de cara a esta realidad dramática. Hace un mes estuve en Atenas y daba impresión ver calles y plazas llenas de refugiados acampados. Nuestra ayuda se centra en iniciativas a un nivel muy concreto: comida, vestido… Tenemos dos centros donde se recogen todo lo que luego pueda ser dado a los refugiados. A nivel burocrático, de gestión de solicitudes de asilo, trabaja la Cáritas de la Iglesia latina.

¿Qué espera el Papa de su nueva misión?
Tenía audiencia con él este sábado, al día siguiente de la ordenación. Pero se ha pospuesto por su viaje a Lesbos. Yo ya le he expuesto por escrito cuál era mi opinión y mi actitud. Lo que quiere él, me lo ha comunicado en parte el cardenal Sandri: que sea un buen obispo para esta realidad eclesial tan diversa. No es solo que haya griegos católicos de rito bizantino; también hay caldeos y ucranianos. Ahora esta realidad multiétnica se multiplica con la llegada de un exarca que no es griego.

¿Cómo espera la comunidad grecocatólica al Papa?
En las islas hay sobre todo comunidades latinas. Todos los católicos ven muy bien el gesto del Papa de visitar en Lesbos esta realidad dramática. Hay expectación. No es una visita pastoral del papa a Grecia como la de Juan Pablo II en 2001.

Los Papas y los patriarcas de Constantinopla se han encontrado con cierta frecuencia, pero a Grecia solo ha ido un Papa una vez. ¿Qué significa esta segunda visita?
Creo que es positiva sobre todo por la espontaneidad del gesto. Otro tipo de visita habría necesitado una preparación de meses. Esta supone un cambio de punto de vista. Más que una visita preparada durante meses, en diálogo sobre qué se hace y qué no, quién está y quién no, es un gesto de caridad de la Iglesia de Roma hacia otra Iglesia. Está en la línea de lo que decían los textos de los primeros Padres de la Iglesia: la Iglesia de Roma es la que preside a las demás en la caridad. No es una presidencia diplomática, eclesial ni mucho menos política.

En el encuentro del Papa con el patriarca Cirilo, se habló del ecumenismo que se hace caminando juntos. ¿Este ecumenismo de la caridad va en esa línea?
Puede ser. En las guerras vemos dramáticamente cómo existe un ecumenismo de la sangre. El martirio crea vínculos ecuménicos a veces mucho más fuertes, más duraderos que el ecumenismo a nivel diplomático. El ecumenismo del diálogo oficial, más lento, es necesario. Pero ese ecumenismo de la caridad al que nos está acostumbrando el Papa supone otro camino.

La visita de Juan Pablo II a Grecia en el año 2001 no fue fácil. ¿Cómo es la situación ahora?
El diálogo de la Iglesia católica en general con la Iglesia ortodoxa es un diálogo que progresa lentamente sin pretender demasiadas cosas vistosas, sino más bien desde el contacto diario, fraterno, entre las iglesias. Con el exarcado ha habido dificultades, pero mi actitud al llegar a Grecia es la de tener una presencia fraterna, que siempre que sea posible la colaboración un diálogo fraterno sin grandes pretensiones.

Usted se sintió atraído por el mundo cristiano oriental. ¿Qué podemos aprender en la Iglesia latina de esa rica tradición litúrgica?
La bizantina es una de las siete tradiciones litúrgicas que hay en Oriente. Más que aprender, en Oriente la mentalidad latina puede reencontrar la belleza de la liturgia, del arte. La liturgia oriental tiene aspectos humanos y teológicos que se manifiestan en celebraciones más largas, más complejas. Creo que el interés hacia esas liturgias busca reencontrar esa faceta contemplativa. Sería bueno que, con esta influencia, Occidente pudiera recuperar esa dimensión de la belleza artística, que lleva a la Belleza que es Dios. El rito romano es más austero, pero también la tiene. Yo disfruto las dos tradiciones. Cuando me hablan de la belleza de los iconos, respondo que también hay belleza en el arte románico. O cuando me dicen que los cantos bizantinos son bellísimos, yo subrayo que también el canto gregoriano. Es importante no perder ni una tradición ni la otra. El conocimiento mutuo puede servirnos para valorar y respetar la propia tradición.