«No es sólo un cura cercano, y ya. Es que te lleva a Dios» - Alfa y Omega

«No es sólo un cura cercano, y ya. Es que te lleva a Dios»

Con cientos de kilómetros recorridos y varias horas de viaje a la espalda, cientos de fieles de las diócesis por las que ha pasado monseñor Carlos Osoro (Santander, Orense, Oviedo y Valencia) quisieron arropar al nuevo arzobispo de Madrid en su toma de posesión. Sus testimonios, como un mosaico, trazan el retrato de un sacerdote cercano, muy preocupado por los necesitados, siempre disponible, hombre de oración y, sobre todo, «que te lleva a Dios»

Redacción

Un abrazo a Óscar, el niño que jugaba a ser obispo

Óscar tiene 20 años y una sonrisa que llama la atención. Desde que era un crío, vive en el Hogar Santa María de la Vida, que las franciscanas misioneras de la Divina Pastora tienen en Madrid para acoger a niños con dificultades, donde le han ayudado a vivir feliz a pesar de sufrir, entre otras complicaciones, espina bífida. De pequeño jugaba a ser obispo, y hoy dice que es «muy amigo de Jesús» y que, por eso, «le doy gracias a Dios todos los días, porque me ha dado la vida». El pasado sábado, Óscar tenía una enorme ilusión en poder saludar al nuevo obispo en su toma de posesión, «porque es muy amigo de Jesús, como yo». Al terminar la Misa de toma de posesión, Óscar se acercó al presbiterio acompañado de la Hermana Susana, de la Divina Pastora, pero el personal de seguridad les pidió que se pusieran a la cola para mantener el orden. Sin embargo, alguien le dio el soplo a monseñor Osoro, que, cuando lo vio acercarse en su silla de ruedas, pidió al equipo de seguridad que le hiciesen un hueco, hizo esperar a las autoridades a las que estaba saludando, y se fue a bendecirlo, a abrazarlo y a charlar con él. Tan emocionado estaba Óscar después, que no le salían las palabras. «Es muy majo. Y muy bueno», dice un ratito después del abrazo con don Carlos. Y con una alegría difícilmente descriptible, explica que, a su nuevo obispo, «le pido que le pida a Dios que me siga ayudando y que me cuide siempre. Porque a mí Dios me hace muy feliz». A lo que la Hermana Susana añade, «y hoy, todavía más feliz, porque tenía una ilusión enorme por saludar al obispo. Sólo con este gesto, ya se ve que monseñor Osoro tiene el corazón puesto en Cristo».

Aquel profesor de Matemáticas de Salamanca

Beni forma parte del primer grupo al que saludó monseñor Carlos Osoro al final de su toma de posesión: sus alumnos de Salamanca. «Él, con 28 años, había ido a Salamanca al Seminario, y fue a la Pontificia a estudiar Teología -recuerda-. Allí entró en contacto con la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, donde había un centro de educación de adultos», y él se incorporó como profesor de Matemáticas. «De eso nació la amistad, y mucho más que amistad. En todos nosotros dejó una huella muy importante, porque es una persona que tiene un carisma especial. Era una persona muy sencilla, muy de darse a los demás, jovial. Fuimos a verle cuando le ordenaron de sacerdote, y también de obispo, y hemos seguido toda su trayectoria. Ha llegado un obispo a Madrid que es un fuera de serie», asegura. Enseña, orgullosa, el regalo que le iban a hacer: una foto enmarcada de los 15 del grupo. Ellos se quedan, a cambio, con «todos los recuerdos que tenemos de cuando nos íbamos a un campo que hay en Salamanca, que se llama La Flecha, y allí nos daba clase, y luego jugábamos».

«Vamos a seguir mandándole naranjas de Valencia»

A María Carrascosa, vocal de espiritualidad del Consejo archidiocesano de la Adoración Nocturna de España en Valencia, se le humedecen los ojos al hablar de monseñor Osoro. «La verdad es que lo echamos mucho de menos», reconoce. Cientos de valencianos como ella llenaron el sábado autobuses, trenes y coches particulares para acercarse a Madrid, acompañar a su antiguo obispo en su toma de posesión y volver en el día. «Cuando se hacen las cosas por amor, no es paliza. Tenemos mucho amor a don Carlos. Ha sido un pastor-pastor, y hemos tenido con él más trato de amigos que de pastor. Allá donde hemos estado, ha venido a saludar, estaba pendiente de todo y con todos. Una vez me vio de lejos con la mano escayolada, y desde entonces, siempre venía a preguntarme cómo seguía. Y en las procesiones, cuando veía enfermos, discapacitados, ancianos o niños, siempre se salía de la procesión para ir a saludarlos. Pero sobre todo ha hecho una misión impresionante con los jóvenes». Por eso, María recomienda «que los jóvenes de Madrid vayan a las Vigilias de oración, porque valen mucho la pena». Al despedirse, cuenta: «Vamos a seguir mandándole naranjas de Valencia, para que las pueda seguir comiendo aquí».

Un cura «que da escalofríos en el corazón»

Jaime conoció a don Carlos Osoro cuando era vicario parroquial en Torrelavega, y él, como otros muchachos, empezó a frecuentar La Pajarera, el local aledaño a la parroquia que el joven cura había rehabilitado para ellos. Con el correr de los años, Jaime mantuvo el contacto con el sacerdote, que después fue Vicario General de la diócesis, y conoció a María, que hoy es su mujer desde hace casi tres décadas. «Don Carlos fue el cura que nos casó y el que ha bautizado a mis dos hijas. Es un hombre cercano, de esas personas que sabes que siempre las tienes disponibles, y por eso le hemos acompañado siempre: a Orense, a Oviedo, a Valencia y ahora a Madrid», dice Jaime, a las puertas de la catedral de La Almudena, antes de poder saludarlo. «Él nos ha acompañado siempre, en los momentos importantes y en los no tan importantes. Y siempre nos va hablando de Dios», añade María. «Es que no es un cura cercano y nada más. No, no, él te ayuda a estar cerca de Dios. Lo que te dice puede parecer muy sencillo, muy natural…, pero tiene mucho calado. Se nota que Dios te habla cuando te habla él, porque te engancha con lo que dice; parece que hasta te da un escalofrío en el corazón, como si te dieses cuenta de que Dios está cerca», dice Jaime. Y añade emocionado: «Tener el privilegio de tener cerca un cura así para tu familia es… ¡puf! Así que ahora como obispo, seguro que muchas familias también lo disfrutarán».

«Te ayuda a ser Iglesia»

Las carmelitas misioneras del Espíritu Santo nacieron hace 30 años en Brasil, con el carisma de «contemplar para evangelizar a la luz del Espíritu». Hace unas décadas, llegaron a España de la mano de su fundadora, la Madre María José del Espíritu Santo, y «desde que don Carlos la conoció a ella y conoció nuestro carisma, lo ha valorado tanto que siempre nos ha pedido que le acompañemos allí donde ha estado: nos llevó a Orense, a Oviedo, a Valencia… Ahora en Madrid ya tenemos una casa, así que también vendrá a vernos», dice una parte de la comunidad de carmelitas de Valencia, que se desplazaron hasta Madrid para acompañar al nuevo arzobispo de la capital. «La vida religiosa no puede vivir sin la comunión con el pastor diocesano -dicen-, por eso, tener un obispo cercano a nosotras, como lo es don Carlos, que te entiende, te valora y te hace sentir la protección y el calor de la Iglesia, te lleva a vivir más limpiamente tu carisma y a afianzarte más en tu identidad. Monseñor Osoro te ayuda a ser Iglesia». Y lanzan un mensaje a las diferentes congregaciones, Órdenes religiosas e institutos seculares de Madrid: «Don Carlos valora mucho la vida consagrada; así que esperamos que los religiosos y las religiosas de Madrid también disfruten y valoren la cercanía personal de Cristo, que se siente y se experimenta a través de la cercanía de su nuevo pastor».

Contra la droga: ayuda y oración

Amigos de Santander y otros iniciadores de Proyecto Hombre-Cantabria, junto a la Hermana Pilar y Pepe Castellanos (a la derecha)

Hace años, Pepe Castellanos, la Hermana Pilar Ruiz de la Prada, de los Sagrados Corazones, y otro nutrido grupo de hombres y mujeres de Santander se decidieron a implantar la delegación cántabra de la ONG Proyecto Hombre, para rehabilitar y cuidar a las personas enganchadas a la tortura de la droga. Algo para lo que contaron con un apoyo fundamental: el del Vicario General de la diócesis, por entonces el joven sacerdote Carlos Osoro. Desde aquellos días, mantienen la amistad con él, que no se enfría ni con los años ni con los kilómetros que los separan, y que les lleva a seguirlo allí donde va. «Don Carlos es un hombre entrañable y sencillo, de esas personas que siempre está disponible, y que es especialmente cercano y sensible con la gente que sufre», cuenta Pepe. «Y no es sólo una persona que se implique, sino que hace que otros también lo hagan -añade la Hermana Pilar-. Además, no cae en el activismo, aunque haga muchas cosas, sino que sobre todo es un hombre de oración, que sabe que, como cristianos, cuando ayudamos a los que sufren, no basta con dar ayuda material, que también, sino sobre todo transmitir ánimo, esperanza y al Señor».

El lenguaje de Dios lo hablan también los sordos

Más de dos horas después de que concluyese la Eucaristía, monseñor Osoro seguía saludando a los fieles que se acercaban a darle la bienvenida. Entre ellos, un grupo de personas sordomudas que pertenecen a la parroquia madrileña de Santa María del Silencio, y que gracias a los dos catequistas e intérpretes que los acompañan explican para Alfa y Omega que «queríamos recibirlo, porque él nos lleva al Señor». Y hablando a través de sus manos, uno de ellos, Javier, cuenta que «él habla el mismo idioma que nosotros, porque habla de Dios y eso es lo que nos llega al corazón. Cuando le hemos saludado, ha sido muy cariñoso. Nos habían dicho que monseñor Osoro se pone siempre al servicio de la gente que lo necesita más, así que estamos contentos, porque necesitamos que ayude más a las personas con deficiencias auditivas: hace falta que los sacerdotes y los seminaristas puedan formarse en la lengua de signos, y que haya intérpretes en las parroquias. Dios también habla con lengua de signos».

María Martínez / José Antonio Méndez