«Hay muchos muertos: como sacerdotes queremos estar presentes dando consuelo» - Alfa y Omega

«Hay muchos muertos: como sacerdotes queremos estar presentes dando consuelo»

En Ecuador hay 284 misioneros españoles, 21 de los cuales están en Manabí, la zona más afectada por el terremoto que ha asolado el país americano el pasado sábado. Por ahora no hay constancia de que alguno de ellos haya fallecido. Obras Misionales Pontificias (OMP) ha conseguido ponerse en contacto con alguno de ellos, testigos directos de lo que está sucediendo

OMP

«El temblor es el sábado 16 a las siete. Ya noche. Pronto pasará», pensé, «porque vivimos donde la tierra se estremece con frecuencia. Pero no. Esta vez dura más tiempo. Y cada vez es más fuerte», escribe Manuel Rodicio, sacerdote diocesano misionero de Ourense desde Jipijapa donde estaba sustituyendo a un compañero. Allí el terremoto causó estragos materiales, pero su cabeza está en Manta, donde él vive habitualmente. «Llegado el domingo es el momento de evaluar. En Manta donde vivo, no hay bloque donde al menos una casa no haya caído al suelo. En otra sabemos que hay niños en el interior. No hay movimiento. Las carreteras serradas, como si una motosierra las cortase. Los postes de luz, el suelo… En Portoviejo dicen lo mismo. Sin embargo Pedernales y Cojimíes es peor… Muertos. Destrucción. Sin luz. Sin agua. Con un poco de Internet en un smartphone que nos abre la información y al mundo. Rezad por este pueblo», dice a OMP.

«Estamos cargando camiones con víveres y salimos ahora mismo hacia Pedernales, la zona más afectada», explica por teléfono a OMP Pedro Jesús Arenas, misionero de Albacete en Quito. Nada más sentir los temblores, y enterarse de los destrozos en el epicentro del terremoto, la Iglesia de Quito reaccionó con rapidez. Según cuenta este misionero, el obispo y el nuncio partieron ayer hacia Pedernales, y el resto de sacerdotes se organizaron para pedir ayuda por las calles de la parroquia, reunirlas, y llevarlas en camiones. «Hay muchos muertos y enfermos, como sacerdotes queremos estar presentes dando consuelo, y llevando ayuda: agua, ropa, víveres. todo lo que la gente generosa nos ha dado», explica este misionero dehoniano. Les escolta la policía, porque a lo largo del rodeo que tienen que hacer por los destrozos en las carreteras, les pueden asaltar: «la gente está desesperada, y pueden asaltarnos, pero nosotros queremos que esa ayuda llegue a las zonas más dañadas».

Con el alma en vilo al no tener noticia de sus compañeros de congregación en la zona, el misionero estima que el número de muertos puede superar con creces el millar. «Hay zonas a las que no ha llegado ni siquiera el ejército, por lo que aún hay gente entre los escombros. El número de muertes ascenderá: son personas con nombres y apellidos». Pedro Jesús mira al futuro con desasosiego. «Esto es sólo la punta del iceberg, todo está derrumbado. Vamos a necesitar mucho tiempo. Tenemos muchas ganas de gritar, y una forma de hacerlo es con la oración, al Dios tierno que está y que ayuda», culmina.

Las misioneras combonianas pudieron salir de la isla de Muisne, junto con toda la población. «La isla se estaba llenando de agua, y la gente empezó a decirle a las hermanas que salieran corriendo. Gracias a Dios, pudieron evacuar la isla entera con barcas turísticas y canoas», explica Pilar Sainz Gómara, misionera comboniana desde Madrid, que mantiene ansiosa el contacto con sus compañeras con las que ha compartido 35 años de su vida.

José María Bernard, misionero zaragozano, tiene palabras también para los emigrantes ecuatorianos en España: «Ecuador es un país de 24 provincias que tiene su provincia 25 en España. También allí estén llorando los familiares de quienes mueren y sufren en Manabí, Esmeraldas o Guayas. Aquí, un puñado de misioneros españoles les acompañamos en la lucha y el dolor».

Anastasio Gil, director de OMP España

«OMP siente la tragedia que ha sufrido Ecuador porque el sufrimiento se está centrando en los más pobres y desprotegidos, y con ellos están nuestros misioneros, que han sido enviados para cooperar con la Iglesia más necesitada. A través de estos misioneros estamos en contacto con lo sucedido, no sólo para sentir el dolor y el sufrimiento, sino también para responder con nuestra ayuda, en principio de oración y cercanía, y más adelante con la cooperación personal y económica.

De momento no nos consta que entre los fallecidos haya misioneros españoles, pero esta noticia no nos consuela, sabiendo que hay niños, mujeres y hombres pobres que han entregado su vida, para que el mundo despierte del egoísmo y se sienta solidario con los más necesitados».