Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Dios lo sabe todo

La misericordia de Dios no es otra cosa que la especial relación que Él mismo establece con sus criaturas, es la característica que define la esencia de la relación de Dios con el hombre. Para empezar, tal relación es personalísima, de tú a tú, basada en el conocimiento total y absoluto. Nos conoce y nos trata como individuos irrepetibles. Dios sabe de nuestras alegrías y nuestras tristezas, de nuestros fracasos y de nuestros éxitos, de nuestra salud y nuestra enfermedad, de nuestros deseos y nuestras realidades, de nuestra paz y nuestras guerras, de nuestras mentiras y nuestras verdades… Dios sabe todo de nosotros, y porque lo sabe todo, nos trata con comprensión.

Para Dios todos somos igualmente hijos, seamos justos o pecadores, aunque hayamos dilapidado la herencia recibida, aunque nos quedemos en casa. Dios no hace distinciones. Para Él no hay escalones, ni podios, ni alturas diferentes. Nos reconoce iguales, nos trata como iguales. Y como iguales nos quiere, como iguales nos ama y nos perdona.

Dios me conoce en todo, sabe quién soy realmente, Dios me trata con comprensión y como igual, sin discriminación ninguna, Dios me ama y me perdona: tanta es su Misericordia. Tanta, que encima se me quedó en un Sagrario para siempre con este mensaje: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final del mundo».

Teresa Martínez y Lucrecio Serrano
Albacete

La vida con mayúsculas

El valor de toda vida humana es incalculable, desde el preciso instante de su concepción, así se reconoce desde la ciencia y la razón. Sin embargo el ser humano es frágil en su inicio, está a la merced del poder de los mas fuertes y está expuesto a la disponibilidad de la libertad individual. El aborto se ha infiltrado en la sociedad como algo moderno, ignorando que no hay nada mas retrógrado que no reconocer la vida. Las sociedades se van depravando, acomodando la moral al servicio de cultura en la que impera el subjetivismo. Se desprotege al feto, porque quizás por no tener ni voz ni voto no es de interés político.

Ana María Gómez Sotoca
Andújar (Jaén)

El Decálogo hoy

Gran parte de la humanidad ha olvidado la ley suprema grabada en el corazón de todo ser humano: el Decálogo. En cualquier rincón de la tierra, cualquier persona sabe que blasfemar, matar, mentir, robar, ultrajar el propio cuerpo o el ajeno son actos malos. ¿Por qué entonces tanto crimen, abuso y corrupción? Ser inteligente y libre no es hacer lo que me dé la gana, sino conseguir que me dé la gana hacer lo que la moral me indica que debo hacer en cada momento. Es lo que han hecho los santos: personas normales convencidas del poder de la oración que nos proporciona la gracia.

Amalia González de Castro
Vigo (Pontevedra)