Mandamiento nuevo - Alfa y Omega

Mandamiento nuevo

V Domingo de Pascua

Aurelio García Macías
Foto: OMP

El texto evangélico que se proclama en el V domingo de Pascua, tomado del Evangelio según San Juan, comienza con una frase que ayuda a contextualizar la enseñanza posterior: «Cuando salió Judas del cenáculo…». El Evangelio de este domingo plantea una relectura postpascual de los acontecimientos últimos de Jesús y vuelve al cenáculo, al lugar donde Jesús celebró su última cena pascual con sus discípulos. En ese contexto de hermandad, Jesús identifica al que le iba a traicionar y la finura perspicaz del evangelista Juan refiere el momento de la retirada de Judas, que pone en marcha los acontecimientos que conducirán a la glorificación de Jesús: su muerte y resurrección.

Ha llegado la hora de Jesús. Los discípulos son ajenos a lo que está sucediendo. Sin embargo, Jesús, consciente de lo que va a ocurrir («Me queda poco de estar con vosotros»), aprovecha el dramático contexto de la traición de Judas para dirigir a los presentes una de sus últimas y fundamentales enseñanzas a modo de testamento o última voluntad. «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado».

«Amaos»

Mucho se ha escrito a lo largo de los dos milenios cristianos sobre estas trascendentales palabras, que sintetizan toda la enseñanza de Jesús. Son bien conocidas por todos los que han sido formados en la cultura cristiana; sin embargo –tal vez por ser harto conocidas–, corremos el riesgo de convertirlas en una fórmula sabida, pero no vivida. Jesús, como buen Maestro, continúa enseñando a sus discípulos hasta el final, no solo con sus palabras, sino que va delante de ellos, sobre todo, con su ejemplo, como acaba de mostrarles en el lavatorio de los pies.

El evangelista Juan pone en boca de Jesús la expresión «mandamiento nuevo». ¿Por qué lo denomina nuevo? Sin duda alguna para establecer una contraposición con las leyes judías, consideradas por Jesús mandatos viejos o antiguos, superados ya por la nueva ley o alianza que Él ha inaugurado. Así lo recogen otros textos evangélicos, como el Sermón de la Montaña, en el que Jesús dice: «Habéis oído que se dijo (mandamientos antiguos) […] pero yo os digo (mandamiento nuevo)». Los antiguos preceptos de la ley judía habían derivado en lo que es común a la praxis humana: amar al que te ama, odiar al que te odia, bendecir al que te bendice y maldecir al que te maldice… Y Jesús recrimina este modo de proceder cuando afirma: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian, y orad por los que os ultrajan y os persiguen» (Mt 5, 44). Esta es la lógica del Reino de Dios, que contradice los principios más profundos del egoísmo humano.

«Como yo os he amado»

Además, Jesús añade otra particularidad a su recomendación o mandato. Se trata de un amor mutuo, fraterno, compartido («unos a otros»), pero añade «como yo os he amado». Tal vez no hemos reparado suficientemente en esta expresión. No se trata simplemente de amar a los demás. El libro del Levítico ya advertía a los antiguos judíos que debían amar al prójimo (Lev 19,18); por tanto, esta advertencia era bien conocida ya por el pueblo judío. Entonces, ¿por qué Jesús habla de un mandato nuevo? ¿En qué consiste su novedad? No se trata simplemente de amar, sino de amar como amó Jesús. Esta es la particularidad del amor cristiano, que pide Jesús a sus discípulos en el cenáculo y, en ellos, a los discípulos de todos los tiempos. El amor de Jesús ama a los demás hasta el final, hasta el extremo, hasta dar la vida: «No hay amor más grande que dar la vida…» (Jn 15, 13).

Esta es la verdadera esencia del cristianismo. Este es el verdadero signo y señal que identifica a los cristianos: «En esto conocerán que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros». El amor fraterno es condición indispensable para el creíble testimonio cristiano en cualquier sociedad y momento de la historia. No hay ningún signo tan convincente para los demás como el amor cristiano, que es amor de entrega, amor gratuito, amor generoso, amor misericordioso, amor de donación… reflejo del amor de Jesús. Y este mandato no se trata de una opción, sino que identifica al verdadero discípulo de Cristo.

¡Qué ejemplo tan grande nos da Jesús! Precisamente en los momentos previos a su Pasión y Muerte, responde a la traición de Judas con el mandamiento del amor. La traición provoca muerte. El amor suscita vida.

Evangelio / Juan 13, 31-33a 34-35

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».