«Ese cura no era un cabrito» - Alfa y Omega

«Ese cura no era un cabrito»

Redacción
Tim y el padre Thomas Philippe

Dice el padre José María Carod, el capellán de la cárcel de jóvenes de Quatre Camins, en Barcelona, que cuando Tim Guénard se encontró con los jóvenes de la cárcel a principios de abril, los cuarenta chicos que acudieron a escucharle lo hicieron «sin pestañear, y eso es difícil de ver en la cárcel: que alguien les hable y no se oiga el vuelo de una mosca».

«Siempre que puedo voy a visitar a mis hermanos y hermanas a la cárcel, porque yo mismo fui preso», les dijo Tim, quien nada más empezar a hablar les animó recordándoles que «el primero que llegó a ver a Dios directamente en el cielo fue un preso».

Después de contar su vida, les dijo que «hoy acojo a muchos jóvenes que sufren, y a muchos les digo: “Estoy orgulloso de ti”. Y me dicen: “Nunca nadie me ha dicho que está orgulloso de mí”. Hoy todos apoyamos a nuestro equipo de fútbol; pues yo hago lo mismo con estos chicos. ¿Alguien ha visto a algún campeón deportivo conseguir algo sin alguien que le apoye? Pues con el amor pasa lo mismo: todos necesitamos alguien que nos apoye».

Cárcel de Quatre Camins, en Barcelona

«Muchos de vosotros habéis vivido una vida especial —dijo a los jóvenes internos—. Pero uno no se mantiene en pie solo. Deseo que vuestros sufrimientos sean acariciados y que más adelante seáis el apoyo de aquellos a quienes queráis, como me pasó a mí». Y así contó el “robo” más importante de su vida: «el día que robé el amor. Vi a un padre decir a su hijo por la calle: “Estoy orgulloso de ti”, y ese día decidí que si yo un día fuera padre diría lo mismo, y también: “Te quiero”».

«Eso es lo que deseo para cada uno de vosotros. El mejor regalo es que os convirtáis en un diamante pulido para aquellos a los que un día vais a querer. Vosotros algún día seréis padres y seréis el apoyo de vuestros hijos, y les diréis a vuestros hijos: “Te quiero”».

«¿No querrías el perdón de Cristo?»

Durante la época en que Tim era boxeador y jefe de una banda de jóvenes en busca de pelea, conoció al sacerdote Thomas Philippe, cofundador de El Arca. El día que se encontraron, al dominico le advirtieron: «Cuidado, es un tipo peligroso». Tim le invitó a montar en moto y le llevó un rato a toda velocidad para asustarle. Cuando se bajó, el padre Philippe le tomó la mano y le dijo: «¿No querrías el perdón de Cristo?». Tim reconoce que se volvió «adicto» a ese perdón. «Hacía a diario 75 kilómetros para verle —contó a los jóvenes de Quatre Camins—. A veces iba de noche, solo para comprobar si a cualquier hora del día era un tío majo. Le despertaba para comprobarlo. Pero ese cura no era un cabrito, siempre me proponía el perdón de Dios. Nunca tuvo miedo de que fuera un pecador. Hice eso durante un año entero. Solo después de aquel año empecé a hablar con el Big Boss directamente. Me miraba de un modo más bello de lo que yo me miraba a mí mismo. Y creía en mí más que yo. Consiguió domesticar mi violencia».