Una bancarrota de humanidad - Alfa y Omega

Una bancarrota de humanidad

La civilización occidental está en peligro, pero no por la invasión de una horda de refugiados, sino por su propia crisis de humanidad

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Foto: EFE/EPA/Orestis Panagiotou

«Los que tienen miedo de vosotros no os han mirado a los ojos. Los que tienen miedo de vosotros no ven vuestras caras. Los que tienen miedo de vosotros no ven a vuestros hijos». Tres frases le bastaron al patriarca de Constantinopla para resumir el sentido de la visita el sábado al campo de Moria, un centro de acogida de refugiados convertido en centro de retención tras la entrada en vigor del acuerdo entre la UE y Turquía. «Solo quienes miren a los ojos de esos niños pequeños en los campos de refugiados serán capaces de reconocer inmediatamente la bancarrota de humanidad y solidaridad que les ha mostrado Europa en estos últimos años a estas personas», afirmaba en el mismo lugar el arzobispo ortodoxo de Atenas.

La visita a Lesbos de Francisco, Bartolomé y Jerónimo tenía como objetivo mostrar que hay rostros y personas allí donde otros solo ven problemas. A la mayor crisis humanitaria desde la II Guerra Mundial, Europa ha respondido presentando a las víctimas como hordas de bárbaros que amenazan con destruir la civilización occidental. Esa civilización, efectivamente, está en peligro, pero no por amenazas externas. Los muros, concertinas y gases lacrimógenos son el testimonio de la «bancarrota de humanidad» en Europa, que no ahorra medios en proteger fronteras, pero arroja en manos de las mafias a quienes huyen de la guerra o el hambre.

Francisco, curiosamente, utilizó un tono bastante más suave que en anteriores ocasiones. Dijo incluso entender «a los gobiernos y a los pueblos que tienen un cierto temor» a los refugiados. Más que regañar, su propósito era convencer. De regreso a Roma, viajaron con él doce refugiados sirios. «Es un pequeño gesto, pero son pequeños gestos los que debemos hacer todos nosotros para tender la mano a quien lo necesita», respondió el Papa en la rueda de prensa. No producían miedo precisamente estas tres familias con niños. Pero para averiguarlo era necesario acercarse a ellas. Eso es lo que hizo el sábado el Papa, con la esperanza de que su visita sirviera para abrirles a muchos los ojos.