Por qué ayudar a Ucrania - Alfa y Omega

El próximo domingo todas las comunidades católicas en Europa han sido invitadas por el Papa a sumarse a una colecta extraordinaria en favor de Ucrania. De esta forma Francisco activa una dinámica de unidad sencilla pero muy eficaz. La iniciativa lanzada por el Papa para socorrer a las víctimas de la guerra en el confín oriental de Europa responde al ideal proclamado por san Juan Pablo II en su célebre discurso en Compostela, hace 33 años: una Europa unida, desde el Atlántico a los Urales.

Si cada día nos topamos amargamente con los límites de la construcción europea, este gesto capilar y sencillo, como aquella temprana colecta organizada por san Pablo para ayudar a la comunidad de Jerusalén, tiene el valor de realizar concretamente una solidaridad europea sin fronteras, y además nos educa en la dirección más necesaria. En lugar de permanecer prisioneros de una queja estéril, la obediencia consciente de millones de católicos a este reclamo nos permitirá hacernos protagonistas de la construcción que han impulsado sin descanso todos los Papas desde hace medio siglo.

En varias ocasiones Francisco ha rendido homenaje a fe heroica de generaciones de ucranianos, ortodoxos, latinos y greco-católicos. Especialmente sacrificado ha sido el testimonio de estos últimos, que han sufrido tremendamente por su fidelidad al Sucesor de Pedro. La fe viva de este pueblo ha permitido atravesar la devastación del comunismo, y es esa misma fe la que mueve hoy a los mejores a construir una convivencia libre de autoritarismo y corrupción. Pero la guerra en las regiones orientales del país ha causado miles de muertos y ha provocado el desplazamiento de más de millón y medio de personas. Además, ha generado una profunda fractura y desconfianza entre comunidades que comparten la misma raíz de la fe. El Papa es consciente de este drama y siente la responsabilidad de tejer la reconciliación y la unidad. La colecta del próximo domingo responde también a esta inquietud de Francisco, cuyo impacto geopolítico no podemos prever, pero tampoco despreciar.

Los católicos españoles tenemos una facilidad añadida para sumarnos a este empeño. De hecho miles de ucranianos trabajan y viven entre nosotros, aquí celebran su fe y educan a sus hijos. Y nos traen la riqueza de ese pulmón oriental sin el que no se podría comprender Europa. La Iglesia sufre en su cuerpo y el Papa nos llama a actuar: no lo echemos en saco roto.