«El sueño de Dios para el mundo del trabajo se ve comprometido por problemas como el desempleo» - Alfa y Omega

«El sueño de Dios para el mundo del trabajo se ve comprometido por problemas como el desempleo»

Infomadrid

Este domingo, 1 de mayo, se celebra el Día del Trabajo, cuyo patrono es san José obrero. El arzobispo de Madrid presidirá una Misa a las 10 horas en la parroquia Nuestra Señora de las Angustias (C/ Rafael de Riego, 16). Además, como preparación a esta jornada, monseñor Osoro ha hecho pública una carta en la que subraya la importancia del trabajo para el desarrollo social y de la persona, sin que esta sea nunca instrumentalizada.

El prelado comienza explicando que Jesucristo «elevó la dignidad del trabajador» porque, como recoge Laborem exercens, «dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual junto al banco del carpintero». «El trabajo nos asocia a la obra del Creador y nos hace coparticipes de su afán transformador de la realidad. Es además el que asegura la autonomía y los medios de vida para el trabajador y su familia. Tampoco podemos olvidar que es la vía ordinaria para lograr el disfrute de los derechos sociales (salud, educación, vivienda, jubilación…) y familiares (crear una familia, transmitir un patrimonio económico, cultural, educativo…)», añade.

En esta línea, alerta de que «el sueño de Dios para el mundo del trabajo» se ve comprometido por problemas como el desempleo –cuya tasa en España «resulta moralmente inasumible»–, la «indeseable» precariedad laboral o la «explotación sin escrúpulos de los más vulnerables»; con menciones concretas a los 5,7 millones de asalariados seiscientoeuristas y a los inmigrantes.

Monseñor Osoro recuerda que, de los componentes del trabajo, «el elemento prioritario es el hecho de que quien trabaja es una persona» y, a la luz de la doctrina social de la Iglesia, incide en que:

  • «El trabajo debe estar en función de la persona y no la persona en función del trabajo. Ninguna razón puede justificar que la persona deba adaptarse (en sus circunstancias personales, familiares, sociales…) a las exigencias de la producción vistas exclusivamente desde su mayor rentabilidad económica».
  • «Mediante el trabajo la persona se hace más persona, se realiza a sí misma. La organización del trabajo debe promover en sí misma la realización personal, lo cual es incompatible con horarios extenuantes en ciertos sectores, o la falta de humanidad y de seguridad en que se desarrolla su cometido».
  • «El trabajo no puede ser considerado como una cosa, porque no lo es; forma parte del ser de la persona. El trabajo no es una mercancía ni el trabajador puede ser tratado como un mero recurso humano».
  • «El trabajo es un valor social: porque la persona no es un individuo aislado sino un ser social vocacionado a la comunión con los demás. El trabajo nos posibilita ejercer generosamente un servicio a la humanidad produciendo bienes para las necesidades de las personas incrementando el patrimonio de toda la familia humana. Pero, además, el trabajo es ámbito de relación con otras personas, de intercambio de las distintas cualidades y capacidades de las personas, es ámbito de creación de relaciones sociales».

En resumidas cuentas, tal y como detalla el arzobispo, «nada puede justificar que se instrumentalice o utilice a la persona como si fuera una cosa, y al trabajador como un recurso». Por ello, hay que celebrar que «otras formas de economía, solidaria, participativa, de comunión, centrada en el bien común y en la satisfacción de las necesidades y no en el crecimiento que no es, en sí mismo, garantía del desarrollo integral, apuntan incipientemente en una prometedora dirección», y que haya empresarios que «quieren aportar iniciativa y creatividad y que no consideran el lucro como un absoluto».

«Que san José obrero y la fuerza del Espíritu del Resucitado, el hijo del carpintero, nos ayude a todos a dignificar el trabajo, las condiciones de los trabajadores y las de los que carecen de él», concluye.