En Tierra Santa, la paz se aprende en el colegio - Alfa y Omega

En Tierra Santa, la paz se aprende en el colegio

La sociedad civil y las escuelas cristianas colaboran para formar constructores de paz. Una de las maestras implicadas es Hanan al-Hroub, reciente ganadora del Nobel de educación

María Martínez López
Estudiantes palestinos, en un momento de los proyectos llevados a cabo por el Teacher Creativity Center. Foto: Teacher Creativity Center

En un golpe de vista se ve que la clase de 2º de Primaria del colegio público Samiha Khalil, de Ramala (Palestina) es diferente. Los pupitres están en los laterales, colocados para que los niños puedan trabajar en grupo. En el centro, una alfombra de colores delimita un espacio en el que los alumnos pueden bailar y participar en dinámicas o juegos, como carreras bajo un túnel de cintas para responder a una pregunta. Jugar y aprender es el título de este método educativo, que en marzo le valió a la maestra Hanan al-Hroub el Global Teacher Prize, el Nobel de enseñanza que entrega la Fundación Varkey a profesores que mejoran la educación de los niños desfavorecidos.

El Papa Francisco participó en el acto de entrega con un videomensaje en el que subrayaba «la importancia» que Al-Hroub da «al juego en la educación del niño. Un niño tiene derecho a jugar, y parte de la educación es enseñar a jugar a los chicos, porque uno aprende a ser social en el juego, uno aprende la alegría de la vida. Un pueblo que no es educado decae, e incluso puede caer hasta el nivel de los instintos».

Colegios sin violencia

Sus palabras eran un espejo de la experiencia de la maestra, que con su proyecto busca mucho más que un buen rendimiento académico. Ella creció en un campo de refugiados, y recuerda como un hito el estímulo que recibió en el colegio. Pero su vocación docente no nació entonces, sino cuando su marido fue herido en un tiroteo durante la Segunda Intifada (año 2000) y sus hijos quedaron traumatizados.

Al-Hroub diseñó juegos y actividades para ayudarlos, y después se matriculó en Magisterio. Quería «ayudar a cada niño que pasara por algo así», tanto si había sufrido la violencia de forma directa como si le había afectado ser testigo de ella en su entorno. Si «no reciben la asistencia y el apoyo que necesitan –insiste–, estos niños se perderán» en una espiral de odio. Mediante juegos y cuentos, Hanan intenta sustituir la agresividad por confianza, e inculcar a los niños valores vinculados a la no violencia. «Nuestras únicas armas deben ser el conocimiento y la educación», quiere transmitirles. Ahora, entrena a otros maestros en su método. Todos los colegios en los que se aplica Jugar y aprender han reducido el comportamiento violento de los alumnos.

El valor de un mercadillo

Hanan al-Hroub no está sola en esta labor. Forma parte del Teacher Creativity Center (Centro de Creatividad del Maestro, TCC), una ONG palestina fundada en 1995 por maestros con el objetivo de crear entornos educativos que transmitan a los alumnos y a toda la sociedad los valores democráticos y el respeto por los derechos humanos de todos, independientemente de su nacionalidad, religión o sexo. Uno de sus programas, que han desarrollado en varios proyectos durante los últimos años, ha convertido a cientos de estudiantes a partir de los 12 años en defensores de estos derechos.

Estudiantes palestinos, en un momento de los proyectos llevados a cabo por el Teacher Creativity Center. Foto: Teacher Creativity Center

Después de dar formación teórica y práctica a los profesores para que la transmitan a los alumnos, estos se ponen manos a la obra en su entorno. Detectan situaciones injustas, las analizan a fondo, y plantean soluciones en el plano internacional –aprenden a presentar una queja ante diversos organismos–, pero también en el local. En el último año, por ejemplo, jóvenes de 15 a 17 años han organizado un mercadillo local que permitiera a las mujeres agricultoras de Deir Ballut escapar de la explotación de los intermediarios; han puesto en marcha una campaña sobre el derecho de las mujeres a heredar, o han fundado una asociación para ayudar a menores detenidos por las autoridades israelíes.

«La Iglesia es clave»

La próxima edición del proyecto llegará a 900 alumnos de 30 institutos palestinos. Entre ellos, iba a haber cinco centros cristianos, pero en estos días el TCC está trabajando con el párroco católico de Ramala, Ibrahim Shomali, para duplicar este número. El párroco explica que «queremos hacer más esfuerzos para ayudar a nuestros alumnos a resolver conflictos, tanto en su vida personal y dentro del colegio, como en la sociedad; para que sepan gestionarlos sin violencia y siguiendo las leyes y reglas comunes».

Implicar y dar más visibilidad a la Iglesia y promover el diálogo interreligioso es prioritario para el responsable de este programa, Osama Zamil: «En nuestra región, es muy importante que la gente entienda que los cristianos son un componente fundamental de la sociedad, y que la Iglesia es parte de la solución» si se quiere «proteger a Palestina del extremismo. Respetamos mucho lo que hace en Siria, las soluciones que ofrece. Nadie aporta ideas así, y queremos que tenga un altavoz» para promover «los valores de Jesús: paz, justicia, igualdad y tolerancia».

Tanto en Israel como en Palestina, la Iglesia lleva décadas haciendo de sus colegios un nexo de unión entre cristianos, judíos y musulmanes. «Nuestro principal objetivo es ayudar a los estudiantes a ser constructores de paz», explica el padre Faysal Hijazen, coordinador de los 60 centros de Palestina. En ellos, hay «un 38 % de cristianos. También hay musulmanes, y samaritanos [una minoría religiosa de Tierra Santa]. Cada grupo tiene su propia clase de Religión, y luego hay una hora a la semana durante la que debatimos juntos sobre cómo ve cada religión distintos temas. Este año nos hemos centrado en la protección de la creación, y el año que viene trataremos sobre el perdón y la misericordia. Muchos musulmanes valoran la educación que damos», y eso se traduce en «una buena relación con el Gobierno y con la gente». También con otros colegios, como los de UNRWA (la agencia de la ONU para los refugiados palestinos). Junto con ellos, y con la ayuda de la Fundación Real Madrid, «organizamos partidos de fútbol para, a través del deporte, proteger a los niños de la violencia».

Hoy, visita a la iglesia

A 50 kilómetros de Ramala, pero al otro lado de la frontera –y del muro–, está la ciudad israelí de Ramla. En el colegio Terra Santa, de los franciscanos, trabaja el padre Abdel-Masih Fahim, que además coordina los 47 colegios cristianos de Israel. En ellos, la Iglesia intenta enseñar a sus 33.000 alumnos lo mismo que en Palestina: a respetar y amar a todos para poder vivir en paz. «En todas las escuelas se enseña ética y valores ciudadanos a los alumnos de todas las religiones», explica. Las actividades concretas «dependen del contexto de cada lugar», pero siempre se intenta «construir una buena relación con el vecindario. En mi colegio, por ejemplo, hay alumnos musulmanes y cristianos, y también profesores judíos. Colaboramos con los colegios judíos –en la foto– y árabes de la zona preparando actividades para enseñar a los niños a convivir. Organizamos juegos o partidos», y también visitas a iglesias, mezquitas y sinagogas, para que los alumnos conozcan la fe y cultura del otro. Esto es importante porque «el conflicto en esta región brota de la falta de educación. Nosotros intentamos que crezcan entendiéndose unos a otros». Para los cristianos, que solo representan el 2 % de la población, se trata de una apuesta «muy importante».