La Iglesia que ama Carlos Osoro - Alfa y Omega

La Iglesia que ama Carlos Osoro

«Ésta es nuestra alegría: manifestar a los hombres su nombre, es decir la persona de Dios. Pero quiere que lo hagamos con los hombres que nos pone en nuestro camino; no con los que nosotros quisiéramos, sino con los que Él nos da en cada momento». Esta idea sobre la evangelización ha acompañado a monseñor Carlos Osoro, arzobispo electo de Madrid, durante toda su labor como obispo. De hecho, la escribió siendo todavía sacerdote y Rector del seminario de Santander, en el libro A la Iglesia que yo amo

José Alberto Rugeles Martínez
Foto: Alberto Saiz/AVAN

La Iglesia de Madrid ha vivido con gozo y esperanza el nombramiento del nuevo arzobispo, monseñor Carlos Osoro Sierra. Sus amigos -que no son pocos- de Cantabria, Orense, Asturias, Valencia, Madrid y los de allende los mares, también se han alegrado al saber que ese hombre sencillo y piadoso, educado y culto, de firmes convicciones -que no le han impedido nunca tender puentes y ganar amigos-, que llega al mundo de la universidad y de la cultura, pero también al de los pobres y enfermos, al de los jóvenes y ancianos; se han alegrado -digo- al saber que don Carlos va suceder al cardenal Rouco Varela, que tanto -es bueno también recordarlo- ha hecho en sus veinte años de episcopado al servicio de la iglesia que peregrina en Madrid.

En estos días he vuelto a leer un libro que está en mi biblioteca y que revela bien el pensamiento del arzobispo electo de Madrid: A la Iglesia que yo amo, del entonces sacerdote y Rector del seminario de Santander, don Carlos Osoro Sierra.

Creo que no viene mal que cite aquí unas breves pinceladas de esa obra tan agradable de ser leída y tan actual. Se nos revela en ella un hombre amante de la Iglesia, que conoce sus problemas y dificultades, pero que no se amilana ante ellas si no que busca soluciones y ofrece salidas.

1.- El poder viene de Dios, a quien debemos hacer presente.

Dice monseñor Osoro que «dejar entrar a Cristo en nuestras vidas significa aprender y saber lo que es criatura de Dios, lo que ha puesto en nosotros, lo que es su bondad, lo que de imagen de Dios tenemos y lo que implica vivir con los demás desde esta imagen. Impresiona pensar que Cristo haya querido nuestra vida para hacerse presente en esta historia. Y maravilla porque una vez más comprobamos cómo el Señor quiere servirse de lo débil, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo que no tiene valor, de lo insignificante, para mostrar que es Él quien tiene fuerza y poder». Y «la responsabilidad que tenemos es hacer presente a Dios entre los hombres, realizarlo en el mundo concreto que nos toca vivir».

2.- Nadie en la Iglesia tiene el monopolio del Espíritu

Y para hacer a Dios presente entre los hombres, el entonces Rector del seminario Monte Corbán y ahora arzobispo electo de Madrid recuerda que «el mundo de hoy necesita signos evidentes de la presencia de Dios entre los hombres y un signo que Dios ha querido poner es la Iglesia. Nosotros somos parte de ella, pero urge que nos dejemos iluminar con la luz de la verdad. Para iluminar con esa luz es urgente que nos juntemos para recibir al Espíritu (…) Urge que en la Iglesia nos veamos como hermanos y descubramos que nadie puede decir Jesús es Señor, si no lo inspira el Espíritu; urge que caigamos en la cuenta de que nadie tiene el monopolio del Espíritu y que una condición esencial según el Señor para recibirlo, es vivir junto a Él. Ir donde Él cada vez que tengamos sed, pues nos la quita con el Espíritu. El Espíritu insinúa y da a su Iglesia diversidad de dones, carismas, ministerios para el servicio de la misma Iglesia para que así ésta edifique el mundo como Dios quiere que sea».

3.- La alegría de evangelizar a los hombres de nuestro tiempo

Y ¿a quienes se debe dirigir el evangelizador de nuestra época? Don Carlos Osoro lo tenía claro ya cuando publicó A la Iglesia que amo. Nos lo dice con estas palabras en el citado libro: «Ésta es nuestra alegría: manifestar a los hombres su nombre, es decir la persona de Dios. Pero quiere que lo hagamos con los hombres que nos pone en nuestro camino; no con los que nosotros quisiéramos, sino con los que Él nos da en cada momento, lo mismo que Cristo hizo con los que se le dio. Nuestra alegría estará en manifestar a Dios a los hombres de nuestro tiempo y con los que en concreto nos toca vivir y hacerlo desde la Iglesia concreta que tenemos. Guardarse para otra ocasión, para cuando los hombres piensen como yo, no entra en las actitudes de Jesucristo y, por tanto, no pueden ser incorporado a su programa».

Tres ideas que revelan el pensamiento del nuevo arzobispo de Madrid. Tres coordenadas de lo que puede ser su ministerio. Tres razones para admirarle más, quererle más y rezar más por su nueva tarea.