Monseñor Del Río: «La Iglesia se enfrenta con dos fundamentalismos: islámico y laicista» - Alfa y Omega

Monseñor Del Río: «La Iglesia se enfrenta con dos fundamentalismos: islámico y laicista»

El arzobispado castrense es uno de los menos conocidos pero despierta un gran interés por la labor que hace. Tiene más de dos siglos y medio de antigüedad, y empezó con la presencia de capellanes en los Tercios de Flandes. Entrevistamos a monseñor Juan del Río, arzobispo castrense, para que nos cuente la labor de este arzobispado y el papel de la Iglesia asistiendo a militares españoles

Agencia SIC

El arzobispado castrense es uno de los menos conocidos, pero sin embargo uno de los que más interés suscita, ¿podría explicarnos qué y su funcionamiento?
Como afirmaba san Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Spituali militum curae, la asistencia espiritual a los militares es algo que la Iglesia ha querido cuidar siempre con extraordinaria solicitud. Las condiciones peculiares de la vida del militar son la razón fundamental de la presencia de los capellanes en medio de las Fuerzas Armadas.

Nuestro Arzobispado tiene más de dos siglos y medio, y sus antecedentes se remontan a la presencia de capellanes en los Tercios de Flandes en el siglo XVI. Actualmente la jurisdicción castrense alcanza a los miembros de las Fuerzas Armadas (FAS) y Cuerpos de Seguridad del Estado (CSE).

Es una diócesis similar a las demás en todo lo que su estructura y funcionamiento se refiere (curia, vicarías, delegaciones, catedral, seminario…), pero con una característica diferencial: la jurisdicción de Ordinario Militar no es territorial, sino personal. Esto quiere decir que allí donde se encuentre un militar destinado, sea en territorio nacional o en misiones internacionales, tiene derecho a ser asistido espiritualmente por el capellán y por su obispo.

En la actualidad la Iglesia católica cuenta con 38 ordinariatos militares, regidos por arzobispo como el caso de España, Italia, Brasil y los Estados Unidos. Los restantes son obispados castrenses. En todo el arco de los países democráticos siempre hay un servicio de asistencia religiosa de los Ejércitos. La presencia de capellanes castrenses en cada uno de ellos corresponde a la demanda del número de fieles que tengan cada religión o confesión.

El 27 de septiembre de 2008 tomó posesión como arzobispo castrense. En estos seis años ¿qué evolución ha visto en este ámbito?
Como usted bien ha dicho, el arzobispado castrense y la labor de sus capellanes es muchas veces desconocida incluso dentro de la Iglesia. Yo, hasta entonces, había sido obispo de una diócesis territorial, Asidonia-Jerez y, aunque tenía un leve conocimiento de esta realidad eclesial, no fue hasta mi nombramiento como arzobispo castrense, cuando se produjo un verdadero descubrimiento por parte mía: la entrega callada y permanente de nuestros militares, la labor de los capellares castrenses a lo largo de tantos años, la extensión y profundidad del trabajo desempeñado por este Ordinariato, la acogida y el cariño de todos… han supuesto un verdadero enriquecimiento para mi persona y ministerio episcopal.

En estos seis años, he seguido el trabajo de mis antecesores, continuando la adaptación pedida por la Constitución a la que antes me he referido y que trasformaba los vicariatos castrenses en ordinariatos militares. En este sentido, se han estructurado las vicarias episcopales y territoriales, se ha constituido, dotándolos de sus estatutos, de consejos presbiteral y de consultores, se ha afianzado el seminario castrense como lugar preferente en la formación de los futuros capellanes, se han establecido relaciones fraternas con otros ordinariatos, tanto de Europa como en especial de América latina. Cabe destacar el impulso dado a la formación de los capellanes, firmando acuerdos con diversas universidades de la Iglesia que facilitan a los sacerdotes la obtención de licenciaturas o doctorados en ciencias eclesiásticas. Así mismo, se ha instaurado Cáritas Castrense y hay en marcha diversos proyectos de acción social y cultural en nuestro propio ámbito.

Una pastoral itinerante

¿Cómo asiste la Iglesia a los militares españoles tanto a los que están prestando sus servicios aquí en España, como a los que están en zonas de conflicto?
El arzobispado castrense, aun reconociendo la necesidad actual de incorporar más capellanes, procura llegar al mayor número posible en la atención pastoral de unidades y buques. A tal fin son destinados, a propuesta del arzobispo, a las capellanías de los Ejércitos, Armada, Guardia Civil y Policía Nacional. Dentro de estas capellanías se organizan y trabajan como párrocos personales.

En las misiones internacionales y navegaciones, a petición del Mando militar, siempre hay un capellán por un tiempo determinado, ejerciendo esas mismas funciones. Quiero resaltar que el trabajo de los capellanes no sólo es preocuparse de la administración de sacramentos, sino que también realizan una labor de acogida, acompañamiento y ayuda a militares, guardias civiles y policías en su desempeño profesional allí donde se encuentren. ¡Es una pastoral itinerante, misionera, samaritana!

Su lema episcopal es Opus iustitiae pax (La paz, obra de la justicia). ¿Si hay justicia siempre hay paz?
La paz siempre es fruto de la justicia. Allí donde no se respetan los derechos humanos más fundamentales como son el derecho al trabajo, a la educación, a una vivienda digna, a la libertad religiosa… nos encontramos con el mejor caldo de cultivo para el enfrentamiento, la violencia, y hasta la guerra.

Actualmente en muchos lugares de Oriente Medio no hay paz ni justicia para los cristianos. ¿Cómo ve este conflicto? ¿Cree que tiene solución?
Es un hecho innegable que la Iglesia católica en el mundo se enfrenta con dos fuertes fundamentalismos: el islámico y el laicista. Por un lado sabemos que en los países de mayoría musulmana, las minorías religiosas sufren intolerancia y discriminación social. Pero en el otro extremo tenemos el laicismo exacerbado que, siendo ante todo una corriente de pensamiento, persigue, entre otras finalidades, recluir en el ámbito de lo privado la enseñanza de la religión, suprimiendo la dimensión espiritual de la persona o confundiéndola con un mero epifenómeno sociológico o psicológico, oponiéndose a la vertiente social de la religión, llegando, incluso, a negar la libertad de la Iglesia y a reducirla a una simple asociación privada.

«La Iglesia no tiene nada que ocultar y sí mucha alegría que comunicar»

Durante muchos años ha estado vinculado de una manera u otra a los medios de comunicación, y además fue Presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación de la CEE. ¿Cómo ve usted la realidad actual de los medios de comunicación católicos?
Ha crecido la concienciación dentro de la comunidad cristiana a todos los niveles la necesidad de una pastoral de la comunicación a nivel diocesano. Prueba de ello es la incorporación de profesionales del periodismo a las Delegaciones y Oficinas de prensa en los obispados. Asimismo, rápidamente los diversos sectores de la Iglesia han entrado en el espacio que ofrece las nuevas tecnologías. De todas maneras queda mucho que avanzar, hay que dejar viejos prejuicios frente a la comunicación, los miedos, los reparos, etc. Desde nuestras instituciones eclesiales siempre debemos ofrecer una información veraz, rápida y transparente.

La Iglesia no tiene nada que ocultar y sí mucho que comunicar de alegría y esperanza al hombre y la sociedad de hoy. Por eso la Iglesia debe hacerse presente en los medios y servir a todos los profesionales comprometidos con la información, a la vez, ella debe tener también, en la medida de los posible, sus propios altavoces o púlpitos que son los medios de comunicación social y las nuevas tecnologías.

En una ocasión dijo del Papa Emérito Benedicto XVI que «nada hay más revolucionario que un hombre libre y evangélico». ¿Qué opina del Papa Francisco?
Que es un regalo de Dios a su Iglesia. En cada momento el Espíritu suscita los pastores adecuados para responder a los desafíos históricos a los que ha de enfrentarse la comunidad cristiana. Francisco es un pastor y un director de almas que habla al corazón con un lenguaje directo lleno de unción evangélica y tremendamente realista al abordar los problemas de este mundo globalizado. Tiene muy claro que los preferidos del Reino de Dios son los pobres. ¡Son ellos los que salvarán siempre a la Iglesia!

Lourdes Artola / Agencia SIC