Ángel Fernández Artime: «Crear redes con las familias nos hace más eficaces» - Alfa y Omega

Ángel Fernández Artime: «Crear redes con las familias nos hace más eficaces»

El asturiano Ángel Fernández Artime (1960) fue elegido en 2014 décimo sucesor de don Bosco. En estos dos últimos años, ha estado en 42 de los 133 países donde la congregación está presente. Del 28 de abril al 13 de mayo visita España, donde los Salesianos cuentan con 149 colegios y escuelas profesionales, y donde cree que «sería ideal un pacto por la educación de calidad para todos y en clave de libertad»

María Martínez López
Fernández Artime, en Filipinas, el 5 de marzo de 2016. Foto: ANS

Don Bosco comenzó su labor porque le interpeló la historia del joven Bartolomé Garelli. ¿Dónde están los Bartolomé de hoy?
Una cárcel de Freetown (Sierra Leona) en la que estuve con jóvenes era igual que la que visitaba don Bosco en Turín. Nuestros Bartolomé Garelli son también los muchachos de la calle y, en España, esos chicos de barrios humildes, que viven en la pobreza. Lo son los muchachos menos favorecidos, los que tenemos acogidos en residencias porque no pueden estar con sus padres, o esos que acaban fuera del sistema educativo. ¿Cómo podemos acompañarlos? Hay muchos desafíos en ese sentido.

En Amoris laetitia, el Papa pide a los padres que más que controlar qué hacen sus hijos los eduquen para saber responder a los desafíos. ¿Le recuerda al sistema preventivo de los Salesianos?
Educar es capacitar a los muchachos para que puedan ser ellos en las situaciones que les toque afrontar. El sistema preventivo no es exclusivamente un método pedagógico. Es una manera de acompañar su proceso de maduración y de búsqueda de sentido de la vida. Don Bosco lo hacía descansar en tres grandes pilares: la razón, la religión, y la amorevolezza, que los chicos se sientan queridos. Es muy importante que el muchacho sienta que sus centros de interés son los nuestros, que se sienta respetado y valorado. Desde ahí puede entender que lo que se le propone y lo que se le pide merece la pena. Esto entra maravillosamente en todas las culturas.

En sus viajes a las distintas presencias salesianas por todo el mundo, ¿qué casos le han hecho pensar: «Don Bosco habría hecho justo esto»?
En mis visitas en enero y febrero a Sierra Leona, Liberia, Ghana y Etiopía lo que más me tocó el corazón fue cómo los salesianos habían sido capaces de no hacer lo de siempre, una escuelita, sino de responder a los auténticos problemas de los niños: acogiendo a huérfanos del ébola, a muchachos de la calle y a chicos secuestrados para el tráfico de órganos y liberados por la Policía; o rescatando a chicas explotadas sexualmente. Y en Cebú (Filipinas) escuché el testimonio de un hombre de 30 años que había sido un niño recogido de la calle en una casa salesiana. Estudió, y después soñó con hacer algo grande. Consiguió una beca, y hoy es capitán de una compañía de cruceros. Les decía a otros chicos acogidos que la oportunidad de su vida no fue llegar a ser capitán, sino pasar de la calle a tener una casa y ver que era posible labrarse un futuro. Y lo hizo él; nosotros solo pusimos los medios.

Fernández Artime, durante la entrevista. Foto: Prensa Salesianos

También están en países donde los cristianos son minoría, e incluso sufren persecución. ¿Qué aporta la congregación en ese contexto?
En los países mayoritariamente islámicos o de otras religiones, nuestras escuelas admiten por igual a muchachos de todas las creencias. Al educarlos en un profundo humanismo, con respeto a la fe en Dios y a la libertad de la persona, estamos creando otra manera de ver las diferencias. El muchacho que se haya educado así jamás agredirá a otro por ser de otra religión. O, en la medida que escuchan y van integrando mensajes sobre la dignidad de la mujer, no reproducirán los esquemas de su entorno. La educación salesiana tiene este poder de transformar la sociedad. Y son los propios salesianos de Asia, o de África, los que hacen esta labor con su gente.

¿Qué querría transmitir a los salesianos de Europa de cómo educan los de otros lugares?
Me he encontrado con niños que no tienen nada y sonríen todo el día; y en Europa, con niños aburridos con una máquina. Los instrumentos técnicos tienen que ayudarnos; no quitarnos el que los niños jueguen entre ellos y se sientan felices al encontrar cualquier cosita. No podemos renunciar al encuentro personal, a la comunión, a dar y recibir gratuitamente. Esto no quita que luego estemos en Facebook, pero tiene que ser una cosa y la otra. Cuando hablo de fomentar la cultura vocacional, me refiero a educar en que todo lo que se hace en gratuidad hace a uno más feliz. Esto luego permite que el chico haga lo mismo.

En Asia o África, su congregación responde a problemas graves pero concretos. ¿Cómo responder a algo mucho más complejo, como el vacío que viven algunos jóvenes aquí?
La desmotivación es un tema muy importante. Un muchacho hastiado todavía no ha encontrado el sentido a la propia vida. No creemos en recetas. Los procesos educativos son largos, y la clave está en poner al joven en situaciones en las que vivir algo les motive. ¿Por qué tenemos centros juveniles? Porque son un espacio donde un chico puede encontrarse con otros jóvenes que buscan, que quieren ser creativos: haciendo música, o en una obra social. Siempre les pido a los salesianos que hagan un profundo ejercicio de estar con los jóvenes.

¿Qué ocurre entonces?
Se hace un camino con ellos según sus deseos y necesidades. Algunos buscan un itinerario de fe, otros se quedan solo en las actividades. Pero estamos ahí para ellos. Esto es transformador. A veces llega un muchacho desmotivado, en guerra contra el mundo, o rabioso por cómo están las cosas en casa. Cuando siente que le reciben bien, en el contacto con otros jóvenes y con el educador va recibiendo herramientas, y empieza a cambiar de actitud hasta el punto de querer hacer cosas por los demás. ¿Cómo hemos pasado del hastío o la rabia a que el chico venga al centro todos los sábados para hacerse cargo de 20 o más pequeños? Vemos milagros así cada día.

En Amoris laetitia el Papa insiste en que la escuela es clave para ayudar a los padres en la educación de los hijos. ¿Cómo se hace esto en salesiano?
Si no trabajamos con la familia, el trabajo con los menores es mucho menos eficaz. Incluso en el caso de los chicos de la calle intentamos que vuelvan con su familia si la tienen, pero después de un proceso de acompañamiento y de asegurarnos de que su realidad ha cambiado. En otro tipo de presencias, la clave es buscar todas aquellas iniciativas que puedan hacer que los padres estén implicados. Por ejemplo, en un centro juvenil que conocí en Argentina los padres se encargaban de preparar la merienda. Con algo así ya has metido a la familia en nuestra dinámica, y se crea una red de vínculos que hace que las posibilidades educativas sean mucho mayores.

En pocas palabras

¿Qué es lo peor de viajar tanto? El cansancio. Lo demás es fascinante.

¿Qué echa más de menos de Asturias? La mar, el verde… y el pescado.

¿Qué lleva siempre consigo? Un rosario que rezo en distintos momentos, una medalla, una pequeña cruz y recuerdos de gestos que hacemos en la congregación.

¿El último libro que ha leído? En el avión de venida, El nombre de Dios es misericordia, del Papa Francisco.

¿Qué le gustaba más de ser un salesiano de a pie? Estar todos los días en el patio con los muchachos.

¿Qué enseñanza de don Bosco intenta aplicar siempre? La amorevolezza, que los chicos se sientan queridos.