COF diocesanos: ¿Debe la Iglesia emplear dinero en los COF o no? - Alfa y Omega

COF diocesanos: ¿Debe la Iglesia emplear dinero en los COF o no?

Los COF se encuentran en un momento crítico. Primero, por la realidad sociológica y cultural que deben afrontar. Segundo, porque ofrecer a las familias un acompañamiento integral es una tarea cada vez más compleja. Además, los propios COF deben aclarar hacia dónde quieren ir

Martiño Rodríguez-González
Stand sobre los COF durante el congreso Da la vida, celebrado en Madrid en marzo de 2014. Foto: Tomás de la Cal Arroyo

Los Centros de Orientación Familiar (COF) diocesanos son ya una realidad. Hace 15 años casi no existían (había centros similares, incluso con idéntica denominación, pero en general promovidos por parroquias, congregaciones… no por diócesis). Hoy la mayoría de las diócesis tienen un COF. En este cambio ha influido mucho el Directorio de la Pastoral Familiar, publicado en 2003 por la Conferencia Episcopal Española (CEE), que afirmaba que cada diócesis debía tener un COF, «un servicio especializado de atención integral a los problemas familiares en todas sus dimensiones». Prueba de la consolidación de esta realidad es que en septiembre tendrá lugar, por primera vez, un encuentro promovido por la CEE cuyos destinatarios son los directores y equipos de los COF.

Los COF se encuentran en un momento crítico. Primero, por la realidad sociológica y cultural que deben afrontar, que cuestiona constantemente –y con ingeniería social– la propuesta del Magisterio sobre el matrimonio y familia. Segundo, porque ofrecer a las familias y a las personas que las integran un acompañamiento integral es una tarea cada vez más compleja y exigente, que requiere una creciente capacitación. Por último, porque los COF diocesanos, en conjunto, han ido naciendo y desarrollándose como una realidad de cierto peso que debe buscar con urgencia la respuesta a dos preguntas, si no quiere malograrse y perder el rumbo: ¿Hacia dónde quiero ir? ¿Cuál es mi vocación?

Tipologías de COF en España

Teóricamente parecen preguntas sencillas. Sin embargo, solamente es posible responderlas si identificamos cuál es el camino que ya hemos recorrido (las decisiones ya tomadas o asumidas) y, desde ahí, reflexionamos con honestidad sobre a dónde nos llevan estas elecciones. Y esto no siempre es sencillo. Aquí, aunque son notables las diferencias entre los COF, considero que en todos los casos se han hecho elecciones en relación con dos dicotomías: profesionales frente a voluntarios, y Magisterio frente a relativismo. Todos los COF se han posicionado, aunque no lo hayan hecho conscientemente, en un polo de cada una de estas dos dicotomías. Esta elección es crucial porque determina hacia dónde va ese COF y a qué vocación quiere responder.

Por una parte, cada COF ha elegido si desea o no ofrecer una atención profesional. Algunos COF diocesanos cuentan con personas con los reconocimientos oficiales para realizar psicoterapia, psicología clínica y/o terapia familiar. Sus profesionales podrían trabajar en cualquier centro civil homólogo. En otros, sin embargo, quienes atienden a los matrimonios en crisis o a las familias no están reconocidos para realizar ni psicología clínica o sanitaria, ni psicoterapia. Desconozco qué sucede cuando, por ejemplo, un matrimonio requiere terapia… ¿los envían a otro lugar?, ¿a dónde? Algunos COF poseen instalaciones excelentes, tienen un equipo interdisciplinar, un horario amplio, personas a tiempo completo, etc. Otros solo atienden un día a la semana y usan un espacio que no facilita la acogida o que dificulta la confidencialidad. Es la dicotomía entre ofrecer un COF de perfil profesional o no hacerlo. Muchas veces la cuestión de fondo es económica: tener un COF profesional supone cierto coste, mientras que uno formado por voluntarios puede ser gratis. ¿Debe la Iglesia emplear dinero en los COF o no? ¿Hacia dónde nos lleva una y otra opción y qué ayuda nos permite ofrecer?

En segundo lugar, está la dicotomía Magisterio frente al relativismo. En algunos COF existen personas verdaderamente formadas en el Magisterio de la Iglesia, que buscan que toda acción del COF (terapéutica o educativa) esté orientada por una antropología adecuada. En estos casos, el COF es un instrumento de evangelización; un lugar de anuncio, en el que Cristo se hace presente y lleva –a través de personas– la Buena Noticia a quien sufre. Otros COF, sin embargo, tienen equipos integrados y/o dirigidos por personas que no han adquirido todavía una claridad profunda sobre la misión de estos centros de acuerdo a lo que el Directorio plantea. Aquí el COF es, en el mejor de los casos, una ONG de ayuda a la familia, cercana a la Iglesia.

Estas dos dicotomías dan lugar a cuatro tipos de COF diocesanos: los voluntaristas relativistas, los voluntaristas magisteriales, los profesionales relativistas y los profesionales magisteriales. Es imprescindible ir generando un espacio de comunión que permita discernir dónde estamos y a dónde queremos ir: ¿Cuál es la vocación de los COF diocesanos? ¿Cómo ir en esa dirección?