«Se puede volar sin alas» - Alfa y Omega

«Se puede volar sin alas»

Cristina Sánchez Aguilar

Makara pisó una mina antipersona mientras recogía leña. A Sokhuem le estalló bajo los pies al volver de la escuela. Otros niños perdieron sus piernas o manos jugando con amigos, mientras trabajaban en el arrozal o recogiendo grillos para luego venderlos en el mercado… En los años 90 Camboya era un terreno plagado de minas en el que había 20 accidentes al día. «Por más que se hable de programas de desactivación, siguen decenas de miles escondidas». De hecho, a día de hoy, todavía hay cinco accidentes diarios. Lo asevera el jesuita José María Rodríguez Olaizola, autor de El corazón del árbol solitario, libro recientemente publicado por la editorial Sal Terrae que narra las peripecias de Kike Figaredo, el «obispo de las sillas de ruedas».

El asturiano llegó a Camboya hace 25 años siguiendo a los refugiados que, tras la muerte del dictador Pol Pot, regresaban a su tierra. Pronto le hicieron prefecto de Battambang, porque su antecesor fue asesinado por los jemeres rojos. Su primera tarea fue crear un taller de sillas de ruedas, hechas con materiales baratos, para los mutilados de las minas. Desde entonces se montan unas 1.200 al año, fabricadas por las propias víctimas. Figaredo puso a bailar a los inválidos para enseñarles «que se puede volar sin alas», como él mismo señala en el libro. Con el paso de los años amplió su misión y fundó hogares de acogida, escuelas, proyectos agrícolas, una fábrica textil y hasta un café-restaurante recomendado en las guías de viajes.

El corazón del árbol solitario
Autor:

José María Rodríguez Olaizola

Editorial:

Sal Terrae