Los juegos del hambre - Alfa y Omega

Los juegos del hambre

Eva Fernández
Foto: AFP Photo/Nichole Sobecki

Me gustaría contarles que estos niños participan en una divertida yincana y no que corren desesperados en busca de algunos granos de sorgo con los que alimentar a sus hermanos. Son los más fuertes, y por eso se lanzan a la carrera en nombre de los que ya apenas pueden ponerse en pie, convertidos en un guiñapo humano y festín para las moscas. Demasiado cruel hasta de argumento de película, pero tan real como la hambruna que está aniquilando Sudán del Sur, el país más joven del mundo, al que de nada le sirve albergar en sus cimientos las terceras reservas de petróleo de toda África. La ONU ya lo ha advertido: Sudán del Sur se enfrenta a una crisis alimentaria sin precedentes. Cuando queramos darnos cuenta, más de 400.000 personas no estarán al borde de la catástrofe, sino dentro de ella. Antes del estallido de su última guerra civil, el 90 % de sus ingresos provenía de la extracción de crudo. Con el bloqueo de los pozos por los combates y las tensiones con su vecino Sudán (del que se independizó en 2011), surgió una profunda crisis económica que ha disparado los precios de los productos básicos y ha conseguido que en este país las únicas que engorden sean las aves carroñeras. Los señores de la guerra han puesto en marcha un mortífero instrumento de limpieza étnica que mata más que las balas: cierran carreteras y accesos, y atacan a los convoyes humanitarios para provocar muertes en las etnias rivales por desabastecimiento de comida. Si consiguen que las gentes huyan de sus casas no podrán sembrar sus campos, y sin ayuda exterior, la muerte por hambre está asegurada. Mueren los de siempre, ganan dinero los de siempre: el viejo negocio. Mientras tanto, los cadáveres se van amontonando allí donde caen exhaustos, formando una topografía del horror. Escribo estas líneas intentando que, al abrir los ojos, los críos ya no estén allí. Me gustaría no tener que volver a escribir historias de niños zombis que juegan a encontrar comida. Quizás podamos alterar el final, si al menos durante un instante, nuestra conciencia consigue ver la luz.