El arzobispo electo de Madrid y los seminaristas: «Todos sentíamos que éramos especiales para él» - Alfa y Omega

El arzobispo electo de Madrid y los seminaristas: «Todos sentíamos que éramos especiales para él»

Don Carlos Osoro se ha propuesto conocer y querer a todos los seminaristas madrileños «si cabe, mejor que hasta ahora lo hice». Juan Pérez Die, seminarista valenciano, da testimonio de que el que ha sido su obispo desde que entró en el seminario «ha sido un padre para nosotros. Nos tenía muchísimo cariño. Todos nos sentíamos que éramos especiales para don Carlos»

José Calderero de Aldecoa

Don Carlos Osoro, nuevo arzobispo de Madrid, se ha marcado un reto para con los seminaristas. En la carta que envió a la archidiócesis de Madrid el día en que se hizo oficial su nombramiento se dirigió a ellos para decirles que se marca el reto de conocerles y quererles como hasta ahora ha hecho con los seminaristas de las diócesis por las que ha pasado. «Conoceros y quereros es algo de lo cual el Obispo no puede prescindir y quisiera seguir realizándolo si cabe mejor que hasta ahora lo hice», les dijo monseñor Osoro a los seminaristas madrileños.

Desde luego es un reto ambicioso, y no sólo por el número de seminaristas de la capital, superior al resto de localidades, sino también porque el precedente es muy bueno. Los seminaristas que han tenido a don Carlos como obispo se deshacen en elogios hacia el prelado. «Ha sido un padre para nosotros. A los seminaristas nos ha tenido muchísimo cariño. Cuando empecé a tener trato con él creía que tenía una relación especial conmigo. Pero luego hablando con el resto de seminaristas me di cuenta de que todos pensaban lo mismo. Todos pensábamos que éramos especiales para don Carlos. Y es que tiene esa capacidad de tratar a todo el mundo con un cariño, y de forma tan especial que te crees que eres el más importante cuando estás hablando con él», explica Juan Pérez Die, seminarista de la archidiócesis de Valencia.

De cena con el obispo

El objetivo de conocer y querer a los seminaristas que siempre ha buscado don Carlos se traducía en hechos concretos. En el caso de Juan, el obispo quiso conocerle incluso antes de entrar en el seminario. «Cuando se enteró de que me estaba planteando entrar al seminario, consiguió mi número de teléfono y me llamó para conocerme e invitarme a su casa a cenar. El día de la cena, al principio, estaba muy nervioso pero me tranquilizó que todo sucediese con mucha normalidad. No hizo ningún tipo de fiesta ni nada especial. Simplemente puso un plato más en su mesa y me dio de cenar lo que él tenía. A mí eso me encantó porque me transmitió mucha cercanía y mucha confianza. Estuvimos hablando de muchas cosas y al terminar hablamos de mis inquietudes espirituales. Me vino a decir que valía la pena dar la vida por Cristo. Me ayudó mucho», asegura Juan.

Al servicio de la evangelización y de la gente

Una de las ideas que don Carlos intentó transmitir a los seminaristas valencianos era la necesidad de salir de las sacristías hacia la calle al encuentro de las personas. «Nos decía que teníamos que salir a la calle a encontrarnos con la gente, hablar con las personas, para que éstas, a su vez, puedan encontrarse con Cristo. Nos decía que el cristianismo es un encuentro con una persona, con Cristo».

Y, de nuevo, sus palabras también se traducían en hechos; es decir, en ejemplo para los demás. «El día de Todos los Santos, don Carlos tenía la costumbre de ir al cementerio a visitar las tumbas de la gente y rezar. En el cementerio tenía programadas distintas actividades, y como todo el mundo se le acercaba y se agolpaba en torno a su figura empezamos a llegar tarde a todos lados. Otro seminarista y yo le dijimos que no se preocupara que nosotros nos pondríamos delante, apretaríamos un poco a la gente y así llegaríamos. Entonces él se paró y, con mucho cariño, nos riñó: Mira, Juan, nosotros estamos llamados a ser sacerdotes y tenemos que estar con la gente, tenemos que atender a la gente. Si se quieren acercar mil personas, estamos con las mil personas y atendemos uno a uno con mucho cariño y con toda la atención. Y a mí ese momento se me quedó grabado», recuerda este seminarista.