350 años después de muerto, Pascual adoró la Eucaristía - Alfa y Omega

350 años después de muerto, Pascual adoró la Eucaristía

Quizás pocos recuerden la vida de Pascual Baylón, cuya festividad se celebra mañana, pero este santo fraile iletrado, que gozó del don de ciencia infusa, fue uno de los más afamados santos de España, durante siglos. Su amor por Cristo Eucaristía fue tal que, incluso, «impidió» la profanación del Santísimo durante el inicio de la Guerra Civil

José Antonio Méndez
Visión de san Pascual Bailón (detalle), de Giambattista Tiépolo. Museo del Prado, Madrid.

Le llamaron Pascual porque nació el 16 de mayo de 1540, en la Pascua de Pentecostés. Y aunque Baylón era su verdadero apellido familiar, casi se convirtió en su apodo porque, según cuentan las crónicas, danzaba ante la imagen de la Virgen: como era un iletrado, decía, no sabía qué otra cosa podía ofrecer para agradar a la Madre. Sus padres eran campesinos, gente pobre, y por eso tuvo que trabajar como pastor desde los 7 años. Cuando apacentaba las ovejas en los campos de su Torrehermosa natal (Zaragoza), aprendió a leer pidiendo a los viajeros que le enseñasen a reconocer letra por letra las oraciones de un devocionario que llevaba consigo. A veces, se arrodillaba en el campo mirando hacia el campanario de la iglesia, y sus compañeros se asombraban al llegar al pueblo y comprobar que Pascual había puesto rodilla en tierra cuando el sacerdote consagraba el pan y el vino para que Jesús Eucaristía se hiciese presente.

A los 24 años, ingresó en los franciscanos alcantarinos, después de tener una visión mística que le mostraba y demostraba la presencia real del Resucitado en la Eucaristía. En el convento, fue barrendero, portero y cocinero, y rehusó ser sacerdote porque se consideraba un ignorante. Pero sus superiores pronto descubrieron la sabiduría y hondura espiritual del humilde fraile: De ciencia infusa dotado, / siendo lego sois Doctor, / Profeta y Predicador, / Teólogo consumado

Pasaba horas, e incluso noches enteras, postrado ante el Santísimo, en adoración de su Señor y amigo. Por encargo del superior de la Orden, hubo de atravesar Francia cuando los calvinistas hugonotes quemaban iglesias y asesinaban a todo católico que encontraban por el camino. Pascual hizo el trayecto a pie, porque no sólo no temía a la muerte, sino que deseaba dar su vida por Cristo. Pero Dios tenía otros planes: salió ileso de varias persecuciones, y, en cierta ocasión, supo rebatir con argumentos teológicos las objeciones que le planteó un grupo de hugonotes que negaban la presencia de Cristo en la Eucaristía. Cuando se vieron rebatidos, le tundieron a palos hasta casi matarlo. En Francia, convirtió a no pocos protestantes, y, de regreso a España, contó lo torpe que había sido cuando un hugonote a caballo, amenazándolo con una lanza, le preguntó si Dios estaba en el cielo. Él dijo que sí, y el hugonote se fue. Después, rompió a llorar porque no se le ocurrió añadir «y en la Eucaristía», lo que le habría valido el martirio.

Murió en 1592, en el convento de Nuestra Señora del Rosario, en Villarreal (Castellón), el 17 de mayo, también Pascua de Pentecostés. Lo hizo entre visiones místicas y cuando, en la iglesia del convento, se consagraba la Sagrada Hostia. Fue canonizado en 1690; la Iglesia lo nombró Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna; la Casa Real lo adoptó como Patrono; y su cuerpo permaneció incorrupto y flexible casi 350 años, hasta el 13 de agosto de 1936.

Aquel día, una horda de milicianos de la República entró en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, de Villarreal, para profanar el sepulcro del santo, al que miles de católicos solían peregrinar. Meses antes, el capellán había rehusado llevar el cuerpo al cementerio para protegerlo: «No llegarán a tanto», dijo. Pero llegaron. Los milicianos rompieron el sepulcro-relicario entre blasfemias, sacaron el cuerpo a la plaza y le prendieron fuego, tras ultrajarlo con salivazos y orines. Un sacerdote, que presenciaba escondido el sacrilegio, recordó que el Santísimo seguía en el sagrario de la iglesia. Encomendándose a san Pascual, le pidió ayuda para salvar a Cristo Eucaristía de una profanación segura. El sacerdote, vestido con sotana, atravesó la turbamulta de milicianos, entró en la iglesia tomada por los asaltantes, sacó al Señor y huyó con Él, pasando de nuevo entre los milicianos. Y así, cuando las llamas y las ofensas consumían su cuerpo incorrupto, san Pascual alcanzó el martirio tres siglos y medio después de muerto, mientras adoraba, en el cielo y en la tierra, a su amigo y Señor, Jesús Eucaristía.