Los niños de la calle de Manila también hacen la Primera Comunión - Alfa y Omega

Los niños de la calle de Manila también hacen la Primera Comunión

María Martínez López
Walter (izquierda), con otro niño durante una actividad de la fundación ANAK. Foto: Fundación ANAK-TnK

Angélica hizo la Primera Comunión hace cinco años, a la edad de 8. En este día tan especial «recibí a Jesús en mi cuerpo y en mi corazón, y me uní a Él. Le dije “Gracias, Señor, por darte a mí”». Esto habría sido imposible unos años antes. Angélica es de Manila, la capital de Filipinas, y de pequeña vivió en la calle. Ahora, está en una de las casas de la fundación ANAK-TnK, que ayuda a 250 niños abandonados por sus padres o que se han escapado de casa porque los maltrataban. Duermen en la calle, buscan comida en la basura, roban, y sufren abusos y violencia. La fundación les ofrece un hogar y todo el cariño del padre Matthieu Dauchez (el director) y de los educadores.

Cada año, entre 20 y 40 niños que viven en la fundación hacen la Primera Comunión. No hay una edad fija. «Esperamos a que la pidan ellos», explica el sacerdote. En los centros hay exposición del Santísimo cada semana, y los niños aprenden con facilidad que Jesús está en la Eucaristía. Ahí nace el deseo de recibirle. «Estos niños han sido abandonados por sus propios padres, y estar unidos a Jesús y a la Iglesia es muy importante para ellos. Cuando les decimos que pueden prepararse para la Comunión, se alegran muchísimo».

Angélica (derecha), con sus hermanas. Foto: Fundación ANAK-TnK

El camino hasta el gran día

Los niños tienen catequesis todo el año, y luego hacen un cursillo especial unos días antes. El padre Matthieu ha preparado unos materiales «muy sencillos para que todos los entiendan, incluso si no saben leer». Algunos niños van además a catequesis a su parroquia o su colegio, «y son muy buenos. ¡Con frecuencia se llevan algún premio!».

Un momento fuerte antes de la Comunión es la primera confesión. «Lo están deseando. Su vida ha sido muy dura, han visto mucho mal», y a veces «se sienten sucios», nos cuenta el sacerdote. Muchas veces, lo que han sufrido les hace ser violentos. Y «se dan cuenta de que necesitan el perdón de Dios para luchar» contra eso.

«Jesús me da fuerza»

Walter, que hizo la Primera Comunión con 13, nos explica que «comulgar me da fuerza para afrontar las dificultades. Y siempre intento confesarme antes». Ahora tiene 20 años, y vive en un piso de la fundación para chicos mayores.

El padre Matthieu explica que «solemos celebrar las comuniones en el aniversario de la fundación, el 15 de agosto», que es la Asunción de la Virgen. «Nos reunimos todos como una gran familia. También invitamos a los padres de los niños, si tienen contacto con ellos. Los chicos se visten de blanco, y les regalamos un rosario. Después de la Misa, comemos juntos y hay juegos y bailes».

«Quiero hablar con mamá»

Aunque llegar a un centro de ANAK es un gran paso para los niños de la calle, no es el final de su camino. El padre Matthieu nos explica que lo han pasado tan mal, que «no creen que nadie los pueda querer. Por eso, si tienen algún problema» o les cuesta obedecer, a veces se escapan y vuelven a la calle. Es lo que hacía Intoy. A los 8 años huyó de su casa porque su madre había muerto y su padrastro le pegaba mucho. Entró en el centro con 12 años, pero se escapaba mucho.

Con el tiempo y la ayuda de los voluntarios, se fue asentando. También descubrió que quien mejor puede curar su corazón es Jesús. Por eso, el día de su 13 cumpleaños le pidió al padre Matthieu que le llevara a la capilla. Primero estuvo hablando con Jesús, diciéndole que cuidara a su familia y a sus amigos. Después, le dijo: «Bueno, Jesús, si me permites, me gustaría hablar con mamá». En ese momento, hablando con su madre en presencia de Dios, lloró mucho. Pero eso le ayudó a sacar todo el dolor que tenía dentro y a estar más en paz con su historia.