O evangelizamos, o el vacío - Alfa y Omega

O evangelizamos, o el vacío

En la mañana del pasado domingo, con ocasión del comienzo del Sínodo extraordinario de los Obispos sobre la familia, era entrevistado, en la Cadena COPE el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela. Así respondía a las preguntas de don Jesús Luis Sacristán:

Redacción
En la Vigilia de oración. «Cristo se introduce entre el del esposo y el de la esposa, formando comunidad de amor y vida»

Se ha inaugurado la tercera Asamblea General extraordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre la familia, con el lema Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. ¿Por qué se ha elegido este tema?
Las últimas décadas de la Historia de la Iglesia, desde el pontificado de san Juan Pablo II, pasando por el de Benedicto XVI, y ahora por el del Papa Francisco, en los que la necesidad y, por ello, la exigencia de evangelizar, y evangelizar de nuevo, es manifiesta. Y también llevamos décadas en la Historia reciente de la sociedad y del mundo, en la historia del hombre, en las que el matrimonio y la familia, que son realidades imprescindibles para la salvación de la persona y de la sociedad humana, están sometidas a unos desafíos de enorme gravedad. Como enseña muy bien el Concilio Vaticano II, cuyo comienzo del capítulo primero de la segunda parte —una segunda parte dedicada a las cuestiones más urgentes en las relaciones de la Iglesia con el mundo, y estamos hablando del año 1965—, que aborda cómo fomentar la dignidad del matrimonio y de la familia, afirma: «La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar». Si es así, o evangelizamos abordando los retos que está viviendo el matrimonio, los desafíos que está sufriendo en la concepción de lo que es su ser más íntimo, en la concepción de lo que es el amor y la vida, en la concepción de lo que es camino de amor y de vida en función del bien común, o, de lo contrario, lo que sucede es caer en el vacío, es pisar suelo quebradizo y no llegar a ningún buen fin.

Cardenal Rouco, hablamos de estos desafíos y nos podría comentar también algunas de las cuestiones que van a tratar los participantes en la asamblea sinodal y que se señalan en el Instrumentum laboris.
El Sínodo extraordinario que empieza el lunes sus sesiones, este domingo comienza oficialmente con la solemne celebración de la Eucaristía en San Pedro, va a dedicarse a hacer una especie de diagnóstico de la situación, a ver cómo están los problemas relacionados con la concepción, la vivencia y la realización del matrimonio cristiano, célula primera y básica de la familia, y luego la familia misma, célula básica de la sociedad y de la Iglesia. En cuanto a las grandes cuestiones que tienen que ver con la respuesta de la fe y de la doctrina de la Iglesia desde siempre, desde la enseñanza misma del Señor hasta hoy, y tratando de darles forma actual y forma viva, para el hombre de nuestro tiempo, ésas se abordarán el año que viene, en la Asamblea ordinaria. Por lo tanto, lo que van a hacer los Padres sinodales con el Santo Padre, que preside el Sínodo, pero no es un sinodal más, será ver cómo está la situación hoy. Una situación que ya no se circunscribe al panorama especialmente europeo, o preferentemente europeo, sino que tendrá que extenderse, y se extenderá sin duda alguna, al panorama mundial. El problema del matrimonio y la familia y su recta concepción, el vivirlo de acuerdo con la ley de Dios, con la dignidad que Dios ha impreso en el hombre en función del matrimonio y de la familia, es la cuestión a abordar, y es un reto. Es cuestión en todos los continentes, en todas las culturas que hoy conocemos, y que conocemos tan rápidamente a través de Internet. Será muy bueno, al final, ver en qué medida se pueden describir, perfilar todos esos grandes problemas, describirlos y perfilarlos a la luz de la fe, a la luz de la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia. Yo creo que el Sínodo, en su Asamblea extraordinaria, con su forma específica de trabajar, va a ofrecer buenas pistas, buenas perspectivas, para después formular, sobre todo, teóricamente, apostólicamente y evangelizadoramente en la práctica, la respuesta que la Iglesia tiene obligación de ofrecerle al hombre, al hombre contemporáneo, al matrimonio contemporáneo, a la familia contemporánea en todo el ancho mundo en el que ella está implantada, en el que ella está viviendo y dando testimonio de la presencia del Señor entre los hombres.

Todo esto contribuirá al fortalecimiento y a vigorizar la familia, sin duda.
Pues sí, esperamos eso, y tenemos que rezar por ello. Es fácil entrar en fórmulas de hablar y debatir sobre el problema del matrimonio y de la familia, una polémica que poco tiene que ver con las grandes afirmaciones y las grandes verdades, que la fe nos descubre, para comprender bien lo que ya está en su raíz, lo que tiene que ver con la naturaleza humana en sí misma, con el ser del hombre, criatura de Dios, imagen de Dios: hombre y mujer. Hombre y mujer reproducen y son la imagen de Dios. Y vista a la luz de la fe de la Iglesia, esa realidad del hombre en la perspectiva de la historia de la salvación es una especie de imagen de la realidad trinitaria. En el fondo, el sacramento del Matrimonio lo que viene a ofrecer y viene a poner de relieve en la experiencia del amor humano, vivido en el matrimonio y en la familia, con su fecundidad que florece y culmina en los hijos, es efectivamente que el amor humano entra plena e íntimamente en el misterio del amor divino, que se hace carne en Cristo. Él asume la Humanidad, y con la Humanidad asume también a la Iglesia como Esposa y se introduce en el corazón del matrimonio, entre el del esposo y el de la esposa, formando una comunidad de amor y de vida para llenarlos de su gracia, que es gracia del Espíritu Santo, que es amor de Dios.