Amadeo Rodríguez Magro: «Quiero acompañar a las familias, sea cual sea su situación» - Alfa y Omega

Amadeo Rodríguez Magro: «Quiero acompañar a las familias, sea cual sea su situación»

Natural de San Jorge de Alor, en Badajoz, Amadeo Rodríguez Magro ha sido durante 13 años obispo de Plasencia y es uno de los mayores expertos en catequesis de España. A sus 70 años llega a Jaén para ser obispo de una diócesis «que esté muy atenta a las heridas sociales y a la fragilidad de la gente»

José Antonio Méndez
Foto: María Pazos Carretero

Usted pasea mucho por las calles de Plasencia y se para con todo tipo de personas. ¿Qué le aporta ese trato con sus diocesanos, incluso no creyentes?
Algo fundamental: me ayuda a conocerlos. Yo soy el pastor de esas personas, y para serlo tengo que tratarlas, tener contacto con ellas. A veces el simple paseo ya es un contacto que, aunque superficial, me ayuda a sintonizar con la gente. Por ejemplo, cuando ves a jóvenes pasear de una determinada manera es fácil darte cuenta de que casi seguro están en paro. En una carta pastoral conté la conversación que tuve con uno de ellos que iba caminando y me contó su situación: su familia vivía de una renta básica de 400 euros y no tenía ni para la luz. Es muy importante que la gente vea a su obispo cerca.

En Jaén y en Plasencia hay una fuerte presencia del mundo rural. ¿Qué características exige para la evangelización este tipo de diócesis?
La Iglesia tiene siempre una vocación de proximidad. La parroquia, como decía Juan Pablo II, es la Iglesia que está entre las casas de sus hijos, porque la Iglesia tiene que estar inserta en la vida de la gente; no puede estar desarraigada de sus circunstancias, de sus problemas, de sus fiestas… Tenemos que llevar la alegría del Evangelio a las personas; tenemos que estar muy cerca de los enfermos y de los mayores; tenemos que descubrir dónde hay parejas que sufren o niños que lo pasan mal porque sus padres tienen problemas en su relación… Y en los núcleos rurales esto es más fácil, porque a poco que nos hagamos cercanos, quien tiene un problema nos encuentra cerca. Tenemos que estar siempre accesibles, pero no solo a través del obispo, que no es un superhombre, sino a través de los sacerdotes, de los consagrados y también de los seglares.

¿Por esa vocación de proximidad propició usted el encuentro entre el Papa y un transexual?
En esa historia yo soy un personaje absolutamente secundario. Aquello fue un gesto muy hermoso, un abrazo muy hermoso del Papa. Antes yo había tenido un encuentro con esa persona, a través de la mediación de un seglar normal y corriente, que es un hombre profundamente creyente, bueno, sencillo… y tras contarme su historia, le dije: «que esta persona venga a verme inmediatamente». Tuvimos una larga conversación, con profundo respeto y cariño, para que se pudiese ir feliz de haber hablado con su obispo, de haberle abierto el corazón. Eso es lo que ocurrió después con el Santo Padre, que estuvo enormemente activo en la acogida.

¿Se puede aterrizar en el día a día de una comunidad la acogida a personas cuya forma y opción de vida los aleja del ideal de vida cristiano?
La Iglesia no puede renunciar a su planteamiento fundamental ni a sus normas morales, pero sí tiene que ser muy cuidadosa en cómo las plantea. Porque no puede olvidar nunca que detrás de cada situación hay personas, y personas que sufren. No podemos dar el olfato de que somos enemigos de la diversidad, porque en esa diversidad hay seres humanos, y podemos caer en el peligro de hacer pensar que somos enemigos de determinadas personas y amigos solo de los perfectos que siguen el molde.

El Papa pide en Amoris laetitia que la Iglesia se ponga en clave de familia. ¿Cómo quiere impulsar la pastoral familiar en su diócesis?
Amoris laetitia es una magnífica catequesis sobre la familia, y aprovechando su publicación quiero comprometerme a dar un impulso a la pastoral familiar. Pero la pastoral familiar es un proyecto común a toda la Iglesia en España y estamos trabajando en ello.

¿Y cómo dará ese impulso?
Quiero acercarme a todas las familias y a todas las parejas, y, en la medida en que podamos con cada uno –y también en la medida en que quieran tener contacto con nuestras comunidades–, anunciarles el Evangelio y decirles que la Iglesia ama a las familias. Quiero acompañar a las familias, sea cual sea su situación y su proceso de búsqueda de su propia identidad como familia y como cristianos.

Enlazando con la acogida a la fragilidad en la Iglesia, ¿el Papa pide en Amoris laetitia que se dé la comunión a los divorciados vueltos a casar?
El Papa no pide eso. El Papa pide que acompañemos a las familias y a las personas en su propia situación, y después de un trato muy personalizado y muy íntimo, dejar que la persona descubra su propia situación y su camino en la Iglesia. A veces llegamos a la conclusión fácil: comunión sí o comunión no. Eso no es lo más importante, por muy importante que sea. Lo decisivo es que hay que hacer un camino para acercar el Evangelio a las familias y a todas las parejas. Lo más hermoso es que para que pudiera llegarse a lo que usted me pregunta, primero hay que hacer un camino espiritual que nos afecta a todos, porque, por ejemplo, uno no puede acercarse a comulgar todos los días si está en pecado mortal. Primero hay que hacer un camino íntimo de acercamiento a Cristo, y cuando la gente lo hace y comprende la verdad del misterio del encuentro con Cristo en la Eucaristía deja de pedir facilidades y deja de convertirlo en una pura reivindicación.