Días de talante - Alfa y Omega

La euforia del fútbol ha ofrecido a muchos españoles la excusa que esperaban para encerrar, por unos días, en el fondo del armario, las banderas arcoiris, folclórico-regionalistas y preconstitucionales de franja morada. Sin sentimientos de culpa. Sin que nadie señale a nadie con dedo acusador. Son días de talante. ¡Permiso para hacer ondear la bandera de España!

En Cataluña, especialmente, sabe a gloria esta rara licencia, fracasado el intento del régimen de confinar al espacio privado cualquier expresión de sentimientos patriótico-futboleros. La manifestación catalanista del sábado volverá a poner las cosas en su sitio. Queremos nuestro Consejo del No Sé Qué Judicial, gritará el pueblo con una sola voz. Y ahora que tanto el Gobierno de Madrid como el Constitucional la han avalado, la nació, la de pura sangre y la que nació en Córdoba, celebrará con entusiasmo la inmersión lingüística (¡Viva el «molt honorable»! ¡La elección del idioma en el colegio por los padres no es libertad, sino libertinaje!) y pedirá a sus abnegados caudillos más brío en la inmersión moral (¡Menos Cervantes y menos filosofía; lo que queremos es «Educación para la sodomía»!)

Deberíamos empezar a preocuparnos. España padece una variante letal del síndrome de san Pablo: «No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero». Sólo está bien visto celebrar lo que nos divide; lo que destruye el tejido social y moral… O eso creemos… ¿Pero y si resulta que hay una mayoría harta de que se enseñe basura ideológica en las escuelas? ¿Y si a casi todos nos repugna que se use nuestro dinero para pagar abortos, en lugar de destinarlo a ayudar a las madres con problemas? ¿Somos todos tan egoístas y cobardes que no vamos a mover un dedo? Si es así, nos habremos ganado a pulso la extinción.