No puede caer en saco roto - Alfa y Omega

No puede caer en saco roto

Las mochilas que se echan a hombros los peregrinos a Santiago van cargadas de expectativas y vivencias de fe bien distintas

María Martínez López
Fachada del Obradoiro, de la catedral de Santiago de Compostela

Pero, por el Camino, el Sembrador siembra, y siembra para todos: para el católico comprometido, para quien busca soledad, para el aventurero… Al final, todos tienen que enfrentarse a sí mismos y a cómo están ante Dios. La misión (posible) de la Iglesia es hacer crecer esta semilla.

José Miguel Rubio, padre de familia barcelonés, hizo el Camino en bicicleta para disponer de tiempo en soledad y dar gracias por sus hijas. María José Cremades, de Madrid, quería repetir la experiencia religiosa que vivió en Santiago, la pasada Semana Santa, y reencontrarse con Dios, aunque -reconoce- no es «muy practicante». Lo que buscaba el colombiano Luis Ángel Argote era reflexionar, desde la fe, sobre lo que había hecho mal en su vida, para cambiar el rumbo. El italiano Gabriel Perenzoni quería compartir con su novia Marta una experiencia «espiritual e íntima».

Hay tantos motivos para peregrinar a Santiago como peregrinos; y en ellos, la espiritualidad y la fe específicamente cristiana juegan papeles variables. «El Camino está abierto a todo tipo de personas» -explica el padre Jenaro Cebrián, Delegado diocesano de peregrinaciones de Santiago de Compostela-, y es difícil que su identidad cristiana «no se diluya en un magma de espiritualidades de lo más diverso».

Más allá del espíritu aventurero

El padre Jesús Martínez, sacerdote de Logroño, peregrino e implicado en la acogida a peregrinos, cree que, más allá del espíritu aventurero, del que en ocasiones se habla, muchos peregrinos «están intentando salir de sí mismos y buscan una oportunidad para pensar y reflexionar». Pero también sabe que el Camino impacta y «hace que cada persona se enfrente a sí misma y a lo trascendente». La Iglesia -añade- puede y debe aprovechar esta oportunidad para, partiendo de experiencias humanas como el encuentro y la acogida, vincularlos a la fe, y a Dios, que acoge.

Fortalecer el sentido cristiano del Camino, especialmente en este Año Santo, es uno de los principales objetivos del padre Jenaro, y necesita la implicación de toda la Iglesia. Su principal empeño es conseguir, a través de las diócesis, que, antes de dar un solo paso, el peregrino haya tenido un primer contacto con su parroquia, para recoger allí, y no en una simple asociación de amigos del Camino, la credencial y la guía espiritual que su Delegación ha editado.

Encuentros en el confesionario

Si se pierde esta oportunidad, luego la cosa se complica. No son muchos los párrocos del Camino que, además de pastorear varios pueblos, puedan atender debidamente a los peregrinos; y los albergues los regenta «gente de líneas muy diferentes», explica doña Marta Isabel González, cuya familia es propietaria del albergue Las Águedas, cerca de Astorga. Su albergue comparte los objetivos de don Jenaro: está organizando una actividad para promover el Camino y su espiritualidad entre niños y adolescentes, con la ayuda de la Delegación de Juventud de Astorga. También «damos a conocer los horarios de Misa y ponemos a disposición de los peregrinos libros, entre los cuales queremos que haya Nuevos Testamentos. Pero donde más se puede hacer, si te preguntan, es en el trato personal». Son de los pocos albergues, además, que recogen los datos de los peregrinos y los envían a Santiago para facilitar un seguimiento posterior de los peregrinos.

En Santiago, don Jenaro compagina este trabajo con cuatro horas diarias en un confesionario de la catedral. «Es donde tiene que estar quien quiera conocer a los peregrinos», explica. Recuerda especialmente al joven que, pedaleando desde Ginebra, tuvo una conversión casi paulina, o a la chica que, peregrinando en busca de tranquilidad, había visto brotar las raíces de una fe olvidada. Incluso se están organizando distintos equipos de acogida, con sacerdotes, para escuchar a quienes quieran ir más allá de la confesión o aún no hayan sentido esa necesidad. A unos y otros, «el Camino los acaba enfrentando con cómo están con Dios», y esto no puede caer en saco roto.