Carta de un hijo a los padres - Alfa y Omega

Carta de un hijo a los padres

Colaborador

No me des todo lo que pido. Cada vez pediré más y seré más exigente. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo coger. Intento dominaros y hacer mis caprichos.

No me grites. Me molesta lo mismo que a ti. Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también. Y no quiero hacerlo. Excepto cuando no me dais lo que quiero y exijo.

No me des siempre órdenes. Depende de cómo me las des, imponiéndote por las bravas o razonadamente. Si en vez de órdenes, a veces, me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.

Cumple las promesas, buenas o malas. Pero ten el valor de rectificar cuando te equivoques. Si me prometes un premio, dámelo, pero también si es un catigo (justo).

No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos o hermanas. Si tú me haces sentir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces sentir peor que los demás, seré yo quien sufra.

No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Es cosa de personas light, sin fundamento. Decide y mantén tu decisión. Primero piensa, después consulta, por último decide en frío.

Déjame valerme por mí mismo. Nunca se equivocan los que nunca hacen nada. Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender. Enséñame primero, y permite que lo haga después.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que lo haga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Enséñame a callar para no mentir, y enséñame a hablar cuando deba hacerlo. Me haces sentirme mal y perder la fe en lo que me dices. Si yo te veo mentir, yo mentiré, y, cuando me acostumbre, te mentiré a ti.

Cuando yo haga algo malo, no me exijas que te diga por qué lo hice. Sin embargo, a veces conviene decirlo para ver la causa y buscar la solución. A veces, ni yo mismo lo sé. Los arranques conviene cuanto antes aprender a evitarlos. Se arrepiente pronto uno y traen malas consecuencias.

Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que tengo de ti, y así me enseñarás a admitir mis equivocaciones también. Admítelo rápida y sinceramente, sin buscar paliativos. Pide perdón, es cosa de almas nobles.

Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos. Y la familia debe ser tratada con más consideración, respeto y cariño que ninguna otra persona. Es nuestro mejor tesoro.

Porque seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también. Amigos sí, amiguetes no. El padre es el padre, no un amigo cualquiera. No puede eludir sus responsabilidades.

No me digas que haga una cosa que tú no haces. Yo aprenderé lo que tú hagas, aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas. Si los padres son unos desordenados, ellos dejarán sus juguetes por los suelos.

Cuando te cuente un problema mío, no me digas: «No tengo tiempo para bobadas» o «Eso no tiene importancia». Trata de comprenderme y ayudarme.

Y quiéreme y dímelo. El amor mucho es un amor egoísta. A mí me gusta oírtelo decir, aunque no creas necesario decírmelo. A todo el mundo, no sólo a los hijos, nos gusta sentirnos queridos y apreciados. Todos tenemos algo bueno y trabajamos y nos comportamos mucho mejor cuando nos sentimos comprendidos y alentados.

Comentarios de Alejo Fernández
(en cursiva)