En nombre de la tierra - Alfa y Omega

En nombre de la tierra

Eva Fernández
Foto: CNS

Aún arden los troncos de los árboles y parece que este inacabable incendio que asola Canadá seguirá activo durante los próximos seis meses. Es tal su fuerza, que usted y yo llevamos días respirando partículas del humo que ha obligado a abandonar sus casas a unas 90.000 personas. La naturaleza tiene esa rara habilidad de llamar la atención de los medios solo cuando va unida a la tragedia. Una y otra vez, miles de hectáreas de bosques irremplazables convertidos en ceniza. Lo malo es que cuando tras el incendio llega esa uniformidad lunar tan característica, todos sabemos que irremediablemente volverá a repetirse. En la naturaleza no cabe la vuelta atrás. Acabamos de estrenar el mes telonero del verano, y el próximo domingo, 5 de junio, celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente, una buena ocasión para releer la encíclica Laudato si y hacer nuestra la llamada a la responsabilidad del Papa Francisco para proteger un planeta que se está destrozando: «Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a explotarla», escribe el Pontífice. «Nosotros no somos Dios. La tierra nos precede». Dicen los expertos que un bosque puede tardar más de 120 años en recuperarse tras un incendio. Unas cifras que no podemos permitirnos, porque en la naturaleza encontramos el equilibrio que contrarresta nuestra habitual inestabilidad. En un bosque se encierra la armonía que nos acerca al Creador, un equilibrio perfecto que abraza el cielo y la tierra por igual. Una sensación que también encontramos en cualquier rescoldo de vida, en las hierbas que se abren paso entre los muros de una tapia o en la flor solitaria que asoma en el erial de una cumbre. Laudato si es la frase inicial del Cántico de las criaturas de san Francisco de Asís, probablemente el primer manifiesto ecologista de la historia, en el que el Papa se apoya para hacernos pensar. Suya es también la reflexión que oyó a un anciano: «Dios perdona siempre, los hombres a veces, la tierra no perdona nunca».