Lecciones de superación en África - Alfa y Omega

Lecciones de superación en África

Ochenta años después del comienzo del trabajo apostólico de san Josemaría Escrivá con las mujeres, el 14 febrero de 1930, múltiples iniciativas en los cinco continentes difunden la llamada a la santidad, para todos y en todas las circunstancias. Kimlea, en Kenia, es una de ellas

Colaborador
Rahab Wairimu es alumna de los cursos para adultos en Kimlea

«Nganga tiene 3 años y está desnutrido. Pedimos a una donante italiana que se encargara de su alimentación, incluyendo dos vasos de leche diarios. Ya está recuperado y juega en la escuela. Abraham y Orando fueron abandonados cuando tenían 1 año, y su padre no podía alimentarlos. Después de tres años de una dieta adecuada, van a la escuela y su padre nos agradece haberles dado la esperanza de vivir».

Lo cuenta Frankie Gikandi, que dirige desde 1990 Kimlea, centro de formación rural para la mujer, a 30 kilómetros de Nairobi, donde han recibido formación más de dos mil mujeres. «Queremos compartir sus necesidades, darles herramientas», dice. La escuela es una obra corporativa del Opus Dei, sostenida por Kianda Foundation, institución que promueve varias iniciativas educativas en Kenia. La Prelatura comenzó su trabajo apostólico en este país en 1958.

Frankie pasó muchas horas recogiendo café, además de estudiar y ayudar a su madre. «Mi padre tenía claro que las niñas debían estudiar, frente a la salida habitual de ser casadas cuanto antes -cuenta-. Y aunque mi familia era presbiteriana, estudié en un centro católico, y me bauticé a los 14 años. Después estudié Secretariado, Comercio y Contabilidad». En 1973, conoció a san Josemaría en Roma: «Le pedí oraciones por mi familia y no olvidaré jamás su fe y su cariño, enormes, tan grandes que, desde el 26 de junio de 1975, he pedido siempre su ayuda. Me dijo que no me preocupara, que entre los dos conseguiríamos su acercamiento a la fe, como así ha sido».

«África necesita educación y sanidad», insiste. Y en especial, la mujer africana. «Mi sueño es que crezca más y más el número de mujeres que puedan formarse», explica, y confiesa que le frustra no poder disponer de más ayudas contra la pobreza y el analfabetismo. «Muchas mujeres -añade- pueden acabar en un pobre suburbio de Nairobi, con cualquier ocupación, y les brindamos una formación para vivir con dignidad, crear pequeños comercios, y tener ingresos. Son gente sencilla, emprendedora, con esperanza».

Margaret y su familia en su casa de Banana Hill (Frankie es la tercera por la izquierda, con Mary Njeri, profesora de Kimlea, a su derecha)

Haciendo historia, Frankie comenta que, «en los 70, muchas jóvenes no fueron escolarizadas para trabajar y ganar algo de dinero. Ahora que empiezan a leer o escribir, están muy contentas, como Margaret, que con 65 años aprendió el alfabeto, pudo firmar el recibo de su salario y ya lee».

Moral y dignidad

Las lecciones que puedan dar muchas de estas mujeres en virtudes humanas impactan. Algunas ejercían la prostitución para alimentar a sus familias; otras bebían para olvidar sus problemas… Pero al oír hablar de comportamiento moral y de dignidad, cortaron con esa vida y contribuyeron después a crear un fondo para ayudar a las más necesitadas. Empezaron 20, y ahora son 120. Frankie destaca que «el cambio ha sido enorme, y una de las mujeres me decía que ahora es muy feliz, que sus hijos la respetan y la encuentran en casa. Este grupo elabora y vende manteles y colchas, y les ayudamos a comercializarlos».

Kimlea incluye también un dispensario médico, «con medicinas y aparatos a precios asequibles. Procuramos contribuir a la felicidad de la gente, cuidando, por ejemplo, la alimentación de los niños. Nos preocupan las condiciones higiénicas, y ayudamos a las madres, que a veces no saben calibrar la situación y si deben llevar a un niño al médico». Uno de los sueños en Kimlea es la expansión de la clínica, de forma que pueda prestar tratamientos especializados.

Parte del tiempo del equipo se dedica a pedir ayuda, porque los números no salen, aunque alumnas y pacientes pagan lo que pueden. «No obstante -explica Frankie-, a veces rechazamos donativos que no se ajustan a los criterios éticos adecuados, y otros no nos ayudan porque no quieren apoyar proyectos que incluyan desarrollo espiritual».

«Trabajamos a fondo -concluye Frankie- para cumplir nuestro lema: Kazi huvuna matunda; es decir: Lo que te cuesta esfuerzo y se hace es eficaz siempre… Doy gracias a Dios por los frutos con estas mujeres que intentan ser buenas ciudadanas y buenas cristianas. Nos lo recordaba, en 1997, el prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría: que, además de ayudar a las alumnas a ser buenas profesionales, procuráramos que fueran mujeres de oración».

Manuel Garrido