«Yo como gracias a la Iglesia» - Alfa y Omega

«Yo como gracias a la Iglesia»

En la catedral de Madrid, se recogerá dinero para ayudar a familias necesitadas. Los beneficiarios alzan la voz: «El dinero llega. Las aportaciones nos están salvando»

José Calderero de Aldecoa
En San Ignacio de Loyola los beneficiarios de Cáritas también son voluntarios

«Si no fuera por la Iglesia, nosotros no comeríamos». Marisol Díaz tiene 52 años, sufre una fibromialgia degenerativa y vive, junto a su marido y sus dos hijos, con un subsidio de 400 euros. Durante un año entero, no entraba nada de dinero a su hogar. «Mis padres nos hacían la compra. La hermana de mi marido nos mandaba dinero. En la asistencia social nos ayudaron dos veces puntuales. Después, hablé con don Jesús, párroco de San Eduardo, y entré en Cáritas. Al principio, nos daban una bolsa todos los meses, ahora también acudimos al economato. Hemos pedido ayuda en todos los sitios y, salvo algunas excepciones puntuales, ha sido la Iglesia la que nos ha ayudado», explica Marisol.

La suya es una de las 25.000 familias que la Iglesia, a través de Cáritas, atiende en Madrid. En la diócesis, existen 240.000 hogares en riesgo de pobreza y exclusión social. Eso supone que hay 792.000 personas que no tienen lo necesario para vivir. «Desde Cáritas Madrid, se llega a 131.000 personas, es decir, que 25.000 familias son ayudadas por la Iglesia madrileña», asegura don Javier Hernando, coordinador de Cáritas Madrid.

El domingo 28 de diciembre, la capital celebrará, en su catedral, la fiesta de la Sagrada Familia. Durante todo el día, de 10 a 19 horas, junto a una imagen de san José, colocada a los pies del altar de la Virgen de la Almudena, se recogerán las ofrendas -económicas y materiales- que, posteriormente, serán entregadas directamente, a través de los Arciprestazgos, a las más posibles de esas familias necesitadas.

La familia unida ante la necesidad

Marisol ha pensado muchas veces en quitarse de en medio, «sería una boca menos que alimentar», confiesa. «Luego pienso en mi marido y en mis hijos y se me esfuma la idea de la cabeza», añade. Marisol y José (en la foto) llevan 32 años casados. Con sus hijos son una piña, y la unión entre todos les ayuda a sobrellevar mejor la situación.

Loreto, su marido y sus dos hijos, de 7 y 9 años, también han permanecido juntos ante la necesidad. «Al principio, al quedarnos sin trabajo, discutíamos mucho por la situación. Al notificarnos el desahucio, dejamos de discutir y nos unimos mucho, luchando juntos por nuestros hijos. Todos los sacrificios los hemos hecho por ellos. Llevamos 10 años de matrimonio».

La familia de Loreto recibe alimentos de la parroquia de San Ignacio de Loyola. «Don Julio, el párroco, nos ayuda mucho. Siempre está cerca de nosotros», explica Loreto. «El dinero que la gente aporta nos ayuda mucho. Si hay más gente que pueda colaborar, mucho mejor. Somos muchísimas personas las que estamos en esta situación. Yo doy testimonio de que las aportaciones nos están salvando», asegura.

La parroquia de San Ignacio de Loyola atiende a 747 familias. Ellos no dan limosnas, «somos personas solidarias que nos sentimos cerca de nuestros vecinos que pasan necesidad», concluye don Julio.

«Repartimos lo que tenemos»

«En la parroquia, sobre todo, repartimos alimentos. También hemos pagado varias vacunas para los niños pequeños. Damos todo lo que tenemos. Si nos dan mantas, repartimos mantas, si nos dan paraguas, repartimos paraguas, si nos dan champús, repartimos champús. Todo depende de los donativos que nos entreguen y de lo que conseguimos nosotros», explica el padre Luis Miguel Motta, párroco de San José de Calasanz.

Mientras el sacerdote habla, una fila enorme de personas se forma en las puertas de la iglesia. Todos vienen para apuntarse al reparto de comida. Una familia sale de la iglesia con un paquete de arroz, una botella de aceite y un brik de tomate. Julia ha tenido más suerte y ha conseguido que, desde la parroquia, le paguen la vacuna para su bebé.

Cumpliendo condena en la parroquia

José Rubén no tiene familia. Le crió la Comunidad de Madrid y actualmente está sin trabajo. Era empleado de la construcción. Ahora está viviendo de okupa. Cuando era más joven, cometió algunos pequeños delitos y el juez le condenó a trabajos sociales. José Rubén pidió cumplirlos en la parroquia de San Ignacio de Loyola, situado en el madrileño barrio de la Ventilla. Después de cumplir condena, sigue colaborando con la parroquia. Ayuda en lo que puede. La Iglesia, por su parte, le socorre en sus necesidades. Además de comida, también le han ayudado económicamente en lo que han podido. La esperanza no le falta y sabe muy bien lo que hará si encuentra trabajo. «Al igual que me han ayudado a mí, yo también quiero ayudar. Cuando tenga un trabajo, aportaré dinero a la Iglesia porque ese dinero llega a las familias necesitadas», asegura José Rubén, de 29 años. Hoy, sin trabajo, sólo puede dar las gracias a «aquellos que, con su generosidad, realizan donativos a la Iglesia y hacen posible que personas como yo podamos comer todos los días».