Hay un milagro mejor que poder andar - Alfa y Omega

Hay un milagro mejor que poder andar

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Sergio y Rosa, en la residencia de los franciscanos de la Cruz Blanca. Foto: Juan Luis Vázquez

Rosa y Sergio son amigos desde hace años. Se conocieron en el seno de la Hospitalidad de Lourdes en Madrid, en la que ella es voluntaria, y ambos van a peregrinar a Roma este fin de semana con ocasión del Jubileo de los Enfermos, junto con otro centenar de personas procedentes de Madrid.

Sergio vive en la Casa familiar San Francisco de Asís, de los franciscanos de la Cruz Blanca, en Torrelodones, adonde llegó tras fallecer su madre. Allí le acogieron «como en una familia», y su amistad con Rosa se forjó cada día gracias a sus visitas junto a otros voluntarios de la Hospitalidad. También se reforzó con las peregrinaciones a Lourdes los últimos cuatro años, donde ambos pudieron rezar por sus madres. «Las dos habían fallecido el mismo año y eso nos unió mucho también», dice Rosa, quien confiesa que «conocer a estas personas es algo adictivo y dan mucho» a quien está con ellos. Confiesa también que en las peregrinaciones «estos chicos no piden nunca nada para sí mismos. Piden por sus familiares, por sus cuidadores, pero nada para ellos… No piden ni siquiera el milagro de curarse». «Es que nosotros pedimos el milagro interior –matiza Sergio–, que es mejor que andar».

El mar por primera vez…

«Para mí los voluntarios de la Hospitalidad son como mi familia, ¡o más!», dice Sergio. «Somos amigos de verdad. Cuando uno tiene un problema cuenta con los demás, en las buenas y en las malas». Con ellos salió la primera vez de Madrid y de España, con ellos pudo ver el mar por primera vez, y ahora irá también en su compañía a Roma. «¡Esto es muy fuerte!», exclama Sergio, porque «a mí me gusta este Papa, porque es muy sencillo y habla muy claro».

Toda la conversación se desarrolla entre bromas y risas, pero Sergio se pone serio a la hora de hablar de su vida de fe, y muestra una inteligencia espiritual poco habitual: «Me he dado cuenta de que Dios nos ama con locura a todos. Está loco de amor por todos nosotros. El problema es que nosotros no lo entendemos. Yo he estado enfadado con Dios muchas veces, sobre todo cuando se fue mi madre y también cuando se fue un amor que tuve. No entendía nada ni ahora lo entiendo. Pero me he dado cuenta de algo muy importante: Dios me ama tal como soy. Dios no me ama porque sea un tío guapo, o un tío perfecto. Dios me ama con mis miserias y mis virtudes. Y me ama con locura. Cuando te das cuenta de eso entonces te cambia por dentro».

Sergio es consciente de que «Dios ha cambiado mi manera de pensar, porque cuando murió mi madre pensaba que me iba a morir de pena, pero Dios me envió aquí. Dios me ha llevado por un camino que no conocía. Todos los días me sorprende. Le ha dado la vuelta a mi vida como si fuera una tortilla. Es un maestro, y ha hecho algo increíble. Solo lo ha podido hacer Él». Y concluye: «He aprendido una cosa: tú no puedes controlar tu vida. Pasamos toda la vida intentando controlarlo todo, pero es un error, el mayor error. El que la controla es Dios. Totalmente».

Jubileo de la salud

En el marco del Año de la Misericordia, el Papa Francisco ha querido celebrar este acontecimiento también con los enfermos y personas con discapacidad el próximo domingo.

Etimológicamente Misericordia viene de miser– (miserias/necesidades) y –cor, cordis (corazón), es decir, poner en el centro del corazón las miserias o necesidades de los demás. La falta de salud, la enfermedad o la discapacidad son hoy una de las necesidades que hacen sufrir más a las personas.

Así como desde el Éxodo Dios Padre «escucha el grito de sus hijos sufrientes y baja a liberarles» y Jesús «pasó haciendo el bien y curando a los enfermos», se nos invita a la Iglesia y a cada cristiano a acercarnos a todo el que sufre, y –sin pasar de largo ni ser indiferentes– responder encargándonos de nuestros hermanos.

El Jubileo es un signo que nos recuerda esta llamada evangélica, pero no se reduce ni a este día, ni a este año, ni a los misioneros de la misericordia. Es una llamada permanente a cada uno/a de nosotros, pues todos somos invitados a vivir la misericordia permanentemente: «Vete y haz tú lo mismo».

Jesús Martínez Carracedo
Director del Departamento de Pastoral de la Salud de la CEE