¿Quién dijo que la Iglesia no debía meterse en política? - Alfa y Omega

¿Quién dijo que la Iglesia no debía meterse en política?

El Papa quiere generar un movimiento transversal, una «buena onda» que abrace la sociedad toda desde arriba abajo y viceversa, en la lucha contra la trata, una lacra que padecen más de 45 millones de personas en el mundo, según las últimas cifras

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa en diferentes encuentros contra la trata de personas, con fiscales y jueces del mundo, la semana pasada. Foto: AFP Photo/Osservatore Romano

La frase no estaba preparada. La improvisó el Papa y, al hacerlo, dejó clara su posición. «La Iglesia está llamada a comprometerse», advirtió ante más de 150 jueces y fiscales de todo el mundo. Por eso, siguió, «debe meterse en la gran política». Sus palabras fueron interrumpidas por un sonoro aplauso, en medio de un encuentro centrado en la lucha contra la trata y el crimen organizado. Una cita que demostró su preocupación por el poder corruptor de las mafias a nivel global. Y su convencimiento de que la respuesta debe venir de los hombres y mujeres de ley.

«La política es una de las formas más altas del amor, de la caridad», añadió Jorge Mario Bergoglio citando a Pablo VI. Un discurso incisivo, la tarde del viernes 29 de mayo en la Casina Pío IV, sede de la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales del Vaticano. Allí tuvo lugar el coloquio que convocó a magistrados de más de 20 países, el viernes 3 y sábado 4 de junio.

El Papa tomó la palabra la tarde del viernes, en medio de la expectativa general. Llegó en un turismo y fue recibido con emoción en el salón central. Ninguno de los presentes se atuvo al protocolo. Incluso los integrantes de diversas supremas cortes, como el presidente del máximo tribunal argentino, Ricardo Lorenzetti.

Saliéndose del discurso programado, hablando con honestidad, Francisco constató: «Yo sé que ustedes sufren presiones, sufren amenazas de todo tipo, y sé que hoy día ser juez, ser fiscal es arriesgar el pellejo y eso merece un reconocimiento a la valentía de aquellos que quieren seguir siendo libres en el ejercicio de su función jurídica».

El Papa, con el grupo Santa Marta, en abril de 2014. Foto: CNS

Una frase para nada casual. Ante él estaban jueces con casos de gran envergadura. Sobre todo en Argentina. Cinco integrantes de la delegación de ese país llevan adelante las llamadas causas calientes, procesos que involucran a la anterior y al actual presidente de la Nación. Uno de ellos es el juez federal Sebastián Casanello, a quien Francisco recibió en privado por más de una hora en la casa Santa Marta, su residencia del Vaticano, el jueves por la tarde.

En su discurso, el líder católico insistió: «Sin duda, uno de los más grandes retos sociales del mundo de hoy es la corrupción a todos los niveles, la cual debilita cualquier gobierno, la democracia participativa y la actividad de justicia. A ustedes, jueces, corresponde hacer justicia y les pido especial atención en hacer justicia en el campo de la trata y el tráfico de personas y, frente a esto y al crimen organizado, les pido que se defiendan de caer en la telaraña de las corrupciones».

Lo primero, las víctimas

Entonces se centró en las víctimas. Sobre todo las mujeres que padecen esclavitud sexual. Entre quienes lo escucharon estaban Madai y Lorena, dos muchachas mexicanas que fueron rescatadas de las garras de los tratantes. Ambas fueron enamoradas, secuestradas y obligadas a prostituirse. Hoy estudian Derecho y una de ellas es pasante en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Según Francisco las víctimas muchas veces son traicionadas hasta lo más íntimo y sagrado de su persona, es decir en el amor que ellas aspiran a dar y tener, y que su familia les debe, que les prometen sus pretendientes o maridos, quienes en cambio acaban vendiéndolas en el mercado del trabajo forzado, de la prostitución o de la venta de órganos.

Por eso subrayó que los jueces están llamados «más que nunca» a poner gran atención en sus necesidades, ya que ellas son las primeras que deben ser rehabilitadas y reintegradas en la sociedad, por ellas se debe perseguir «sin cuartel» a los traficantes y carnífices.

El Papa, con diversos líderes religiosos, en diciembre de 2014. Foto: Reuters / Osservatore Romano

«No vale el dicho: “son cosas que existen desde que el mundo es mundo”. Las víctimas pueden cambiar y de hecho sabemos que cambian de vida con la ayuda de buenos jueces, de las personas que las asisten y de toda la sociedad», continuó.

Una alianza transversal

Para lograr un combate eficaz contra la trata, dijo el Papa, es necesario generar un movimiento transversal, una «buena onda» que abrace la sociedad toda desde arriba para abajo y viceversa, desde la periferia al centro y al revés, desde los líderes hacia las comunidades y desde los pueblos y la opinión pública hasta los más altos estratos de dirigencia.

«La realización de ello requiere que los jueces tomen plena conciencia de este desafío, que sientan la importancia de su responsabilidad ante la sociedad, que compartan sus experiencias y buenas prácticas y que actúen juntos para abrir brechas y nuevos caminos de justicia en beneficio de la promoción de la dignidad humana, la libertad, la responsabilidad, la felicidad y, en definitiva, la paz».

Los jueces saludaron de pie la intervención del Pontífice. Se sintieron interpelados. Y el comentario unánime en los pasillos de la Academia fue que las palabras del Papa animaron a un compromiso renovado con la propia misión. Sobre todo en tiempos en los que la justicia está devaluada a nivel mundial. Vilipendiada por el poder político y manipulada por intereses privados.

Al mensaje siguió la foto oficial de grupo, con Francisco en medio de todos los asistentes en la puerta de la Casina Pío IV. El momento posterior fue espontáneo e impredecible. Antes de abordar su automóvil, Bergoglio comenzó a saludar en persona a cada uno de los jueces. Estos se acercaron a él como simples feligreses. Abundaron las fotos con cámaras y teléfonos inteligentes.

El Papa, con los alcaldes de las grandes ciudades, en julio de 2015. Foto: AFP Photo / Pontifical Academy of Science

Apoyado en el techo del vehículo, el Papa estampó la firma sobre la declaración final del encuentro. Un texto que suscribieron todos: jueces, fiscales y activistas contra la trata. El documento pide, entre otras cosas, más recursos y colaboración internacional para atacar el tráfico de personas; que todos los países reconozcan la esclavitud moderna, el trabajo forzoso y la prostitución como «crímenes de lesa humanidad»; que los bienes incautados a los traficantes ya condenados sean usados para la rehabilitación y compensación de las víctimas, a las cuales se les ofrezca asistencia civil y legal adecuada.

Los rectores, en diciembre

Gustavo Vera, parlamentario argentino del partido Bien Común y viejo amigo del Papa, precisó que el objetivo del coloquio fue que la justicia internacional desarrolle un «protocolo de acción en común» contra un problema global como la trata de personas, lacra que padecen 45,8 millones de personas en el mundo, según el informe anual presentado la pasada semana por la fundación australiana Walk Free. «Frente a mafias globales debe haber una respuesta global. Esto debe poner en el centro a las víctimas, investigar las redes, incautar sus bienes, reutilizarlos a favor de la sociedad civil, desmantelar un sistema que permite enorme rentabilidad», precisó Vera, uno de los organizadores de la reunión.

Ya en el pasado la Academia para las Ciencias del Vaticano albergó encuentros similares con intelectuales, jóvenes y alcaldes. ¿El próximo objetivo? Una reunión de universidades contra la trata, con presencia de decenas de rectores. Ya tiene fecha. Será en diciembre próximo y con la presencia de Francisco. Naturalmente.