¿Cuál es el verdadero Adviento? Entre el laicismo y el fundamentalismo - Alfa y Omega

¿Cuál es el verdadero Adviento? Entre el laicismo y el fundamentalismo

En tiempos de crisis profunda, como la actual, en la que asistimos a la extinción de una época -quizá de una civilización-, la religiosidad de los seres humanos es susceptible de múltiples traducciones irracionales, hijas todas del horror vacui, o declinado de otra forma, de la astenia de la fe

Juan Orellana
Escena del film Camino de la cruz

El hombre necesita certezas últimas, y cuando el tsunami del nihilismo arrasa con todo, la gente sencilla es capaz de agarrarse a cualquier cosa con tal de aferrar un significado frente a las tribulaciones del tiempo presente. Por ello, no es de extrañar que cada vez se estrenen más películas sobre sectas (Martha Marcy May Marlene, 2011), espiritismo (Ouija, 2014), gente que espera una señal cibernética de salvación (The Zero Theorem, 2013), o religiosidad new age (Orígenes, 2014), por no hablar de las innumerables películas distópicas que proponen un futuro apocalíptico que clama por una redención.

Electrick Children
Director:

Rebecca Thomas

País:

Estados Unidos

Año:

2012

Género:

Drama

Público:

+12 años

Pero junto a estos alarmantes síntomas de desesperación global, existen además otras películas que ilustran el refugio de numerosos creyentes en las irracionales alas del fundamentalismo. Proponen un tipo de fe que, en vez de abrir al mundo, protege de él; que, en vez de descubrir la Gracia por doquier, sólo descubre pecado; una fe cristalizada en normas asfixiantes. Pero una fe, al cabo, que aparentemente ofrece certezas inamovibles, muy socorridas en tiempos de zozobra. Es el caso de las recién estrenadas Electrick Children (Rebecca Thomas, 2012) sobre una familia mormona, y la alemana Camino de la cruz (Dietrich Brüggemann, 2014) sobre otra familia, seguidora del tradicionalismo lefebvriano. Ambas tienen como protagonista a una adolescente que se caracteriza por su inocencia y la pureza de su corazón. Rachel (Julia Garner) vive en una granja de mormones fundamentalistas del Estado de Utah. Huye de su casa cuando, habiéndose quedado embarazada, afirma que se trata de una concepción virginal. Inicia entonces un periplo que va a buscar ciertos paralelismos -libérrimos- con los misterios desde la Anunciación a la Natividad. Por su parte, María (Lea van Acken), protagonista de Camino de la cruz, quiere seguir el camino de la ascesis para ser una discípula ejemplar y poder presentarse ante Dios limpia de pecado. En su vida se van a reproducir, de forma analógica, las catorce estaciones del vía crucis; incluso la última panorámica vertical ascendente puede sugerir el decimoquinto paso, la Resurrección.

Escena de la película Electrick Children

Un síntoma

A pesar de tratarse de dos películas muy diferentes en estética -pero ciertamente muy atípicas ambas-, nos despiertan la misma pregunta: ¿qué intención última persiguen sus realizadores? ¿Mostrar el fundamentalismo como la desembocadura inevitable de cualquier experiencia religiosa? ¿Señalar una presunta incompatibilidad entre religiosidad y racionalidad? En ambas películas se ofrece una mirada muy crítica hacia sendos fundamentalismos, pero la protagonista es tratada con benevolencia. ¿Quizá porque se las considera víctimas de una manipulación? ¿O porque encarnan, aunque sea de modo naif, el desconcierto compartido por tantos ante una urgente búsqueda de significado? Sea lo que sea, no es casual que se estrenen películas de una temática tan minoritaria, y con una perspectiva tan similar. Hay que entender estas producciones en clave sintomática: el mundo se polariza entre un laicismo rabioso que ve en la religión la negación de la razón, y un creciente fundamentalismo que busca un refugio incontaminado, como los pobladores de la película El bosque (M. N. Shyamalan, 2004). Ambos -ismos reducen la razón y se necesitan dialécticamente: la existencia del contrario justifica la propia posición. Recordemos cómo Amenábar, en Los otros (2001), para estar cómodo con su filosofía racionalista, creó un personaje piadoso esquemático y formalista, Grace, para mostrar cómo todas sus neurosis tenían un origen religioso.

Camino de la cruz
Director:

Dietrich Brüggemann

País:

Alemania

Año:

2014

Género:

Drama

Público:

+12 años

¿Qué queda en medio, en esa tierra de nadie donde no hay fanáticos ni escépticos, donde no hay nigromantes ni espiritistas, donde no predican los apocalípticos ni los personal trainer? Queda la Humanidad real, desnuda y herida, de vuelta ya de falsos remedios y apariciones fantásticas. Permanece cada ser humano, solo, que espera silencioso que los anhelos de su alma no sean la enésima estafa. Queda el jubilado vapuleado por la vida que va al Parque del Retiro a que le lean las cartas, con la secreta esperanza de que le digan que algo bueno aún puede acontecer… Nos vienen a la memoria aquellas viejitas de El festín de Babette (1987). En su pequeña existencia rutinaria y endeble, de repente irrumpió ese pantagruélico banquete, aquel derroche de viandas inasequibles, aquella fiesta insólita que llenaba los corazones y dilataba la vida. Pocas películas han reflejado mejor la naturaleza de la Navidad, del acontecimiento de la Encarnación, siempre tangible, al alcance de nuestra carne herida.

Lejos de ideologías y fanatismos, qué mejor explicación del Adviento que ese plano final de La princesa de Nebraska (2007), en la que la joven, abandonada y sola con su drama, alza los ojos mientras se oye esta canción de Antony and The Johnsons: «Espero que haya Alguien que libere mi corazón, que le guste sostenerlo cuando esté cansado. Hay un Hombre en el horizonte que desea que me acueste. Si me postro a sus pies esta noche, permitirá que descanse mi cabeza. Así que hay una Esperanza de que no me asfixie o de que quede paralizado por la luz. Y como un regalo caído del cielo, no quiero desaparecer al final del horizonte».