La primera nación cristiana de la historia - Alfa y Omega

La primera nación cristiana de la historia

Marek Raczkiewicz
Iglesia de San Juan, en Abovyan. Foto: AFP Photo/Karen Minasyan

La Iglesia apostólica armenia está estrechamente vinculada a la nación. Según la tradición, Armenia fue evangelizada por los apóstoles Bartolomé y Judas Tadeo. «Es por ello que la Iglesia armenia se conoce como apostólica», subraya el padre Shnorkh, sacerdote que se ocupa de la comunidad armenia en Madrid. La misma tradición eclesiástica cuenta que los apóstoles trajeron dos reliquias muy importantes: la Lanza Sagrada, con la que fue herido Jesús en la cruz, y el Santo Crisma. Tienen un significado singular para la Iglesia armenia y para el pueblo.

El nacimiento de la Iglesia propiamente armenia tuvo lugar en el siglo III, con san Gregorio, llamado El Iluminador. San Gregorio, obispo, evangelizó el país. Con la conversión de su rey Tiridates, quien proclamó el cristianismo como religión oficial del Estado, Armenia se convirtió en la primera nación cristiana de la historia (año 301 d. C.). Fue el monje Mesrob quien creó el alfabeto armenio y pronto aparecieron las primeras obras escritas en esta lengua. Tras la aceptación del cristianismo, se abrió una nueva página en la historia del pueblo armenio. Dominados por los persas y luego por los bizantinos, los armenios se vieron arrastrados también por las disputas cristológicas de Calcedonia (451), rechazando este concilio más por razones políticas que realmente religiosas.

Dos jóvenes católicas armenias celebran la Pascua de Resurrección. Foto: AFP Photo / Safin Hamed

Siempre fiel al Evangelio

La historia armenia está llena de momentos heroicos y bellos, aunque también difíciles y llenos de sufrimiento, cuando diversos invasores intentaron dominar el pueblo y destruir su fe. El momento más trágico fue el genocidio armenio ocurrido al comienzo del siglo XX, que dejó casi 1,5 millones de muertos y cientos de miles de deportados a Líbano, Europa, Estados Unidos y Sudamérica. A pesar de las persecuciones, Armenia ha permanecido siempre fiel al Evangelio. Hoy en día, la Iglesia apostólica armenia tiene unos diez millones de fieles. Al frente está Karekin II, patriarca de todos los armenios, muy amigo de san Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora del Papa Francisco. La sede del Papa armenio se encuentra en Echmiadzin, no muy lejos de la capital del país.

Después de aceptar el cristianismo, se creó una enorme herencia cultural. La arquitectura eclesiástica es única entre todas las tradiciones cristianas, y también se ha creado un enorme patrimonio literario. En Armenia y en todo el mundo se conservan aproximadamente 30.000 manuscritos con contenido diverso: teología, astrología, medicina. En Yereván se guardan en el famoso Matenadarán o Instituto Mashtóts, que es uno de los más importantes depósitos de manuscritos del mundo. Entre los escritores y teólogos destaca sobre todo san Gregorio de Narek, declarado por el Papa Francisco doctor de la Iglesia. El santo monje Narek vivió a finales del siglo X y principios del XI en el monasterio de Narekavanq, el cual se encuentra en Vaspurakan, provincia histórica de Armenia, hoy en territorio turco. Gregorio de Narek es autor de muchas obras de teología, exegéticas y oraciones. Pero es conocido, sobre todo, por su Matian Vojbergutyan o Libro de las lamentaciones. Para cualquier familia armenia este libro tiene un significado único, casi milagroso. Los armenios creen que puede curar tanto el alma como el cuerpo. Por ello, las madres armenias colocan el libro debajo de las almohadas de sus hijos cuando enferman.

Otro elemento propio del paisaje armenio son los jachkar o cruces de piedra, de profundo significado teológico. Los armenios subrayan con orgullo que no hay dos cruces iguales. Las más antiguas datan del siglo IV. Casi nunca se encuentra en ellas tallado el cuerpo de Cristo crucificado. Según el pensamiento armenio, esto significa que la crucifixión de Cristo conduce a su resurrección y a la vida eterna. Es por ello que sobre los jachkar hay ornamentos con motivos florales que simbolizan la vida. La creación de las cruces tiene también otro objetivo: el escultor o aquel cristiano que la encarga, sabiendo que su vida es limitada, quiere que la cruz sea su eterna oración dirigida a Dios. A principios del siglo XX había casi 200.000 cruces. Sin embargo, tras el genocidio, Turquía y Azerbaiyán destruyeron más de 100.000 ejemplares. Fue el genocidio cultural, es decir, borrar cualquier huella cristiana.

La Iglesia católica armenia

Los armenios católicos son actualmente alrededor de 270.000. Aunque desde la época de las Cruzadas ya existían comunidades armenias católicas que mantenían lazos con Roma, no fue hasta 1742 cuando el Papa Benedicto XIV constituyó el Patriarcado de Cilicia de los armenios, cuyos patriarcas llevan desde entonces el nombre de Pedro (Bedrós) junto a su propio nombre. El actual se llama Gregorio Pedro XX Ghabroyan. También ellos sufrieron el genocidio. En 1991, Juan Pablo II beatificó a uno de los obispos católicos armenios, Ignacio Maloyán, fusilado junto a varios centenares de fieles por negarse a convertirse al islam. La Iglesia católica armenia ha tenido un papel importante en el diálogo ecuménico entre los armenios ortodoxos y Roma. Desde la época de Pablo VI se han firmado varias declaraciones conjuntas con los respectivos patriarcas. La última tuvo lugar entre Juan Pablo II y Aram I en 1997. La próxima firma tendrá lugar el 26 de junio en Echmiadzin.