La paz, tras años de negociaciones, 300.000 muertos y desaparecidos y 7 millones de desplazados - Alfa y Omega

La paz, tras años de negociaciones, 300.000 muertos y desaparecidos y 7 millones de desplazados

Rosa Cuervas-Mons
Foto: EFE/Alejandro Ernesto

Dijo Benjamin Franklin que «nunca hubo una buena guerra ni una mala paz», y, sin la menor intención de corregir al estadounidense, cabe preguntarse si la frase es rotunda y totalmente cierta. La paz debe ser –debería ser– un bien en sí mismo pero, ¿la vivimos así de verdad?

Pasaban las seis de la tarde del 23 de junio cuando las agencias de prensa lanzaban el aviso urgente: «Acuerdo de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC».

Tras años de negociaciones, 300.000 muertos y desaparecidos y siete millones de desplazados, la guerrilla marxista de Colombia entrega las armas. El logro hay que atribuírselo al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, que no dudó en regalar al líder terrorista, Timochenko, una bala-bolígrafo –balígrafo la llamó– para inmortalizar el momento: «Las balas escribieron nuestro pasado, la educación escribirá nuestro futuro», le dijo.

Y parece indecente, ofensivo, no sentirse feliz por algo así. ¡Se ha firmado la paz!

Pero es inevitable volver la vista atrás y recordar a las víctimas. Volver la vista hacia un lado, y ver a algunos de los padrinos de la firma –Nicolás Maduro o Raúl Castro– y volver la vista hacia aquí, hacia España, y pensar en esta banda terrorista ETA tantas veces comparada –mal comparada– con la guerrilla colombiana.

¿Es buena la paz a cualquier precio?

Si Franklin responde sin dudar que sí, hubo un hombre que puso condiciones a la paz verdadera: habló de «verdad, justicia, amor y libertad».

Justicia, la que debe aplicarse a todos por igual, sin dejar impune ningún crimen.

Verdad, la que debe imperar siempre, a través de los años, cuando se relate la historia de quiénes empuñaron las armas y quiénes fueron asesinados con ellas.

Libertad, la que debe asegurarse a un pueblo, al margen de condiciones y de negociaciones. La violencia como medio para conseguir un fin no debe ser rentable nunca.

Y amor, el que hace falta para perdonar y seguir adelante sin el peso del rencor.

Ojalá la de las FARC sea una paz al estilo de ese hombre. Se llamaba Juan Pablo II.