Ralph Martin: «Sin hablar de Jesús, nuestro testimonio resulta incompleto» - Alfa y Omega

Ralph Martin: «Sin hablar de Jesús, nuestro testimonio resulta incompleto»

El estadounidense Ralph Martin (1942) fue uno de los testigos del nacimiento de la Renovación Carismática en los años 60, y uno de sus máximos difusores. Hoy es asesor del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización y responsable de la plataforma internacional de evangelización Renewal Ministries. Casado, padre de seis hijos y abuelo de 16 nietos, ha estado en Madrid para impartir las enseñanzas de la Asamblea Nacional de la Renovación Carismática Católica en España

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Un momento de oración en la Asamblea Nacional de la Renovación Carismática, el fin de semana pasado en el Madrid Arena. Foto: Marta Rull

Usted ha predicado en la Asamblea Nacional de la Renovación Carismática sobre unas palabras de Juan Pablo II dos años antes de ser elegido Papa, durante un retiro con Pablo VI. No son palabras fáciles de digerir…
Son palabras impactantes: «Hoy hay una confrontación final entre la Iglesia y la antiglesia, el Evangelio y el antievangelio, entre Cristo y el anticristo. Esta confrontación descansa dentro de los planes de la Divina Providencia y es un reto que la Iglesia entera tiene que afrontar con valentía». Yo creo que hoy existe una tremenda batalla espiritual que atañe a todos los seres humanos. Tenemos que despertar y revisar responsablemente nuestra relación con Dios, reconocer de verdad si estamos viviendo una vida de santidad… o no. Y debemos tomarnos en serio la nueva evangelización, considerar seriamente la salvación de nuestros amigos y familiares, para hacerles comprender, sobre todo en este Año Jubilar, que la misericordia de Dios está abierta también para ellos.

No es habitual hoy relacionar misericordia y salvación…
Creo que se está entendiendo mal lo que significa la misericordia, y se está malinterpretando al Papa Francisco. Él habla de misericordia, pero también de conversión y arrepentimiento. ¡La gente no junta esas dos cosas! Muchos creen que Dios es bueno y ya está: «¡Genial, Dios me quiere, todo está bien!». Sin embargo, Jesús espera la respuesta de nuestra conversión, espera que la gente se arrepienta de sus pecados y cambie sus vidas, porque el pecado no nos trae la felicidad. Jesús, cuando pronuncia la parábola del hijo pródigo, menciona que el hijo se arrepiente de sus pecados y vuelve a casa de su padre. A la mujer adúltera le pide: «Vete y no peques más»; y al paralítico de la piscina de Betesda le recomienda: «No peques más, no sea que te ocurra algo peor». Jesús tiene una impresionante misericordia y compasión hacia nosotros, pero espera que la gente se convierta y cambie de vida. Hay que insistir en el amor de Dios, en la oferta de amistad y de salvación para todos, pero no debemos ocultar las implicaciones de la misericordia: dejar que Dios sane nuestro corazón, abandonar nuestros pecados, conformarnos a su imagen, prepararnos para el Cielo…

Quizá eso espanta a los alejados…
No es necesario hablar de pecado desde el principio, ¡pero en algún momento tendremos que hacerlo! Porque si no, nos estaríamos creando una falsa imagen de Jesús. Una mujer me dijo una vez tras una charla: «Mi Jesús nunca diría eso». Muchas personas están construyendo a Jesucristo a su medida, creando su propia religión, eligen unas cosas y rechazan otras, pero eso no permite conocer de verdad a Jesús tal como es.

Foto: Josu Antón

¿Qué implicaciones tiene esto de cara a la evangelización por parte de los laicos?
Uno de los propósitos del Vaticano II fue despertar a los laicos para que descubran el don del Bautismo, y cómo ese don nos llama también a una vida de misión. El Concilio menciona los cuatro elementos de esta misión: el testimonio de nuestra vida; las obras de misericordia; la renovación de la sociedad en asuntos como la educación, la paz, la justicia, la política; y el cuarto elemento es que los católicos deben hablar de Cristo con palabras, para llevar a Jesús a quien no le conoce o para ayudar a crecer en la fe a quien ya le conoce. Sin palabras, nuestro testimonio resulta incompleto. Pero los católicos no solemos hacerlo, porque pensamos que la fe es algo privado, personal. ¡No! Tenemos que dar razones y decir a la gente que el sentido de nuestras vidas es Jesús.

¿Cómo hacerlo?
Puedes invitar a un amigo a algún evento, o dejarle un libro, ¡o darle un ejemplar de Alfa y Omega! O simplemente darle tu propio testimonio.

Decirle: «Dios hizo esto conmigo».
Exacto. Eso es.

Hablemos de la Renovación Carismática. En el pasado se la veía como algo exótico, pero hoy está más asentada en la vida diocesana. ¿Es eso bueno o malo para la Renovación?
El cardenal Suenens solía decir que el propósito de la Renovación era el de ser testigo en la Iglesia de lo que pertenece a toda la Iglesia: el Espíritu Santo; hacer ver que el poder del Espíritu Santo está disponible para cualquier católico como un regalo que aviva nuestras vidas. Nosotros recibimos el Espíritu en el Bautismo y en la Confirmación, pero demasiadas veces no nos damos cuenta de lo que supone, y muchos dejan la Iglesia tras este sacramento. Debemos hacer un mejor trabajo en la preparación para recibir los sacramentos, y no dejarnos llevar por la presión social o cultural.

Me gusta insistir también en que debe haber una conexión entre el Espíritu y las enseñanzas de Jesús y de la Iglesia. No es muy saludable buscar solo una experiencia espiritual. La mejor experiencia viene del encuentro con Cristo, de rendir nuestra vida a Dios Padre y a su Hijo, en la Iglesia.