Estrella de los náufragos - Alfa y Omega

Estrella de los náufragos

Europa ha cerrado sus fronteras de forma indigna a los refugiados, empujándolos a peligrosas travesías por mar

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Foto: AFP Photo/Marina Militare

En este año jubilar, que el Papa ha vinculado de forma especial a la Virgen como Madre de Misericordia, la festividad de la Virgen del Carmen obliga a mirar hacia el Mediterráneo con sobrecogimiento e indignación. Más de 10.000 migrantes han muerto ahogados en sus aguas desde 2014, y este año –la cifra supera ya los 3.000– todo apunta a que se alcanzará un macabro récord. No por evidente se debe dejar de recordar que no se trata de una fatalidad, como una catástrofe natural imprevista. Europa ha cerrado sus fronteras de forma indigna –y contraria al derecho internacional– a los refugiados que llegaban a través de Turquía, y les obliga embarcarse en peligrosas travesías para escapar de la guerra o el hambre. El grueso de los recursos europeos se destina a proteger las costas de esta marea humana, percibida como una invasión, no a socorrer a los náufragos. Hay alternativas perfectamente viables. La Comunidad de Sant’Egidio ha impulsado los llamados corredores humanitarios, que permiten traer de forma segura a los solicitantes de asilo. Es cuestión de voluntad política, algo que también se echa en falta en las negociaciones para poner fin a las guerras en Oriente Próximo. Como denunciaba el Papa en un vídeo de apoyo a la campaña de Cáritas Siria: la paz es posible, «mientras que el pueblo sufre, una increíble cantidad de dinero se gasta para proporcionar armas a los combatientes. Y algunos de los países proveedores de estas armas también se encuentran entre los que hablan de paz. ¿Cómo se puede creer en quienes con la mano derecha te acarician y te golpean con la izquierda?».

Los muertos en el mar lanzan esta y otras muchas preguntas incómodas a una Europa que presume de baluarte de los derechos humanos en el mundo pero mira hacia otro lado ante esta tragedia. Como miembros de las sociedades europeas, los cristianos tienen la obligación de intentar despertar al continente de esta especie de sopor moral que justifica dejar morir a los desesperados que huyen de la guerra bajo pretexto de mantener la paz social. No sería coherente invocar a la Virgen como Estrella de los Mares y desentenderse de los náufragos.